domingo, 26 de diciembre de 2010

Una historia de Navidad

Mike Stilkey, artista californiano que pinta sobre las tapas de libros apilados utilizando acrílicos y lápices de colores.

Había una vez una bella mujer que vivía en un gran palacio. Era muy buena y compartía sus riquezas con los más necesitados. Sin embargo, había algo que no podía compartir. Era lo más preciado para ella, lo más valorado, su gran debilidad: los libros.
En su palacio tenía una biblioteca de dimensiones inimaginables. Con escaleras y todo, como en las películas. Se podría decir que tenía todos los libros que se habían escrito en la historia, y por ellos, aquella bella y bondadosa mujer se convertía en el ser más egoísta del mundo.

Un día, llamó a su puerta una pordiosera con una niña pequeña. Buscaba un regalo de navidad para su hija. La bella y bondadosa mujer no dudó en regalarle comida, ropa y zapatos, pero la pordiosera quería otra cosa. Después de agradecerle por su generosidad le dijo: Yo sé que usted tiene la biblioteca más grande de este lugar y quería que me regale un libro de cuentos para mi hija. Todas las noches me pide que le lea un cuento pero no tengo qué leerle. A la bella y bondadosa mujer se le borró la sonrisa. No puedo darle lo que me pide señora, le dijo. Y cuando estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara, la pordiosera se lo impidió con la punta de su zapato. Está bien que regales lo que te sobra, pero también tienes que aprender a desprenderte de aquello que atesoras tanto y ¡Zaz! De pronto, se convirtió en una hechicera de pelo blanco y ensortijado, y su hija en una gran varita mágica que la apuntó directo a la panza. Por ser tan egoísta, te convertirás en la mujer más gorda que se haya visto jamás, porque estarás repleta de todas aquellas historias que nunca has querido compartir. Y la única manera de que pierdas peso será contando cada una de aquellas historias que guardas con tanto recelo. Y otra vez ¡Zaz! La bella y bondadosa mujer se convirtió en la gorda más gorda que se haya visto jamás…

-¡Ay mamá! ¡Ya no me sigas contando! ¡Qué feo cuento!
-¿Pero no quieres saber qué le pasó a la gorda cuenta cuentos?
-¿Se volvió flaca alguna vez?
-¿No dices que ya no quieres que te siga contando el cuento?
-¿Te lo estás inventando ahorita?
-Si pues, si me pides un cuento nuevo cada noche, ¡de dónde voy a sacar tantos!
-¡De tu panza pues mami!
-¡Golpe bajo!
-¿Qué es golpe bajo?
-Que me diste donde más me duele.
-¡Pero yo no te he golpeado!
-No, es una forma de decir hija. Me has dicho gorda.
-¡No!
-Ay, ya vamos a dormirnos hijita.
-Pero no me has contado mi cuento de navidad.
-Es que ya no tengo más cuentos en la panza hija.
-Mamá, ya tengo sueño.
-Ya amor, duérmete rico.
-¿Pero se volvió flaca la gorda cuenta cuentos?
-No lo sé. Recuerda que recién lo estoy inventando.
-Entonces que ocurra un milagro de Navidad mami.
-Ya hijita, voy a buscar una buena dieta de libros para adelgazar a la gorda. Mañana te cuento.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Buenos Aires para la Maya

Foto: Katya Adaui

Llegué a Buenos Aires para asistir al Ojo de Iberoamérica, un festival de publicidad. ¿Lugar? Hotel Hilton de Puerto Madero, el mismo de Nueve Reinas. ¿Se imaginan lo lindo que es salir a buscar un lugar para almorzar por esos lares? Además de alimentarme con jugosos bifes durante tres días, mis ojos se alimentaron con el río y sus embarcaciones, los árboles de Jacarandá, el puente de la Mujer y por supuesto, como no decirlo, con alguno que otro dios de carne y hueso que paseaba por ahí. Oh! Hay tanta belleza en ese lugar que hasta las grúas decidieron echar anclas y quedarse para siempre como parte del paisaje. Cómo lamenté no haber llevado mi cámara de fotos. La sacrifiqué por mi laptop, según yo era demasiado peso para el equipaje de mano. Gran error. Mientras Kat disparaba como loca yo la miraba mirar y quería ahogarme en las aguas turbias del río cada vez que se me ocurría algún encuadre, o sea, a cada paso. Y aunque mi querida amiga compartió su Nikon conmigo y se dedicó a tomarme fotos sorpresa, siempre con la melena de protagonista, nunca pude olvidar a mi humilde y maravillosa Olympus. Primera lección aprendida: la cámara de fotos es la extensión de tu brazo cuando sales de viaje.

Como comprenderán, nuestros paseos en Puerto Madero fueron un verdadero deleite, aunque solo podíamos mirar el menú, no solo porque una simple ensalada podía costar 50 soles aprox, sino porque nuestros corazones ya están cazados. Además, no toda la carne era premium, también estaban los comunes mortales que encima eran los más descarados. No tenían reparos en mirar de frente a su objetivo, las chichis. Pero eso no era lo peor, sino las caras triple X!!!! En un segundo me convertía en el asado de tira más deseado del puerto. Claro pues, me decía Kat, qué querés ché, si tus chichis están malcriadísimas, contrólalas!!!! Pero la Maya se había tomado muy a pecho el calor del lugar y necesitaba sacar a pasear a sus compañeras inseparables.

El primer día del festival llegué a las seis de la mañana y me eché unas horitas para descansar antes de la jornada. Kat llegó a las ocho y no contenta con despertarme, pegó el grito en el cielo porque nos habían dado una cama matrimonial!!! De pronto nos habíamos convertido en marida y mujer. ¿Pero no has pedido que nos cambien de cuarto? Me dijo. No, contesté somnolienta, asumí que la habitación con camas separadas era más cara y estaba dispuesta a compartir sábanas contigo mi querida, le dije. Estaba equivocada. Después de mi descanso pedí el cambio de cuarto y no hubo ningún problema. Nos dieron uno más espacioso y mi personalidad expansiva se aprovechó para apropiarse de casi toda la habitación. Mi ropa y mis efectos personales se desparramaron por todos lados: una silla, dos sofás, el elegante escritorio y la mitad de la única mesa de noche. Kat no protestó pero llegó tarde la primera noche, la segunda no llegó, mientras yo me despertaba a cada hora de la madrugada, con calor y escuchando ruidos extraños.
Llegó el segundo día del festival. Por la noche iban a dar una fiesta, pero Kat había decidido abandonarme por su mejor amiga, iban a ir juntas a un taller de literatura. Yo tenía ganas de perderme en el barullo de los creativos relajados y no en el de los intelectuales, así que después de que terminaron las charlas regresé a mi hotel a descansar y a arreglarme un poco, porque a nosotras las minas nos gusta estar lindas viste? Claro, sin exagerar, no podía olvidar que se trataba de una reunión de publicistas. Todo se redujo a un pantalón negro, un bonito polo, mis gladiadoras, el make up infaltable y el perfume elegido para el viaje: Delices de Cartier (me lo compré en aires argentinos la primera vez que visité la ciudad, en mi memoria tiene el aroma de BA). Todo estaba rebien ché. Así que pedí mi taxi al Hilton y me sentí Paris, hasta que llegué a la entrada del lugar, pasé mi fotochek y nada. Error. La señorita me dijo que seguro se había desactivado mi tarjeta, que debía acercarme al módulo para que me la cambien. Le hice caso. Me acerqué obediente a recibir mi nueva credencial sin imaginar que pasaría el roche de mi vida, no estaba invitada al evento. La señorita, tan prolijamente uniformada, me dijo que solo tenía acceso a las conferencias, no a las premiaciones ni a las fiestas. ¿What? ¿No estaría Tinelli por ahí con su cámara escondida? O sea, de nada te sirve tu maquillaje, tu polo bonito ni tus gladiadoras mamita, regresa a tu hotelito nomás, misia. Se imaginarán la humillación. Me sentí como aquellos niños que los llevan a Disney y les prohíben comprar. Hay que estar agradecidos de estar en la tierra mágica y que ni se les ocurra atreverse a pedir un llavero de Micky!!! (no te preocupes hijita, ya estoy ahorrando para nuestro viaje). Entonces, no era broma, me iba a perder el espíritu del festival. Pero señores, las mentes creativas no solo vivimos de trabajo, también necesitamos de un poco de baco y sus secuaces, porque para crear todo cuenta y como decía Fernanda Romano en su conferencia, el pensamiento no es lineal. De pronto, una gran idea puede surgir de la unión de dos eventos completamente desconectados. Además, tenía ganas de contagiarme de la euforia del aplauso. Si se me caía la lágrima solo de ver el comercial de Telefónica (conectados podemos más) en la exhibición de finalistas. Y eso que no soy precisamente fan de la marca, ni conozco a los creativos, pero cuando estás fuera de tu país, suena Perú y ves un comercial tan emotivo y con tantas imágenes de tu tierra bendita se te paran los pelos del cuerpo.

