miércoles, 1 de octubre de 2008

Cirugía para el olvido

Una amiga acaba de terminar una relación larga e importante en su vida y ha tomado una decisión: acudir al cirujano. ¿Por qué ocurre que a partir de una ruptura amorosa las mujeres nos queremos renovar? ¿Queremos ser otras para recuperar al novio o marido perdido? ¿Es que acaso nos han dejado porque ya no somos lo suficientemente atractivas? Error. Al marido o al novio perdido no lo vamos a recuperar con nuevas tetas sino, tal vez —si es que seguimos necias con eso— cambiando de chip mental. Pero bueno, si la cirugía nos ayuda con el cambio del chip entonces ha cumplido su cometido. Lo más seguro es que después de la operación ya no nos va a importar el ex sino nos van a llover nuevos y mejores candidatos. Pero ojo, REPITO, no por el par de globos que nos hemos puesto, sino por el par de nuevos ojos con los que ahora nos miramos.
Lo que ocurre, o lo que debe ocurrir, es que queramos dejar en el olvido todo lo pasado, algo así como cambiar la decoración de la casa o cortarnos el pelo. Hacer algo con nuestro cuerpo es un símbolo de un nuevo comienzo y nos inyecta de un entusiasmo perdido. Al vernos más bellas se refuerza nuestra autoestima y nos proyectamos como mujeres seguras, independientes y sumamente deseables. Y ahí comienza la vibra de la atracción. Tal vez no eres una belleza pero te sientes tan bien que lo proyectas y los hombres caen a tus pies. Y ni ellos mismos saben qué pasa. Es el no sé qué del que tanto se habla. Una mirada, una sonrisa, una actitud sugestiva, un aire dulzón que provoca a cualquiera.

El asunto es que mi querida Maura está en esa situación, quiere dejar atrás a la chica que ha permitido o generado una serie de fracasos emocionales en su vida. Su ex nunca quiso que se operara y ella le hizo caso —como si el novio fuera el dueño de su cuerpo—, y ahora quiere volver a la soltería con todo. Pero es un poco miedosa mi amiga querida y me pidió que la acompañara a la cita con el doctor.
Mi primera impresión con la clínica fue buena. Se nota que saben hacer un buen marketing. Ver fotos de Marina Mora, Jéssica Newton, Viviana Rivasplata y las dos Claudias que salen en la tele es un buen gancho. No solo porque son modelos famosas y están regias (salvo por la gordita bella que no para de comer), sino porque en todos los años que tienen de operadas no han sido víctimas de ningún escandalete tipo Max Álvarez o Morillas-Mantilla, y los posters muestran sendas dedicatorias con todo el amor y el agradecimiento al hombre que ensalzó sus pechos o modeló sus curvas. Y si ellas siguen bellas y felices por qué no lo estaría Maura, que se mordía las uñas en la sala de espera.
Cuando entramos al consultorio lo primero que vimos fue una foto inmensa del doctor al lado izquierdo del escritorio (se nota que tiene el ego bastante exaltado y que trabaja con la vanidad de la gente), luego una pintura de una mujer sexy y al costado una colección de diplomas y reconocimientos empapelando la pared. O sea, mira qué pepón soy, yo te voy a operar bien porque me cuido bien; mira cómo vas a quedar, mamita rica; y mira lo que me respalda, no soy un pinche médico, tengo veinte años abriendo cuerpos aquí y en el extranjero. Bueno, sigue el trabajo de persuasión, bien hecho.
La secretaria nos dijo que esperemos y que mientras tanto podíamos ver las fotos de las pacientes. Raudas y veloces tomamos el álbum de fotos y las imágenes nos golpearon la cara. ¡Nos encontramos con casos tan patéticos que hasta sentí mareos! Ese fue un punto en contra del marketing que hasta ahora había funcionado tan bien. Ver los antes y después de las operaciones de gente común y corriente (no modelitos perfectas y jóvenes) es, por un lado, alentador, pero por otro, bastante deprimente. Yo no quería seguir viendo, pero mi amiga continuaba pasando las páginas y a pesar de mi disgusto no podía despegar los ojos de aquellas imágenes de carne desbordada y tristes descolgamientos. ¡Por Dios! ¡Mujeres! ¡No dejen de hacer ejercicio nunca! No caigan en la tentación de la flojera, de la tragadera sin control, ya suficiente tenemos con volvernos viejas, eso no lo podemos detener, pero sí podemos llevar los años con dignidad.

En fin. A la media hora de risas y espanto apareció el doctor. Entró muy rápido haciendo volar su bata blanca y se disculpó diciendo que volvía en diez segundos. Así lo hizo. Regresó y tomó asiento para iniciar el interrogatorio de rutina. Ya habían pasado sus añitos para el doc, la foto que colgaba a sus espaldas era tan engañosa como las tetas falsas que colocaba por doquier. Pero eso era un punto a favor. Las arrugitas del doc me dieron más confianza, así como su buen humor. Siempre me ha perturbado la frialdad de los cirujanos, la desconexión entre el ser humano y el cuerpo que están operando. No puede existir ninguna emoción de por medio. El paciente anestesiado y acostado en la camilla de la sala de operaciones no es más que una pieza inerte que hay que esculpir, moldear, rellenar, bordar. Y debe ser así porque sino no habría forma de realizar ese trabajo de carnicería sin entrar en estado de pánico.


