martes, 23 de septiembre de 2008

Un buen entremés


Los autores de Sex & The City no pudieron tener mejor idea que crear una serie para llenar el vacío dejado por Carrie y compañía. Tarea difícil pero no imposible. En su segunda temporada, Lipstick Jungle, serie transmitida por FoxLife, ya se está ganando fanáticos y una de ellas soy yo por supuesto.
Mi gusto por la serie va más allá del tema de la mujer independiente y exitosa, y no tiene nada que ver con el personaje reprimido e intransigente que encarna Brook Shields, ni con la distraída y aniñada chinita del grupo. La verdadera razón por la que me enganché con este nuevo atisbo al mundo neoyorquino es Nico Reilly, la atractiva, inteligente y súper racional editora de una revista de modas que le es infiel a su “buen” marido con un hombre más joven que ella. Lo interesante de este mini drama es ver la evolución del personaje, que inicia una relación clandestina separando el sexo del amor, pero que poco a poco se ve atrapada en una situación de la que no puede escapar. Precisamente ese es el riesgo de las relaciones prohibidas. Son como las adicciones al cigarro, alcohol o a cualquier otra droga, las víctimas piensan que las pueden dejar en cualquier momento pero en realidad, cuando quieren hacerlo, se dan cuenta de que ya es demasiado tarde.
Nico con su chibolo en "Lipstick Jungle"
Pero este post no trata de infidelidad sino de un tipo de relación que también podría llamarse prohibida porque todavía, aunque usted no lo crea, es tabú en nuestra sociedad. Hablo de las relaciones de mujeres maduras con hombres más jóvenes que ellas, que no es lo mismo que hablar del típico y ya pasadito de moda 40-20 entre hombre y mujer. Cuando vemos a una mujer entrada en años con un novio-hijo de la mano decimos, ah, esa mujer quiere buen sexo y paga por ello. Ese es el estereotipo que todos tenemos insertados en el cerebro. Y no deja de ser del todo cierto. Definitivamente estamos hablando de mujeres que tienen el valor de vivir la vida como les da la gana —con todo su derecho— pero no todas están preparadas para enfrentar miradas inquisidoras y prefieren divertirse debajo de la sábana. Ellas quieren rejuvenecer y están dispuestas a pagar un precio por ello. Y no hablo solo del tema económico (que es lo de menos) sino, principalmente, de las diferencias generacionales que en algún momento pasan factura. Entonces, si eres una mujer que está sacando a pasear a su hijo, sobrino o alumnito, lo importante es tener claro en qué tipo de relación te estás metiendo, sacarle el máximo provecho y saber que tiene fecha de caducidad. Sabemos que las mujeres en los 40 están en su pico sexual, igual que los hombres a los 17. Pues bien, si estos dos polos llegan a atraerse será muy difícil despegarlos. Cómo detener aquella ebullición de hormonas!!!!! Aún así, ¿tú eres la madura no? Si ya dejaste de fumar, esto no será tan duro (acuérdate que existen los rabbits y demás juguetitos a tu servicio), a menos que estés dispuesta a soplarte la educación de otro baby. ¿Ya mucho no?