Salí a las diez de la noche del Hilton y mi mejor consuelo fue irme a escribir, pero como en el hotel era demasiado caro el acceso a internet, decidí ir al Starbucks de Puerto Madero (no sabía que había uno a cinco cuadras de mi hotel). Le pregunto al taxista si es peligroso caminar por ahí, me dice que no. Salgo y casi no veo gente en la calle. ¿No que las noches porteñas eran eternas? Camino a paso ligero, no me gusta nada estar tan sola, hasta que finalmente llego al café. Hola, ¿me podría decir a qué hora cierran por favor? En diez minutos, me dicen. No!!!! En Lima los Starbucks cierran a las dos de la mañana!!!! Qué pasa con esta ciudad ché!!!!
Al día siguiente me consolé con Galerías Pacífico y su maravillosa tienda PRUNE, y en vista de que ya no podía estar entre creativos despeinados, por la noche decidí unirme al clan literario de mi amiga Kat. Fuimos a un bar en donde recitaban poesía, a la tanguería de Roberto y al bar Río de la Avenida Honduras, de donde casi nos botan por escandalosas. Éramos un grupo de féminas eróticas que aullaba con la luz de la luna, producto de una botella de vino y de una bebida extraña de nombre impronunciable.

Mi historia de amor con Buenos Aires no acaba aquí. Y si me preguntan qué fue lo que más me gustó de este viaje no hablaría de sus bifes jugosos, ni de sus hombres-dioses o de su tango. No. Lo mejor de este viaje fue el humor gaucho. El último día de mi estancia, mientras volvía a mi hotel distraída con un cartel gigante de un guapo semi calato, la voz de un GPS liso me sacó del trance: pelotudo, para qué mierda tenés GPS si no me das bola. Y luego: Hacé 1.8 el culo te abrocho km y doblá a la derecha. Reí a carcajadas. Un motivo más para amar a esta ciudad suelta de lengua. Buenos Aires siempre nos traerá buenos aires señores. Un comercial y regreso!!!!

jueves, 11 de noviembre de 2010

Trinity en el país de las maravillas


Quiero ser el sombrerero, le dije a las amorcinas, pero ninguna me hizo caso. Parecía que a nadie le entusiasmaba el personaje, cuando a mí me fascina, sobre todo el que interpreta Johnny Deep. Me enamoré del loco enamorado de Alicia, el que sufre cuando ella debe regresar a su realidad (me fascinan los amores imposibles). Alicia se despide diciéndole que no se puede quedar porque hay preguntas que debe responder, cosas que debe hacer. Igual que yo. También tengo que hacer muchas cosas antes de entregarme a la locura y ser feliz en el país de las maravillas, por eso es que finalmente cedí y elegí a otro personaje para el concurso de halloween de la oficina: a Trinity de Matrix. Claro, no sin antes prometerle al sombrerero que no lo olvidaría al despertar. Imagínense, yo quería dormirme en el sueño de Alicia y terminé queriendo despertar y convirtiéndome en una guerrera que sale de la Matrix. Cuando me puse el disfraz me di cuenta de que no pude haber elegido mejor, porque mi momento ahora no es de escapar sino de enfrentar: mi pasado, mis miedos, mis insatisfacciones. Hace poco me dijeron que Saturno había estado pasando por mi luna. ¡Con razón! Saturno frustrándome, yo queriendo parar el mundo para bajarme en el sueño de Alicia y finalmente tomando las armas. Creo que ya me volví loca de verdad. Algunos dicen que para sobrevivir tienes que estar tan loco como un sombrerero. Sopórtenme, es la influencia del planeta de los anillos señores. Ya pasa.


¿Se acuerdan que en el post anterior me quejé con un tal señor romántico porque ya no mandaba flores? Pues dio resultado. A los dos días me llegaron doce rosas rojas. Y yo que estaba con la honda de los amores imposibles. Sufriendo al lado de Roxana cuando le dice a Cyrano en su lecho de muerte: solo he amado a un hombre en la vida y lo he perdido dos veces. Hermosa frase, hermoso el Cyrano incondicional (otro personaje fascinante) pero mucho dolor!!!! Uno puede elegir morir por alguien o ser feliz con alguien. Yo elijo lo segundo, porque tengo una hija que necesita una mamá viva y con armas para defenderla. Una mamá Trinity que encontró a su Neo, que lucha a su lado, codo a codo, casi no duerme y encima vuela! ¡No puedo creerlo!, dice alguien por ahí. Y yo le respondo como la reina de corazones: respira profundamente y cierra los ojos. Es inútil probar, continúa ese alguien incrédulo, uno no puede creer en cosas imposibles. Y yo le sigo respondiendo como la cabezona: me atrevería a afirmar que no has tenido mucha práctica. En ocasiones he llegado a creer hasta seis cosas imposibles antes del desayuno.

Todos deberíamos practicar lo que dice la reina de corazones, hasta lograr doblar cucharas con la mente. Con eso olvidaríamos dolores sin olvidarlos y seríamos felices a pesar de haber creído que lo hemos perdido todo.
Este halloween ha sido un buen momento para volverme un poco más loca, y para celebrar una victoria junto a mis amorcinas queridas. Ganamos el concurso!!!! Y hoy lo celebramos con un rico almuerzo.

El genial Lewis Carroll propuso una adivinanza que no develó en sus libros, la cual ha suscitado muchas interpretaciones: ¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?
Quiero terminar este disparatado post con la siguiente adivinanza ¿En qué se parece la Trinity de Matrix al Sombrerero de Alicia?