Lo que no pudo esconder el doc fue su mirada. Esos ojitos pícaros chisporroteaban viendo a mi amiga, joven y bonita. Se nota que al doctor le gusta su trabajo, y le gusta más cuando se encuentra con pacientes que no están esperando cupo en el nicho. Maura hizo todas las preguntas del caso y entró a ponerse la bata para que la examine. El doctor me permitió pasar a mi también. Maura se abrió la bata con temor y mostró sus pechos tímidos para que el juez al fin diera su veredicto. Me fijé en la cara del doctor y me di cuenta de que se esforzó en ser inexpresivo. Observó con detenimiento y seriedad, sacó sus reglas, midió, apuntó. Tienes un triángulo equilátero perfecto —dijo, señalando las distancias entre la clavícula y los dos senos—. Luego explicó que por los antecedentes de cáncer de mama de una tía abuela de Maura, debía ponerle los implantes detrás del músculo y éstos debían ser de suero fisiológico en vez de siliconas. Estas consideraciones se toman para que exista el menor impedimento en futuros exámenes de mamas, y poder detectar cualquier tipo de tumor. Claro, también mencionó los riesgos, los poquísimos casos (cruza los dedos Maurita) en los que el suero fisiológico se desinfla y comienza a salir otra teta por el costado. Y el corte!!!! A mí se me ocurrió decir que era mejor hacerlo en la aureola porque así no quedan marcas. Y el doc se apresuró a enumerar todas las desventajas del asunto. Cuando se hace el corte en el pezón se seccionan muchos tejidos y conductos mamarios, por lo que la paciente ya no puede dar de lactar. Pero, además —que para mí es lo más importante—, se crean cicatrices internas que luego pueden confundirse con algún nódulo, y existe mayor riesgo de una infección durante o después de la operación. Otra desventaja es la pérdida de sensibilidad en la zona y que se forme una cicatriz queloide en un lugar mucho más visible que debajo del busto. Y claro, para el doc es más cómodo operar por abajo y eso le garantiza a él y a la paciente un mejor resultado. Luego procedió a ver lo del tamaño. Doctor, no quiero parecer una vedette, dijo Maura. Vamos a ver. Tienes buenas caderas —respondió el doctor mientras la tocaba por los costados—. Vamos a probar entre 250 y 275 gr. Pero pensándolo bien, ya que los implantes suelen aplastarse un poco detrás del músculo, creo que mejor pedimos de 275 y 300 gr. para que llene bien.

Uffff que estrés!!!! Todo lo que hacemos las mujeres por ser bellas. Pero ahí no queda todo, luego vienen las pruebas pre operatorias, los masajes para que no se encapsulen los implantes y rezarle a Afrodita para que nada se desinfle o se reviente.
Lo mejor: la operación es ambulatoria, con anestesia local y estás sedada como bella durmiente durante la cirugía, sin ver ni escuchar nada. Lo malo: cuesta US$ 1000 dólares más de lo estimado.
Maura salió de la clínica convencida de usar su Visa para hacer realidad la frase “porque la vida es ahora”. Y yo me quedé pensando que tal vez también había llegado mi momento de vanidad. ¿Acaso hay algo que necesito olvidar?


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hazlo. te vas a ver preciosa

chico-de-40

Giselle Klatic dijo...

Qué linda sorpresa chico de 40, habías desaparecido!!!!! Pero cómo sabes que se me va a ver preciosa, acaso conoces a la Maya y no me he enterado? Además, nunca habías sido tan gilero!!!

Anónimo dijo...

ja! No pretendía ser gilero, solo amable. Yo también estoy pasando por una pérdida, y si pudiera ponerme un implante de siliconas para olvidar me lo pondría (aunque se me vería raro ¿no?). Sólo eso quería decirte.

Cuídate

Chico-de-40

Dylan Forrester dijo...

Creo que te ves bien y muy guapa así como eres y al natural.

Besos...

Anónimo dijo...

buenos astros maya!

peregrinacionesfotograficas.blogspot.com

un abrazo!

[ La cámara de Neptunia ]

Anónimo dijo...

bueno, entre las botitas gauchas, las pop-series americanas de tv, el tamaño de los penes, la cirugía estética... creo que me he perdido de algo grande desde que dejé mi tibia burbuja limeña y vine madrid.
al final, dicen, todos los caminos conducen al zen.

pd. buen provecho con el ahijado. Ya haces bien en recomendarle que se agarre... da miedo la cosa.
J.

Anónimo dijo...

Tenemos un poco de dificultad para suscribir el rss, en cualquier caso, he datos marcados este gran sitio, es muy útil, más llena de información.