Cada vez escucho más casos a mi alrededor acerca de este tema, no sólo del tipo de relaciones Bozo-Suárez, de una dominación espeluznante, sino de otras más normalitas, de mujeres no tan mayores y de chicos que no tienen el perfil del hombre vividor.
Antes era un tema ajeno a mí, pero después de haber tenido una brevísima experiencia con un chico de 25 que me decía “madrina”, y con el que iba a comer helados y a ver Harry Potter al cine, me siento cada vez más cerca a esa especie de mujeres roba cunas. Pero ¿Qué está pasando? ¿Es que los hombres contemporáneos a aquellas damas no logran satisfacer sus ánimos pueriles? Claro, ya sabemos que la mayoría de hombres en edad interesante están casados, pero hay muchos también que comparten mi condición de separada o divorciada. Quizá lo que ocurre es que existe un grupo de mujeres harta de las reglas, de la formalidad, aburridas de lo “correcto”. Hay mujeres que necesitan ese toque de adrenalina que las haga sentir otra vez aptas para el combate. Tal vez el esposo ya no las sorprende, ya se acabaron las escapadas a los hoteles, los jacuzzis, las noches de fresas y champagne. Siempre hay alguna mujer identificada con estas carencias. Y una puedes ser tú. Sólo hazte unas preguntas Cosmo para saber en qué grado de aburrimiento ha caído tu relación. ¿Hace cuánto tiempo que no te bañas con tu pareja? ¿Dónde quedaron las rosas que él te mandaba a la oficina o la cena especial que planeabas para agasajar a tu gordito. Por otro lado, si eres soltera o separada, seguro estás hasta la médula de los hombres complicados, con 40 años encima o más de ataduras, taras, remilgos, manías, cero preocupados por su físico y asfixiados de trabajo.
Los hombres jóvenes no tienen tantos prejuicios, son más libres y arriesgados, menos encasillados, más dispuestos a amar y entregar. Claro, está la desventaja de que no tienen la vida resuelta. Pero si una dama busca satisfacer sus deseos netamente amatorios, o por decirlo más francamente, deseos sexuales y una agradable retribución de afecto, pues aquellos hombres ¡son perfectos! Para qué más preocupaciones, gestos adustos, problemas de divorcios y custodias.
Pero hay que saber cuándo levantar la bandera para no poner en peligro tu vida. Ya sabes que al principio serás la musa ideal, a la que era muy difícil acceder. Una fantasía concedida. Él querrá demostrarte lo grandioso que es en la cama, con un récord imbatible en resistencia y una recuperación inmediata. Querrá hacerte el amor en el ascensor, en el baño de una disco y hasta volando en parapente. Pero espérate a que la efervescencia pase, y que tu afán de diversión y pura satisfacción se convierta en deseo de poseer, de reclamar fidelidad y todos los temas que se prometen los enamorados. Ay ay ay, no tienes que llegar a eso. Con estos hombres no. No por favor. Recapacita, ese ángel te ha sido concedido sólo para pasarla bien, para olvidarte aunque sea un momento de los problemas del cole de tus hijos, del estrés del trabajo, de las cuentas de fin de mes (aunque tú tengas que invitar de vez en cuando). Ellos son un delicioso entremés, un bocadillo nocturno nada más. No pretendas que sean el plato de fondo de tu carta de pretendientes. Si no los ves solo como un placentero tubo de escape corres peligro, puedes desaparecer en el triángulo de sus bermudas y perder el rumbo para siempre. Ellos no están hechos para la formalidad, si estás esperando que se comporten como hombres responsables, con gustos refinados como los tuyos o que estén dispuestos a pasar un sábado en la noche en el sofá de tu casa viendo una peli, pues te quemaste. Para muestra cómprate unos dvds y mira “Secretos Compartidos” con Uma Thurman o “Conociendo Julia” con Annete Bening.
Aunque, ¿por qué ser tan pesimistas no? Toda regla tiene su excepción. Sino miren a Demi Moore con su churrísimo esposo 15 años menor, con el que ya tiene un hijo. Ese es un caso alentador. Por mi parte, yo prefiero a los maduritos bien dotados, pero a falta de, por qué no comer de vez en cuando algodones de azúcar. Mi chibolo perdido estaría bien. Tal vez podría ser una buena ocasión para ponernos nuestros lentes 3d y viajar al centro de la tierra. Ya hace falta un poco de vértigo para la Maya. ¡Agárrate ahijado!

viernes, 5 de septiembre de 2008

Desde mi burbuja en Lima, más húmeda y lluviosa que nunca, recuerdo la Madrid del ¿primer mundo?