domingo, 17 de octubre de 2010

De flora y fauna


Mi tercer centro ha colapsado. Para explicarme mejor, el tercer centro es el que está arriba del ombligo, es de color amarillo, y ahí es donde se concentra todo nuestro hacer. Es la fuerza que nos empuja a producir. Pero se me pasó la mano, bajaron mis defensas y dejé la puerta abierta para que entraran a mi organismo ciertos inquilinos malignos. Después de aquel fatal diagnóstico de gastritis severa visité a otro médico, menos pomposo y más cálido. El tipo de doctor que, con una sonrisa en los labios te dice que estás más cerca de la tumba que del trabajo (acuérdense que vivo al frente del lugar en donde laboro), tomándolo con calma y buen humor. Así, me sometí a pinchazos, insólitos soplos en unos globos metálicos para detectar si mi aliento estaba contaminado y, por supuesto, a aquella prueba que no podemos evadir los que sufrimos del estómago, la tan temida prueba de heces, o por decirlo de otra forma y ponernos a tono con Al Gore: la prueba de la verdad incómoda. Pero mi nuevo médico, más conocido como Benito Bodoque de Don Gato y su Pandilla, no se contentó con una de esas pruebas incómodas. No. Su afán por descubrir qué había más allá de mis entrañas lo hizo llevarme a tres nauseabundos días en los que tenía que recoger mis regalitos, ponerlos en un frasco esterilizado y, agárrense los asquientos, guardarlos en el refrigerador para que no se descompongan hasta llegar al laboratorio. Por supuesto que, para mí, eso era lo de menos. Ya había tenido suficiente con todos mis malestares, privaciones y sobre todo con tener que partir mis pastelitos con cucharita de plástico, al borde del vómito. Mientras lo hacía, me decía a mí misma, piensa en otra cosa, imagina que es un pedazo del delicioso tres leches de chocolate, el nuevo invento de mamá. Pero era imposible. ¿No dicen que la realidad siempre es más impresionante que la ficción? Aunque mejor me abstengo de dar más detalles del asunto porque la vez pasada una señorita expresó su gran desagrado respecto a mi anterior post con solo una frase: “Qué horror!!!!!”. Me dio mucha risa. Su etapa anal no la debe tener resuelta, y seguro yo tampoco, solo que la manifestamos de formas diferentes. En fin. Pero como soy boca floja y todo lo cuento (tranqui amigas, a ustedes siempre las disfrazo), le comenté mi hazaña del refrigerador a cierto hombre romántico que expresaba su amor por mí mandándome flores y chocolates (por cierto, parece que ha olvidado el número del delivery). Su respuesta fue tan conservadora como su personalidad: cómo había osado colocar un frasco de análisis en el lugar inmaculado de dónde salían sus fabulosos planchaditos o sus mayapizzitas. Lo invadió una mezcla de incredulidad, gracia y miedo. Y aquella impotencia por no poder detener ese hecho ofensivo y grotesco le dio un matiz cómico y relajante a todo este asunto. Así, la Maya fastidiosamente morbosa le seguía contando los detalles para espantarlo aún más y reír a carcajadas, que buena falta le hacía. Pero si aquello emana gases tóxicos!!!!!, me dijo. Nada iba a hacerlo entender que mis pastelitos no significaban ningún peligro. Estaban guardados como las muñequitas rusas, dentro de un frasco cerrado, dentro de una caja y dentro de una bolsa plástica. Por supuesto, eso no era suficiente para él ni para su hija casi adolescente que me miraba como un ser de caca-galaxia. A la mía, en cambio, le causaba gracia y desconcierto. Mi niña bonita les contaba en secreto, una y otra vez, el gran atrevimiento de su mami riendo a carcajadas como yo.
Pero la gracia llega hasta ahí. Cuando volví al consultorio del Dr. Benito para recoger mis resultados, el hombre no podía estar más sorprendido y risueño. Esta última característica fue la que más me preocupó. Ya sabía que algo malo se avecinaba. Dígalo rápido por favor, decía entre dientes. ¿Pero qué come Ud. Señora?!!!! Tiene una flora abundante pero de muy mala calidad, me dijo. Y después de explicarme exactamente qué tenía, con toda aquella paciencia que lo caracteriza, yo vi a mi querida flora de otro modo (es que siempre prefiero ver el lado positivo a las cosas). Era una flora extremadamente acogedora y confiada, que albergaba a una fauna variopinta: al capo de la banda microbio, el peligroso elicobacter, y a su angurrienta esposa ameba que amenazaba con seguir creciendo y finalmente convertirse en la gran dictadora de izquierda radical que me quitaría mis deliciosas riquezas, ganadas con el placer de mi boca, para repartirlas entre ella y los pobres organismos eucariotas que ya habían tomado mi estómago por asalto.
Como comprenderán, salí del consultorio deprimida, y para rematarla, llamé inmediatamente a mi querido amigo romántico (la Maya ha cambiado, ahora también acepta peluches… de El Grinch), quien no tuvo la mejor idea de decirme: ¿y es contagioso?

La lucha ya empezó. Lo malo es que el poderoso armamento de antibióticos y antiácidos me están matando a mí también. ¿Es que así son las batallas no? En los dos bandos siempre hay heridos, pero debo ser fuerte y luchar hasta quemar el último cartucho. Aunque teniendo en cuenta el historial de héroes poco respetados con los que cuenta nuestra patria, mejor me defiendo nomás sin pretender la gloria, sino solo la sobrevivencia.
Señores, apoyen la causa (cómanla por mí) y envíenme largo aliento.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Hora de evacuación


Gastritis severa. El médico revisa mis resultados mientras habla por el celular a gritos y ultima detalles de un viaje para la siguiente semana. Luego, inserta un cd en uno de sus dos monitores gigantes ultra washi washi (tenían que ser Apple, por supuesto) y reniega entre dientes porque su súper máquina no lee el disco. Tengo que sacar mi copia de la cartera para relajar al gordito y aprovecho para preguntar: ¿Dr. qué es la gastritis? (quiero sentir que estoy aprovechando en algo todo lo que pago en la Clínica Anglo-Succión). Sigue en su mente, tal vez pensando en el churrasco que va a comer más tarde y que se atreve a prohibirme. Es una irritación del estómago, dice, después de medio minuto de silencio, e inmediatamente aparecen las imágenes. Primero vemos a mi esófago, muy lindo él, mientras entra la cámara en una carrera vertiginosa. Hasta ahí todo bien. Luego llegamos a la boca del estómago. El médico hace un stop brevísimo y me dice que tengo una pequeña hernia. ¿What? Se me desencaja la mandíbula (más, imagínense). Lo de la gastritis lo imaginaba, pero lo de la hernia estaba totalmente fuera de los planes. Seguimos avanzando y llegamos al centro del problema, las heridas. Vemos unas imágenes medio nerviosas y luego la cámara escapa hacia un agujero que se abre y se cierra, como una criatura marina hambrienta. ¿Qué es eso Dr.? Es el píloro, dice. ¡Y eso! ¿Es sangre? Digo horrorizada (ahora no sólo la mandíbula está desencajada, sino que las aletas de mis fosas nasales se abren tratando de contener el espanto). Sí, el estómago sangra un poquito cuando se hace la biopsia, no pasa nada. ¿Un poquito? Parecía que Freddy Krueger había estado entrenando en mi estómago!!!! Finalmente la película termina, antes de que se me bajara la presión. ¿Dr. la hernia se cura? No, dice él de la forma más fría e inexpresiva. Las hernias crecen con el tiempo. Se vuelve a quedar mudo, sigue escribiendo sus notas en la historia clínica, y cuando estoy a punto de preguntarle cómo debo cuidar mi hernia me interrumpe con un movimiento brusco y se desplaza en su silla de un lado a otro. Llama a su secretaria, le dice a gritos que no está su sello. Por Dios, SU SELLO!!! Cuelga furioso y piensa en voz alta: dice que está al costado el selllo de miér….coles. Al parecer, se da cuenta de que existo, de que hay un paciente que lo saca de quicio porque no sabe lo que es una gastritis ni un píloro. ¿Lo ves? Me dice, bajando el tono, medio cohibido. Vuelve a darse cuenta de que no soy un ítem apto para el maltrato. Solo soy un ser ignorante que debe tratar con lástima, desde su posición de eminencia. Cuánta razón tenían mis amigas al decirme que era como Dr. House. Si al menos hubiera tenido la mitad de su pinta lo perdonaba. Al poco rato entra la secre corriendo y disculpándose. Se dirige a la habitación contigua y finalmente saca el famoso sello. Ya sabes que me enerva cuando no encuentro mis cosas, me pone de muy mal humor cuando mi trabajo no fluye, sigue renegando… por un sello. Y yo sigo desencajada, ya no por mi estómago herido sino porque este señor histérico tiene la raza de decirme que la gastritis es por estrés. ¡Por Dios! ¡Qué tendrá él adentro! Pero Dr. insisto, qué puedo hacer con el tema de la hernia. Me mira a los ojos por primera vez, toma una pausa y dice: Comer lento y defecar.

