domingo, 26 de diciembre de 2010

Una historia de Navidad

Mike Stilkey, artista californiano que pinta sobre las tapas de libros apilados utilizando acrílicos y lápices de colores.

Había una vez una bella mujer que vivía en un gran palacio. Era muy buena y compartía sus riquezas con los más necesitados. Sin embargo, había algo que no podía compartir. Era lo más preciado para ella, lo más valorado, su gran debilidad: los libros.
En su palacio tenía una biblioteca de dimensiones inimaginables. Con escaleras y todo, como en las películas. Se podría decir que tenía todos los libros que se habían escrito en la historia, y por ellos, aquella bella y bondadosa mujer se convertía en el ser más egoísta del mundo.

Un día, llamó a su puerta una pordiosera con una niña pequeña. Buscaba un regalo de navidad para su hija. La bella y bondadosa mujer no dudó en regalarle comida, ropa y zapatos, pero la pordiosera quería otra cosa. Después de agradecerle por su generosidad le dijo: Yo sé que usted tiene la biblioteca más grande de este lugar y quería que me regale un libro de cuentos para mi hija. Todas las noches me pide que le lea un cuento pero no tengo qué leerle. A la bella y bondadosa mujer se le borró la sonrisa. No puedo darle lo que me pide señora, le dijo. Y cuando estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara, la pordiosera se lo impidió con la punta de su zapato. Está bien que regales lo que te sobra, pero también tienes que aprender a desprenderte de aquello que atesoras tanto y ¡Zaz! De pronto, se convirtió en una hechicera de pelo blanco y ensortijado, y su hija en una gran varita mágica que la apuntó directo a la panza. Por ser tan egoísta, te convertirás en la mujer más gorda que se haya visto jamás, porque estarás repleta de todas aquellas historias que nunca has querido compartir. Y la única manera de que pierdas peso será contando cada una de aquellas historias que guardas con tanto recelo. Y otra vez ¡Zaz! La bella y bondadosa mujer se convirtió en la gorda más gorda que se haya visto jamás…

-¡Ay mamá! ¡Ya no me sigas contando! ¡Qué feo cuento!
-¿Pero no quieres saber qué le pasó a la gorda cuenta cuentos?
-¿Se volvió flaca alguna vez?
-¿No dices que ya no quieres que te siga contando el cuento?
-¿Te lo estás inventando ahorita?
-Si pues, si me pides un cuento nuevo cada noche, ¡de dónde voy a sacar tantos!
-¡De tu panza pues mami!
-¡Golpe bajo!
-¿Qué es golpe bajo?
-Que me diste donde más me duele.
-¡Pero yo no te he golpeado!
-No, es una forma de decir hija. Me has dicho gorda.
-¡No!
-Ay, ya vamos a dormirnos hijita.
-Pero no me has contado mi cuento de navidad.
-Es que ya no tengo más cuentos en la panza hija.
-Mamá, ya tengo sueño.
-Ya amor, duérmete rico.
-¿Pero se volvió flaca la gorda cuenta cuentos?
-No lo sé. Recuerda que recién lo estoy inventando.
-Entonces que ocurra un milagro de Navidad mami.
-Ya hijita, voy a buscar una buena dieta de libros para adelgazar a la gorda. Mañana te cuento.