Hace exactamente un mes atravesé el Océano Atlántico, pasé por Dakar, el desierto del Sahara, Marruecos, el Mar Mediterráneo y la Bahía de Accio para llegar a Roma. 11165 km de distancia y ya estaba en el viejo mundo. Lástima que no pude bajar a conocer la ciudad del imperio, tuve que esperar unas tres horas más para tomar el avión a Madrid. El primer temor que tuve fue la maleta. Todas mis compras de Buenos Aires estaban en esa maleta mía, suficientemente grande para que entraran mis botas gauchas, mis carteras y los libros. Así que llegué a Barajas barajando la posibilidad de no encontrarla y, después de caminar y caminar, voltear, bajar escaleras y seguir caminando, al fin ubiqué el lugar para esperarla. Y ahí estaba.
Madrid me recibió con unos 40 grados o más, con un cielo despejado y un aire menos tóxico. O eso me pareció. Los taxis son un lujo, pero no había forma de que tomara el metro con aquella maleta que parecía llevar ropa para un año. Además, hay detalles que uno debe contemplar antes de un viaje a Europa, como estar preparado para gastar dinero. Y si uno llega con esa consigna duele menos, aunque no puedas evitar calcular una y otra vez cuántos humildes soles peruanos se te están escapando del bolsillo. Dicen que el que convierte no se divierte.
Pasamos, entonces, el trauma del taxímetro, lo que no se puede pasar tan fácil es el trato malhumorado y tosco, y la forma de hablar de los madrileños, parece que estuvieran en una carrera por ser los más inentendibles del planeta. Pero el detalle curioso de los taxistas es que en todo el tiempo que estuve en Madrid nunca me dejaron en el lugar exacto al que me dirigía. Siempre una cuadra más arriba o más abajo, que por aquí no se puede pasar, que es un lío dar la vuelta. En fin, no viajé para hacerme mala sangre. Visité a algunos buenos amigos y fui parte de sus rutinas. Si vas de compras tienes que empacar tú mismo y cargar las bolsas, para luego correr al metro, por lo que hay que hacer varios viajes por semana si quieres llenar el refri. Tomar una conexión, luego otra, y esperar con el sudor derritiéndose en tu entrepierna. Llegas a un piso minúsculo, otro abrazo de calor te espera. Imposible pagar por un aire acondicionado. Y ni qué decir de la ayuda doméstica. Para las casadas con hijos, solo quedan las guarderías. Comer en platos descartables para no ensuciar demasiado. Llevar a los hijos a cuanta reunión tengan porque no hay donde dejarlos. Acostumbrarlos a las malas noches, a las conversaciones de adultos, al humo del cigarrillo. Eso es lo peor de España, el humo. No importa dónde estés, siempre te alcanza: osado, impertinente, invasivo, amparado por un calor que lo hace más resistente e insoportable. Increíble que en Perú seamos más concientes con los no fumadores. Y el trato, vuelvo al trato, no existe el por favor, ni el gracias. ¡Nuestras lisuras limeñas son caricias! No hay lugar para las sonrisas, aunque sean falsas como las nuestras, ni para nuestros típicos diminutivos.
Lo bello de Madrid: caminar por una callecita del centro y escuchar extasiada una banda de música clásica. El encuentro multicultural, la historia, los museos, el pulpo a la gallega, las librerías. La noche madrileña llena, rebalsando en las esquinas. Lo que me quitó el aliento: el Cristo Crucificado de Velázquez, que el pintor hizo por encargo de un caballero que quería expiar sus culpas por haberse enamorado de una monja. Además, por supuesto, cómo olvidarlo, el hotel Alicia Room Mate, ubicado en la calle Las Letras, al frente de la plaza Santa Ana. Cómo no apreciar esa maravilla, un hotel de diseño en pleno centro de Madrid y a tan solo 90 euros (sí, eso sí me pareció barato comparándolo con los hoteles de Lima), sobre todo después de haber pasado una noche en el departamento de un buen amigo peruano que me ofreció su sala para dormir. Antes de acostarme me dijo, ¿qué prefieres, bulla o calor? Obviamente le dije bulla —en Lima estoy acostumbrada al ruido porque vivo en una avenida—, así que procedió a abrir la ventana. Resulta que el chico vive en pleno centro de Madrid (a dos cuadras del hotel Alicia), en la calle Echegaray, repleta de bares y juerga nocturna y, créanme, esa noche la bulla venía desde el mismo infierno de Dante. Gritos, insultos, botellas que se estrellaban contra el piso, música estridente que aparecía de pronto, para luego ocultarse en voces de todas las lenguas. Llantos, risas, súplicas. Cuando salí para ir al aeropuerto, a las tres de la mañana, vi a un par de chicas muy jóvenes, coqueteando con unos tipos en la puerta de un local. Una se ellas, con una micro falda, se balanceaba de un lado a otro con una botella en la mano, y la otra estaba sentada en una vereda con las piernas estiradas y los ojos perdidos, a medio abrir. Fue solo un momento que vi esa escena desde la ventanilla del taxi. Un chispazo de conciencia. ¿Es que acaso me había convertido en una vieja? No. Soy madre y ya no hay vuelta atrás. Imaginar a mi hija en una situación así, tan desprotegida y vulnerable hizo que mis sienes estallaran. Recordé que no había dormido nada, felizmente llevaba en la cartera varias pastillas para el dolor de cabeza. La noche madrileña, que en un principio me había parecido divertida, se estaba desbordando en mi cerebro. ¡Y era lunes!

Plaza Santa Ana


Hotel Alicia Room Mate

Hoy, que he vuelto al hogar, estoy convencida de que prefiero mi ciudad tercermundista. No puedo negar que vivo en un país con muchísimas diferencias económicas, sociales y culturales y que yo pertenezco a la minoría. Tengo suerte de vivir en mi burbuja, pero aquí caí y aquí me hice. Mi departamento de 117 m2 es un lujo, comparado a lo que vi en Madrid (63 m2 por un millón de dólares!!!). Tengo un Wong, a pesar de que ahora es chileno, y a mi hija la cuida un ángel cajamarquino que llegó para hacerme la vida más fácil. Así que me quedo aquí, con mis cholos, con los ambulantes de las avenidas, el caos vehicular, con Allan, con la hipocrecía limeña, con mi ciudad chiquita, nada exuberante, ni inmensa, pero mía. Con los pocos sitios que hay para salir y que paran reventando. Con mi cevichito, mis choclos serranos, mi quesito fresco, mi chifita, mis anticuchos, mi fruta abundante. Con mis Sublimes y mi Inca Kola Diet. Aquí con poco se goza y además tenemos playa a la vuelta de la esquina!!!!!
Si quieres crecer y madurar, sal de Lima, anda a sufrir. Sufre peruano sufre ¿no dice el dicho? Eres un profesional y mientras aquí enseñabas en la universidad ahora te sacas la mugre vendiendo y cargando libros en Madrid. Todo por estar en el primer mundo, en el mundo de las oportunidades. Experimenta, vive, conoce, aprende a hacer las cosas por ti mismo y luego regresa amando más a tu país, valorando lo que tienes. Me molesta acudir a un dicho tan común, pero no me queda más que repetirlo: uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde.
Estoy segura de que nada es fácil ni aquí ni allá, pero por ahora yo me quedo aquí, dispuesta en encontrar mi oportunidad en este país que cada vez me hace sentir más orgullosa, a pesar de todo.