¿Por qué será que las mujeres somos las que más sufrimos con el tema fecal? Porque nos han educado desde chiquititas para ser princesas. Cómo puede salir de nosotras aquella materia apestosa, de nuestros potitos inmaculados y blanquitos. Cómo nos vamos a tirar pedos, tener retortijones o mucho peor, pujar!!! No, ya suficiente tenemos con el pujo materno y con toda aquella exhibición impúdica que implica el parto. ¿Pero defecar? Ahí están pues, todas las mujeres que sufren por el tema escatológico. Qué levante la mano quien no sufrió por estreñimiento. Cuando veo a alguien quejarse por un jefe injusto que lo trata con la punta del zapato, le recomiendo que lo imagine por un segundo en su estado más precariamente humano, haciendo caca. Ahí todos pierden el porte, la hidalguía, el aura mágica que les creamos alrededor, y bajan directo de lo onírico a un vil y terrenal water. Hasta el jefe máximo o la persona más refinada, estirada, alzada, importante o pipirisnice se sienta en un excusado y por un momento se convierte en un ser vulnerable. Y miren qué curioso, se le llama excusado al lugar donde expulsamos nuestros desechos. Es decir, el lugar donde pedimos disculpas por nuestras miserias.
En fin, mi discurso se fue por otro lado. No quería hablar de este tema tan incómodo. Aunque ahora que me acuerdo, Vargas Llosa en su libro “Elogio de la madrastra”, dedica un capítulo a las abluciones de Don Rigoberto, y describe el acto de defecar de una forma tan poética, tan descriptiva, tan sensorial. No puedo más que dejarlos con un extracto de su genialidad:

“…Se quitó la bata, la colgó detrás de la puerta y, desnudo, solo con las zapatillas puestas, fue a sentarse en el excusado, al que separaba del resto del baño un biombo laqueado con unas figurillas danzantes de color celeste. Su estómago era un reloj suizo: disciplinado y puntual se vaciaba siempre a estas horas, totalmente y sin esfuerzo, como dichoso de desembarazarse de las pólizas y rémoras del día.
Desde que, en la mas secreta decisión de su vida –tanto que probablemente ni Lucrecia llegaría a conocerla a cabalidad– decidió, por un breve fragmento de cada jornada, ser perfecto, y elaboró esta ceremonia, no había vuelto a experimentar los asfixiantes estreñimientos ni las desmoralizadoras diarreas.
Don Rigoberto entrecerró los ojos y pujó, débilmente. No hacía falta más: sintió al instante el cosquilleo bienhechor en el recto y la sensación de que, allí adentro, en las oquedades del bajo vientre, algo sumiso se disponía a partir y enrumbaba ya por aquella puerta de salida que, para facilitarle el paso, se ensanchaba. Por su parte, el ano había empezado a dilatarse, con antelación,
preparándose a rematar la expulsión del expulsado, para luego cerrarse y enfurruñarse, con sus mil arruguitas, como burlándose: «Te fuiste, cachafaz, y nunca más volverás». Don Rigoberto sonrió, contento. «Cagar, defecar, excretar, ¿sinónimos de gozar?», pensó. Sí, por qué no. A condición de hacerlo despacio y concentrado, degustando la tarea, sin el menor apresuramiento, demorándose, imprimiendo a los músculos del intestino un estremecimiento suave y sostenido. No había que ir empujando sino guiando, acompañando, escoltando graciosamente el desliz de los óbolos hacia la puerta de salida. Don Rigoberto volvió a suspirar, los cinco sentidos absortos en lo que ocurría dentro de su cuerpo. Casi podía ver el espectáculo: aquellas expansiones y retracciones, esos jugos y masas en acción, todos ellos en la tibia tiniebla corporal y en un silencio que de cuando en cuando interrumpían asardinadas gárgaras o el alegre vientecillo de un cuesco. Oyó, por fin, el discreto chapaleo con que el primer óbolo desinvitado de sus entrañas se sumergía –¿flotaba, se hundía?– en el agua del fondo de la taza. Caerían tres o cuatro más. Ocho era su marca olímpica, resultado de algún almuerzo exagerado, con homicidas mezclas de grasas, harinas, almidones y féculas rociadas de vinos y alcoholes. Habitualmente desalojaba cinco óbolos; partido el quinto, luego de unos segundos de espera para dar a músculos, intestinos, ano, recto, el tiempo debido a fin de que recobraran sus posiciones ortodoxas, lo invadía ese íntimo regocijo del deber cumplido y la meta alcanzada, la misma sensación de limpieza espiritual que lo poseía de niño, en el colegio de La Recoleta, después de confesar sus pecados y cumplir la penitencia que le imponía el padre confesor. «Pero limpiar el vientre es mucho menos incierto que limpiar el alma», pensó. Su estomago estaba limpio ahora, no cabía duda. Entreabrió las piernas, agacho la cabeza y espió: esos volúmenes cilíndricos y parduzcos, semiahogados en la taza de loza verde, lo probaban…”

Ahora la Maya regresa a su dieta, prohibida de carnes, grasas y alcoholes, y de lo peor de todo, de hacer siesta después del almuerzo. Me toca pedir perdones, Dios quiera como Don Rigoberto.

jueves, 29 de julio de 2010

Maya mundialista

Ya sé que es un poco tarde para hablar del mundial pero han pasado demasiados eventos en mi vida y he estado bastante ocupada como para sentarme a escribir. Hoy, después de mucho tiempo, me quedé sola y con energías. Una combinación que cada vez ocurre con menos frecuencia, así que cuando sucede hay que aprovechar (no pregunten por qué estoy con energías, adivinen nomás… sí sí por eso: hija de paseo, sueño saciado y mucho lagarto). Quizá porque es 28 y amo a mi país, a pesar de que nunca he visto a la selección peruana en un mundial, lo primero que me provocó escribir fue de esta fiesta extraña que te hace sentir más patriota que nunca. Claro, si eres parte de ella. A nosotros los peruanos el mundial nos restriega en la cara que tenemos un equipo paupérrimo. Pero también nos hace acordar que nuestras mujeres matan, y que somos un país de gente humilde, que siempre saca provecho de las situaciones desfavorables y que ama la celebración. Nosotros sabemos festejar el triunfo ajeno, de corazón, así como en Lesotho. Grandes los publicistas de Coca Cola, hicieron esa campaña para aquellos que se quedaron en la banca, para los que fallaron el penal, para los que recibieron tarjeta roja. O sea, para los perdedores del mundo, que son la mayoría. Otra campaña memorable fue la de Saga Falabella, en donde las mujeres aprovechan el fanatismo de los hombres para salir de compras y reventar la tarjeta. Mujeres inteligentes que no ven obstáculos sino oportunidades. Todo lo contrario a la campaña de una cerveza (para variar) que lo único que hace es mostrar a mujeres tetonas y taradas, y a hombres tan primitivos que solo les interesa el sexo. Señores publicistas, ya cambien su fórmula no?

Coca Cola mundialista, siempre tan creativa

Les parecerá extraño que dedique un post al mundial. Sí, es extraño porque siempre me he declarado enemiga del fútbol, y no por el deporte en sí sino porque algunos hombres se pierden a sí mismos, se embrutecen con la pelota. Nunca olvidaré un día que fui a Bembos con mis amigas del trabajo y vimos a un tipo hipnotizado frente al televisor. Había perdido el sentido de la ubicación. Hablaba solo, tenía el rostro desencajado, se agarraba la cabeza y estaba a punto de llorar. Nosotras lo observábamos incrédulas, ni siquiera sentía las miradas inquisidoras de cuatro féminas chismosas y descaradas. Por eso es que existen Riquelmes que se desnudan pues, porque las mujeres queremos atención y parece que la única forma de despabilar a los hombres peloteros es sacándonos la ropa (aunque conozco casos de esposas desesperadas que ni siquiera con eso lo logran, y yo les digo, ellos quieren variedad señoras, busquen al vecino y verán el efecto). Esa chica con nombre de heladería sí que supo llamar la atención y sacar provecho de la coyuntura mundialista. Se calateó igual aunque Paraguay no pasó a la semifinal. Lo que quería era mostrar sus carnes sí o sí, ella tenía que hacer noticia y la hizo. Hay mujeres que sueñan con la boda perfecta y con el príncipe azul, otras sueñan desde chiquitas con ser putas. No hay duda de que la Riquelme se llevó el primer lugar del 2010 y se coronó con la entrevista en el Francotirador. Podrá sentirse realizada.

Pero ojo, no sólo he rechazado el fútbol durante años porque los hombres nos ignoran, sino porque la fanaticada solo trae reacciones extremas, porque la gente sufre, llora y mata cuando debería dedicarse más a encontrarse a sí mismos y no a perderse en una cancha de fútbol. Porque nadie sabe perder ni ganar, porque los egos se exaltan, porque se endiosan a hombres tan perdedores y autodestructivos como Maradona, porque me parece desproporcionado el sueldo de un jugador de ligas mayores frente a la hambruna de miles de niños en el África. Sí ya sé, hay muchas injusticias en el mundo, bla bla bla, y business son business.
Tampoco me puedo poner tan extremista, que es lo que tanto critico. Veámosle el lado bueno al asunto. Finalmente el fútbol es un deporte, ayuda a descargar tensiones, está rodeado de una vibra de felicidad y euforia, puede unir a un país entero y cambiar el ánimo de miles de personas. ¿Se imaginan la energía que se habrá vivido en todo España después del triunfo? Cuántas disputas y desacuerdos se habrán resuelto, cuántos matrimonios se habrán reencontrado, cuántos negocios habrán surgido. La vibra positiva es tan grande que seguro hasta superan la crisis. Además, no se puede negar que en este mundial se vivió una mística muy especial con el waka waka, las vuvuzelas y con el pulpo Paul. Nos tenían podridos con el cefalópodo vidente, no se hablaba de otra cosa!!!! Hasta el presidente de la compañía donde trabajo lo tomó de ejemplo para que los que se encargan de la demanda hagan bien sus estimados de venta. Tienen que ser como el pulpo, dijo. Y yo pensé, claro!!! yo sería Paulina encantada de la vida!!! Así podría alcanzar con mis tentáculos a todos aquellos varones apuestos que sudan la camiseta como modelos de calendario. Sin duda, ellos fueron lo mejor de este magnífico evento. Cómo olvidar al gran Forlán con su colita y sus pectorales (mis respetos para ese equipo de valientes guerreros que no se amilanaron ante la frialdad alemana), o a Sneijder con sus ojitos rojos a punto de estallar, sentado en medio de la cancha después de la final. Provocaba consolarlo no?


Qué tal Forlán!!!!

Y esa mirada matadora de Casillas?

Y hablando de esa final, nunca he visto un partido con tantos fouls en mi vida, esos holandeses sapos cambiaron la marihuana del peace & love por la coca de la furia!!! Querían ganar literalmente a patadas. Aunque los que más me impresionaron de este mundial fueron los que fallaron los penales. Nunca olvidaré la cara de Cardozo. Su desconcierto y angustia, ese penal lo dejará marcado el resto de su vida. Y ni qué decir del negrito Gyan que incluso recibió amenazas de muerte cuando regresó a su país por haber perdido el pase a la final. Y el gran triunfador, al fin un país virgen!!!! Los españoles tienen vida coño, son apasionados, sabrosos e insolentes. Hasta la reina se soltó las trenzas y se ganó con Puyol en toalla. Y Casillas, tan sensible y hermoso él, llorando en el arco y luego chapando a su novia en plena entrevista. Pura emoción. En fin, por todo eso no podía dejar de escribir acerca de esta fiesta tan peculiar. En este mundial hubo de todo: latinos triunfadores, chicas generosas que se calatearon aunque perdieron, animales adivinos (no se olviden del cuy), entrenadores supersticiosos (sí, el francesito que no puso en la cancha a uno de sus mejores jugadores porque su carta astral no lo favorecía), reinas sin protocolo, shakiras africanas y hasta Mayas amistadas con el balón. Qué se creen, ya tengo asegurado mi pasaje a Brasil en el 2014!!!!



jueves, 20 de mayo de 2010

Yo amo a mi mami


Gracias a mi mami puedo usar zapatos de tacón y sonreír sin complejos. Cuando era niña, mis pies eran tan chuecos que solita me metía cabe y mis dientes gigantes de bugs bunny ocupaban el 80% de mi cara. Pero mi mami, bien linda ella, acostumbrada a llevarme a todos los médicos del hospital (cómo olvidar aquellos despertares al alba para hacer cola durante horas por una cita), me llevó también a los fierreros. Yo era la reina de los metales. Antes de usar los terroríficos braquets, fui la niña teletón. Usaba unos fierros que iban de los pies a la cadera y la gente creía que tenía polio (imagínense lo que era para mi madre llevarme al baño!!!!). Luego usé por años de años inacabables unos horrorosos zapatos ortopédicos que parecían mal puestos. A cada rato detenían a mi mamá en la calle para decirle que me había puesto los zapatos al revés.
En fin, mi mami hizo lo posible por arreglar las fallas de origen, aunque hubo algunas cosas que no pudo reparar como mi cara chueca, pero eso ya eran temas mayores. Cuando me llevó al especialista en boca y mandíbula, a pedido mío por supuesto, el doc me dijo que sería muy complicado y doloroso compensar la asimetría de mi rostro y que existía algo que se llamaba resignación.

Pero volvamos a mi madre que ella es el tema de este post. Mi madre bella. Es tan linda que cuando vivíamos en Piura, los taxistas le hacían las carreras gratis. Nunca olvidaré un día que iba caminando con ella por la Avenida Larco y un hombre comenzó a seguirnos. Yo estaba aterrada. El hombre no paraba de hablar, le decía que era hermosa y que quería casarse con ella. Mi mamá parecía no escucharlo. Seguía su camino, a paso ligero, tomando mi mano con fuerza. Seria, inmutable. En ningún momento giró la cabeza para responder los halagos, el acoso, diría yo. El hombre nos siguió dos cuadras hasta que se dio cuenta de lo que había hecho y se rindió ante ella pidiéndole disculpas.

Mi mamita, la que me compraba mi chocolate juguete de Motta, tocaba (y toca) el piano tan bonito que me embaucó y me hizo creer que yo también podría hacerlo igual. Imposible, jamás tuve aquella habilidad grandiosa para hacer volar los dedos como lo hacía ella con la Patética de Bethoveen. Qué placer era escucharla tocar los nocturnos, valses, mazurcas y polonesas de Chopin (mi favorito), La Danza Macabra de Saint-Saens, los preludios de Bach. Y aunque nunca aprendí a tocar como ella, descubrí que la música se entiende con el corazón. Los matices lo son todo: crescendos, piannísimos, prestos. Desarrollar el oído y la sensibilidad para tocar las teclas con la fuerza y la suavidad necesaria para estremecer. Lograr la independencia de manos y ver a tu zurda finalmente independizada de la mandona diestra. Además, la agilidad en los dedos que desarrollé en el piano ahora me sirve para el oficio de escribir. Nadie me gana con el teclado de la computadora. Todo eso gracias a ella.

Mi mami bruja que le hace honor a su apellido, Salem. Detectora de mentiras. Debería trabajar con el Dr. Lightman (que sugerente el nombrecito) de Lie to me. Lo sabe todo. Si no se lo digo yo, lo lee en mi tono de voz o lo sueña. Cuando sufro por amor y se lo oculto (porque así como ama demasiado también sufre demasiado), su mente se conecta astralmente con mi dolor y de inmediato comienza a tener visiones con el sujeto en cuestión. Incluso, el nombre del susodicho se interpone en nuestras conversaciones apareciendo de pronto como almas en pena. Por Dios!!!! Al final no me queda otra que confesárselo todo.

Mi madre salvadora. El eje y motor de la familia. Es la primera que detecta los problemas antes de que ocurran y siempre tiene la solución, la idea acertada, aunque me rebele y no le haga caso, al final siempre tiene la razón.
Mujer multiusos, 10 velocidades. Es médico, chofer, consejera, nana, profesora. Lleva, trae, recoge, saca de apuros, siempre lista. Tiene el don de la ubicuidad y la omnipresencia. Organizada, perseverante, luchadora. Es una hacedora nata. De sus manos siempre surgen maravillas. Desde la cocina y repostería, pasando por la música, hasta con los juegos de video. Se coronó como la campeona indiscutible de Mario BROS en todas sus versiones. Era tan fanática que consiguió el manual para aprender todos los secretos y trucos del jueguito y ni sus hijas ni sus nietas han podido derrotarla jamás.

Amiga de mis amigas y de mis novios, todos la aman, y hasta adoptó a mi primer enamorado como hijo porque el instinto materno se le desborda. Es la tía querida por su espíritu joven, entusiasta, alegre y confiable. Cómo olvidar aquella época en la que mi amiga, la Moti flacuchenta, se quedó tres meses en mi casa y mi mami logró lo imposible, engordarla cinco kilos. Es que aparte de su gran corazón es una cheff graduada en la mejor escuela del mundo, su casa, y con una especialización en engreimiento. Comíamos delicioso hasta en las épocas más pobres. Master en economía, era capaz de alimentar a quien llegara de invitado, visitante o huésped con exquisitos potajes. Recordada fervientemente por sus yuquitas rellenas de queso, es creadora del best seller, La torta estrella, y de tantas otras maravillas que son imposibles enumerarlas en un solo post.

Agilita, espídica, es la única abuela que conozco que va al gimnasio dos horas al día. Siempre abierta a nuevas experiencias, me siguió al yoga y a todas mis búsquedas espirituales, haciendo suyos también a mis maestros, gurúes y demás adivinadores, curanderos, espiritistas y videntes.
Devoradora de libros, amante de las flores, los perfumes y la ropa. Acompañante ideal de tiendas. Decidida, sabe lo que quiere, lo que le gusta y lo que me debe gustar a mí! Siempre estamos sintonizadas. Nos enamoramos juntas de Joaquín Sabina y odiamos con fervor a Arjona, en contra de los gustos torcidos de mi hermana.

Mi madre total. Tiene amor de sobra, risa de sobra, lágrimas de sobra. Es mi amiga, mi confidente, ha sido testigo de todos mis amores y desamores. Ha vivido intensamente mis crisis, mis rollos existenciales. Siempre conmigo, aunque haya estado equivocada, enseñándome día a día lo que es el amor incondicional.
Mi mami insuperable. Unica. La mejor. Ella es mi mayor referente para ser una buena madre, pero no le llegó ni a los talones, por eso la admiro tanto.
Y aunque hace tiempo pasó el día de la madre, ella no pasará nunca.

Te amo mamá.

lunes, 26 de abril de 2010

Alvaro sigue amando a Cristine


¿Se imaginan lo que es ir a un lugar a tomar unos tragos con tus amigas, para relajarte, para chismear, reírte, para hablar de hombres, de relaciones, de sexo y, de pronto, ves que por la puerta de aquel lugar ideal para parejas, súper quite, especialmente creado para conversar a la luz de las velas con un vinito, entra tu ex marido con su nuevo affair, agarre, saliente, calentado, amiga cariñosa, o más crítico aún (no quería llegar a eso), con la nueva firme? Uf! al fin respiré (no se me vayan a ahogar con la lectura). Eso le pasó a Cristine. Justo nos estaba contando, a la gringa y a mí, que acababa de estar en la casa con su ex y sus hijos, tomando lonchecito, como una bonita familia, y ¡zaz! El rostro lívido, los ojos amarillos de gata fijos en el horizonte. Carajo, carajo, carajo, está entrando Álvaro con una chica, y ya me vio. Y nuestras caras giraron de inmediato, tratando de disimular, pero finalmente apuntando al mismo objetivo. ¡No miren!

Era la primera vez que Cristine veía a su ex marido con una mujer. Se han separado hace más de un año y hasta ese día, ninguno de los dos se había encontrado con el otro en una situación parecida. Y, aunque ella jura y perjura que ya no volvería con él, y además sufre por otro que la chotea, fue un verdadero shock para ella ver al ex esposo en una cita.
Como comprenderán, fue el tema de la noche, sobre todo porque el mozo le dio una mesa muy cerca a la nuestra. Y nosotras, por supuesto, aprovechamos para analizar cada detalle de reojo: cómo iba vestida ella, si era bonita o muy chibola, si estaban tomando un trago y, sobre todo, quién estaba dirigiendo la conversación. Por supuesto ella, la pobre chica inocente que no tenía idea de lo que estaba pasando. Alvaro parecía totalmente desconcentrado, incómodo, apenas hablaba y tenía la cara desencajada. Se había sentado al frente de ella, pero apoyando su espalda en la pared del costado y en diagonal a la silla. Estaba ubicado en dirección exacta al ángulo donde se encontraba mi amiga. O sea, masoquista el hombre.
Cristine no quiso incomodarlo más, así que decidió ir al baño y al regresar se sentó en otra silla, dándole la espalda. Pero para efectos del chisme era lo mismo. La gringa y yo nos encargábamos de darle la información necesaria. El acariciaba un vaso de estridente gaseosa naranja y ella sorbía limonada frozen de una cañita. ¿Y qué creen que estaban comiendo? Una hamburguesa!!!! What? ¿Eso era una salida romántica? No way!!!! O el hombre estaba tratando de despistar a mi amiga a como diera lugar o es que realmente extrañaba mucho a sus hijos y quería rememorar su domingo familiar en Bembos. Lo que sí era cierto es que entre ellos no había ninguna conexión.
Por su parte, Cristine, aunque estaba impactada, sintió alivio porque ya tenía el permiso oficial para ser vista acompañada de cualquier prospecto de pareja. Había ganado una batalla.

En el fondo, y también en la superficie, todo se resumía a la culpa. El se sentía mal por haber sido el primero en hacer pública las evidencias de la separación y por darle carta blanca a SU mujer de hacer lo mismo. Se le había malogrado el plan al pobre chico y a nosotras se nos hizo la noche!!! Más allá de ponerle sal y pimienta a nuestra salida de chicas, ocurrió algo de película gringa que activó nuestras endorfinas a mil. La parejita terminó de comer y no se quedaron ni un minuto más. Cuando estaban en la puerta del local, el mozo se acercó a nuestra mesa y le dio un papelito a Cristine que decía: Todo está pagado. Disfruten la noche. El de lujo. What????? Se imaginarán el escándalo que armamos. Los gritos, las risas, el alboroto. La gringa prácticamente raptó al mozo para interrogarlo. ¡Teníamos que saber en qué momento le dio las indicaciones para el pago de la cuenta! ¡En qué momento había escrito esa nota! ¿Lo hizo en frente de la chica?, preguntamos atropelladas. Sí, nos confirmó él, ella se dio cuenta de todo.

¿Qué ocurre cuando las relaciones con los ex no están totalmente saldadas? Cuando de una u otra manera ellos siguen formando parte de nuestras vidas? Cuando, además de vidrios rotos en las botas, como diría Cristina y los Subterráneos, sabemos que en el bolsillo de alguna casaca que no usamos hace años duerme una flor? Pues comienzan las confusiones, las indefiniciones, las relaciones híbridas (sobre todo si son ex maridos y padres de nuestros hijos) y los dañinos sentimientos de culpa. Hasta que no encontremos esa flor marchita y le demos sagrada sepultura, nuestros ex nos pagarán, secretamente, las cuentas en un restaurante con la esperanza de ser considerados como los únicos o los de lujo.

Esa noche, más allá de que el grandioso gesto del ex podía significar su afán de demostrar que él era el HOMBRE, un ego-gentleman, un rico mac pato papá, a nosotras nos pareció un detallazo (¡hubiéramos pedido otra botella de vino caray!), y también nos confirmó algo evidente y enternecedor: que Álvaro sigue amando a Cristine.

lunes, 12 de abril de 2010

El juicio final

Perdí mi última tercera molar. Ya no me quedan dientes sabios. La doctora me dijo que era una muela flotante, que no tenía un diente que choque contra ella y que la única solución era la extracción. La idea no me preocupó porque cuando era niña pasé largas sesiones en la silla del odontólogo para que lograra lo imposible: que mis dientes de conejo no se salieran de mi boca. El hombre me sacó cuatro muelas y me torturó durante cinco años con fierros, paladares y bozales para reparar lo que había hecho mi pulgar en mi fase oral. Cada cierto tiempo, el dentista ajustaba mis alambres bucales hasta hacerme lagrimear y yo volvía a sentir aquella presión que no me dejaba comer, una sensación que a veces revive en mis pesadillas. Y las heridas, ¡ay las heridas! Cuando un fierrito rebelde se escapaba incrustándose en la piel, yo tenía que detenerlo con unas ceras anaranjadas, bien sobrias ellas, que complementaban a la perfección el look de una chica en la edad del Patito Feo. Así fue como mis dientes se la pasaron rumbeando de aquí para allá, desgastándose tanto que hoy me han diagnosticado “borramiento de la cresta ósea alveolar generalizada”. ¿What? Ahora necesito calcio a gritos y cuidar bien mis dientecitos para que no se me caigan antes de tiempo, sobre todo los delanteros que son los más críticos. O sea, ¡¡¡mi sex appeal!!! ¿Se imaginan a la Maya sin sus dientes de conejo? No way, esa no sería yo. En fin. Recuerdo que hace poco le dije a J, anda al dentista por favor, ¿no te daría miedo perder tus dientes? Ese es mi mayor temor, le dije. Y miren pues, siempre ocurre lo que uno más teme, por eso hay que echar al tacho los miedos, confiar en la existencia y visitar al dentista.

Así que ayer fui preparada para el juicio final. Me senté en el sillón de los acusados y abrí la boca. Dejé que la doctora me hincara con una jeringa para hacerme acordar de todos mis pecados. Vas a sentir un ligero pinchoncito, me dijo cuando acercó la inyección al paladar. Y pude sentir no solo el ligero pinchoncito, que sí era ligero, sino la fuerza que tenía que ejercer la doctora para atravesar el hueso de la cresta alveolar (ya me volví experta). Esperamos unos minutos para que haga efecto la anestesia y cuando ya no sentía parte de la lengua y el cachete le pidió a su asistente que sacara el “botador” para empujar mi diente de un lado a otro, e ir aflojando la raíz. Luego hizo su aparición el temido fórceps, el protagonista de la noche. Una pinza gigante y reluciente que se iba acercando a mi boca en cámara lenta, para atrapar mi diente y no soltarlo hasta hacerlo suyo. Me sentía en una sala de tortura en donde no existía más tortura que el miedo previo, la anticipación al futuro. El temor a un dolor que nunca sentí, pero que hacía que mi corazón se acelerara y que mi mano derecha se aferrara a su compañera izquierda como si las estuvieran obligando a separarse. Pero lo más horrible y delicioso a la vez, o sea, lo más morboso, fue sentir el cric cric del desgarro, cuando finalmente se estaba separando el tejido conjuntivo entre el diente y el hueso.

La doctora manos mágicas, bendita ella, había terminado con su misión: sacar de mi cuerpo (y alma) aquel diente que no tenía un receptor que lo contenga, que lo reciba gustoso, que lo acoja. Mi muela estaba sola y tenía suficiente espacio para seguir creciendo hasta hacerme daño. Ay mi muela, mi muelón amado. A veces paso mi lengua por donde solía vivir y puedo sentir aquella hendidura todavía hinchada que me recuerda su pérdida. Y no sólo me lo recuerda mi boca, sino las canciones, las películas, los objetos. Justo la noche después de la extracción, cuando estaba tirada en mi cama sapeando, medio zombi y profundamente triste, me encontré con “La ex”, una película aparentemente ligera (la protagonista es Debra Messing) pero con una reflexión final, aunque obvia, muy efectiva para la ocasión: “hay que dejar ir cuando es muy doloroso aferrarse”. Dios, la vida está llena de despedidas.

Esa noche, la más emocionada fue mi hija. No podía creer lo grande que era mi diente. Mamá, ¿me lo regalas?, me dijo. Claro, pero antes hay que ponerlo debajo de mi almohada para que venga el ratón Pérez. Y me miró con cara de desconfianza. No te preocupes, le dije, lo que me traiga el ratón también será para ti. Al día siguiente llegó el roedor mientras dormía y efectivamente me dejó una sorpresota: una nueva oportunidad para ser feliz.

lunes, 29 de marzo de 2010

Amigas marzistas


Así como el verano comenzó un poco tarde, el mes de la amistad se trasladó a las filas marzistas. Sí, este último mes lo que he tenido en abundancia son AMIGAS. Las del pasado, las del presente, las de siempre. Algunas llegaron para divertirme, como mi amiga Sacha, tan hot ella, que cuando habla de un hombre que le gusta se baja el escote y entre cierra los ojos haciéndolos parpadear rápidamente. Su gran historia de la noche fue la de Tony Black, un alto funcionario de un banco norteamericano que la entrevistó para un puesto de trabajo, mientras ella lo conquistaba con su espontaneidad latina, haciendo trizas a su acartonado contrincante de Wall Street. Sacha describía al hombre como un ser mitológico, de una belleza tan perfecta que no podía ser hombre sino gay. Pero, aún así, ella fantaseaba con aquel raro espécimen del mar tibio de Miami, un sireno de ojos azules, piel tostada y aroma a One million dollar de Paco Rabanne. Acabo de entender por qué le gustaba tanto el sujeto y hasta por qué era capaz de perdonarle su preferencia por los varones. Pero eso es parte del encanto de mi amiga Sacha, su gusto extremo por los placeres de la vida. Por eso es considerada como la Obi-Wan Kenobi de la Maya: Mi marido es la cabeza, pero yo soy el cuello, sin mí no se mueve querida. Maestra.

Otras amigas llegaron para que las auxilie, como Macu, a la que tuve que dar consejos para que seduzca a un hombre y se ahorre los 4,000 dólares de una inseminación artificial. Es que el gran problema de las mujeres de treinta y pico es llegar a los cuarenta sin haber sido madres. El instinto y las hormonas causan un revuelo porque el útero pide un inquilino a gritos. Y por eso, en nombre del útero de mi querida amiga, la aconsejaba para que le haga hueco al condón o para que le diga a su amigo de turno lo mismo que ellos nos dicen siempre: la puntita la puntita nomás. Y tal vez así, ella haría justicia a muchas mujeres engañadas con el típico cuento del tajador (o sea, del saca puntas, para quien no entienda).
Glenda fue la más humilde. No pedía auxilio pero era un caso grave. Necesitaba un sex emergency a como diera lugar. Llevaba como dos años sin sexo y ni siquiera tenía rabbit (por qué creen que le he puesto de nombre clave Glenda, decodifiquen). Debería existir un piso 14 all inclusive, súper privado (porque el sexo todavía está mal visto y hay que cuidar el honor de las féminas) para estos casos de emergencia.

Y como no hablar de mis queridas amorcinas. La vez pasada me sorprendieron gratamente, me di cuenta de que la influencia de la Maya había llegado lejos. Estaba trabajando concentradísima y, de pronto, las chicas me llamaron. ¡Maya! ¡Mira! Estaban las cuatro con el típico gesto de meditación, dedos juntos apuntando hacia arriba, y recitado el nuevo mantra del área: ommmmmmbresssssss. Y lo más gracioso es que mientras lo pronunciaban abrían y cerraban los dedos como el pollito asao, apimentao que me cantaban de niña. Necesitaba reirme a gritos y lo consiguieron. Ya tocaba un break, así que bajamos un rato al cafetín a escuchar nuestros pesares del día. Y qué creen, los problemas amorcinos continúan. Cae una, cae la otra. Las casadas, las novias, las divorciadas. Una promete que va a dejar aquella relación viciosa que la atormenta, pero todas sabemos que es mentira. Una vez más se engaña, de la misma manera que se engaña con la idea de dejar el cigarrillo. La Sifrina sufre por falta de atención, la Barbie Ruquer porque no sabe si darse una oportunidad con un hombre que la ama demasiado y yo porque sigo dándole la contra a la corriente. Así somos todas. Felizmente mañana toca una reunioncita para desfogar angustias con chilcanos o chichas sour. La Sifrina ya puso a macerar sus granos de maíz morado en un acholao iqueño que promete ser mejor que el de Panchita. Y como no, si nuestra Sifrina es la Acurio del área.

El mes termina pero las amigas están para rato. Y aunque no tengo un amor, las tengo a ellas y las quiero a todas. Por fin voy a inaugurar mi bar!!!!

domingo, 7 de marzo de 2010

Contracara


Dicen que el año del tigre es un año agresivo, de catástrofes y también un año en el que se deben tomar decisiones. Este es el momento para pedir un préstamo, si quieres comprarte una casa, iniciar un negocio o un proyecto. No es un año para pensar mucho las cosas porque todo está muy movido, es un año para actuar. Cuando estamos frente a una emergencia tenemos que tomar decisiones rápido, reaccionar con agilidad y para eso necesitamos más que nunca nuestros instintos. Confiar en nosotros mismos. No hay cabida para la duda, para las indecisiones.
¿Dicen que en las crisis se encuentran las oportunidades no? Este es un discurso manoseadísimo, pero cierto. Veamos el lado positivo entonces. La tierra está temblando en el sur, mi gurú dice que también temblará acá en Lima, en Marzo, o sea ahoritita nomás. Hay que estar preparados. Y si la tierra va a temblar, aprovecharemos para ponernos a tono pues. Nuestras placas también se están moviendo, reacomodándose. El proceso es un poco revoltoso y destructivo, pero luego de un remesón algo surge del centro de nosotros mismos, de muy adentro, y sale para brillar. Aunque algunas estructuras se rompen es la oportunidad para poner otros cimientos y erigir un edificio nuevo. Por supuesto, ya con la experiencia del terremoto, el nuevo edificio tiene que ser antisísmico, más fuerte, más macizo y tal vez ¿no tan alto no? (vivo en el piso 8 y trabajo en el piso 10, ¿que tal?). Para qué irnos tan arriba, eso hay que dejarlo para cuando nos vayamos de este mundo de tsunamis. Es momento de estar más conectados con la tierra.

Ok. Entonces, ahora el discurso es no pensar y yo me he vuelto más racional y cautelosa que nunca. Como que le estoy dando la contra a la corriente ¿no? Pero eso no es de ahora. Mi mamá siempre se reía de mí porque cuando hacía frío salía con polos de tiritas y me congelaba, y cuando hacía calor mi look era el de un esquimal. Mi primer enamorado fue 9 años mayor solo para darle la contra a mis papás, me casé con un anárquico para romper el molde de familia, y cuando me divorcié y quise ser libre, osada y despreocupada, me encontré con gente que quería una vida seria, con proyecciones claras y planes trazados. Finalmente ahora, que he sentado cabeza y quiero hacer las cosas “como deben ser”, me encuentro con gente que no quiere relaciones formales. Desincronía total. Pero todavía no ha llegado el fin del mundo, aunque parezca en los noticieros.

¿Ud. es María Rosaura?, me preguntó un instructor en el gimnasio, el otro día. No pude evitar reírme, ¿acaso tengo cara de María Rosaura? Luego me puse a pensar cómo se me vería, ¿cara de qué tendría? Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue preguntarle a mi hija y, como siempre, me sorprendió con su respuesta: ¡ay mamá, tienes cara de tu nombre favorito pues!
Lo que sí es seguro es que no tenemos la misma cara de hace diez años, ni siquiera de hace dos, porque constantemente estamos cambiando. Nos transformamos. Felizmente, eso significa que aprendemos. Además, qué aburrido sería ser siempre los mismos ¿no? Parece que ahora como estoy tan seriecita (cuánto me durará esto) tengo cara de María Rosaura, ¡por Dios! (sin ofender a las Rosauras, claro). Voy a tener que esperar que el péndulo llegue a su centro para aspirar a un nombre como Valentina (aunque sigue siendo un poco dramático), o mejor aún, para darle un nuevo significado a Maya, mi nombre favorito. Eso me gusta más.

Ayer me pasó algo curioso. Estuve con un amigo que no veía hace como dos años, y precisamente me hizo un comentario acerca de mi rostro. ¿Qué te has hecho? Estás diferente, me dijo. Nada, no soy fan del botox, el colágeno o el bisturí facial (aclaremos). Lo bueno es que en sus ojos pude ver un brillo de encanto y no de decepción. Eso me bastó para saber que estoy en el camino correcto. Gracias J.

viernes, 26 de febrero de 2010

Mujeres con hijos

"Las adas de la naturalesa i el mago de la oskuridt"

Mi hija ha decidido ser madre y, por lo tanto, me ha convertido en abuela prematura. Ahora cuando llego a la casa a almorzar, Winnie es la que llora porque no quiere comer o porque quiere que la cargue, y mi hija debe enseñarle con el ejemplo, porque es su madre. Fantástico. Si no fuera porque soy abuela a mis 34 años este sería el juego perfecto.
El instinto materno puede hacer milagros y te da la fuerza necesaria para levantarte a la hora fatídica del cole, las seis de la mañana; para jugar a las Chicas Súper Mariposas cuando llegas cansada del trabajo, o para terminar una relación cuando no quieren a tu criatura. ¿What? ¿Acaso alguna mujer podría pasar por alto algo así? Solo si no es una madre.
Qué te puede hacer más feliz que llegar a tu casa y ver los dientes chuecos y flojos de tu hija, conversar con Becky y Violeta, sus amigas imaginarias, ver sus dibujos coloridos pegados con scotch por todas las paredes de tu sala o escuchar su voz cantarina mientras juega a ser chef. Y qué puede ser más tierno que ver sus sandalias mugrientas en el baño cuando te vas a dar una ducha, o sentir su abrazo dormido y sus piernas enredadas en las tuyas a las tres de la mañana. Si es que tener esto te va a eximir de una relación seria y con compromiso entonces nos pondremos divertidas pues. En eso soy experta.

El fin de semana pasado, unos amigos de la playa hablaban de la situación de las mujeres con hijos. Esa está fuera del mercado, decía el chistocito de Cali refiriéndose a una mujer dos veces divorciada y con hijos de diferentes padres. Pero acaso un soltero cuarentón sin experiencia paterna, como él, que no tiene idea lo que significa el amor incondicional, ni las responsabilidades reales como pagar un colegio, y no el club o las discotecas, no estaría también fuera del mercado para nosotras? La incompatibilidad es mutua señores y no estamos en desventaja. Al contrario, tenemos la dicha de conocer y nutrirnos de la energía creativa más alucinante que existe y además ofrecemos una gran oferta: paga 1 y lleva 2 o hasta 3. Un combo perfecto para enseñarles a aquellos que quieren crecer y ser hombres completos lo que significa tener una familia. Y al que no le guste mejor que salga rápido y deje el espacio libre para los nobles candidatos que saben lo que es un rotavirus con vómito matinal o una lágrima temblorosa en el día del padre.

Pero no nos volvamos amargas. No no no, menos cuando hay que celebrar los 12 meses de Winnie y mi hija me ha pedido que le haga una fiesta. ¡Buena idea! Así que ayer llegué del trabajo y sorprendí a mi hija con un paseo por Wong. Teníamos que comprar todo lo necesario para celebrar a mi nieta prematura como se debe: serpentinas, globos, adornos para la torta y, de paso, así como quien no quiere la cosa, un vodkita para alegrar a mamá. Los invitados: Becky, Violeta, la coneja Flor (regalo de J, un ex que sí estaba dispuesto a comprar el combo completo pero que no supe valorar porque las mujeres a veces somos demasiado Mayas), Angelita (mi nana adorada) y todo el séquito de barbies, ponies, pets y demás criaturas inanimadas que animaron el festejo con su colorida e invasiva presencia. Y no podía faltar el cartel de bienvenida en la puerta de la casa: FELIS KUMPLE WINI!!!!!




Ayer celebramos el primer año de Winona (así le digo para fastidiar a mi hija) y yo brindé solita por una relación que terminó después de su primer y único año de vida.
Volvió la Maya chicas!!!! Salud!!!!!