lunes, 29 de marzo de 2010

Amigas marzistas


Así como el verano comenzó un poco tarde, el mes de la amistad se trasladó a las filas marzistas. Sí, este último mes lo que he tenido en abundancia son AMIGAS. Las del pasado, las del presente, las de siempre. Algunas llegaron para divertirme, como mi amiga Sacha, tan hot ella, que cuando habla de un hombre que le gusta se baja el escote y entre cierra los ojos haciéndolos parpadear rápidamente. Su gran historia de la noche fue la de Tony Black, un alto funcionario de un banco norteamericano que la entrevistó para un puesto de trabajo, mientras ella lo conquistaba con su espontaneidad latina, haciendo trizas a su acartonado contrincante de Wall Street. Sacha describía al hombre como un ser mitológico, de una belleza tan perfecta que no podía ser hombre sino gay. Pero, aún así, ella fantaseaba con aquel raro espécimen del mar tibio de Miami, un sireno de ojos azules, piel tostada y aroma a One million dollar de Paco Rabanne. Acabo de entender por qué le gustaba tanto el sujeto y hasta por qué era capaz de perdonarle su preferencia por los varones. Pero eso es parte del encanto de mi amiga Sacha, su gusto extremo por los placeres de la vida. Por eso es considerada como la Obi-Wan Kenobi de la Maya: Mi marido es la cabeza, pero yo soy el cuello, sin mí no se mueve querida. Maestra.

Otras amigas llegaron para que las auxilie, como Macu, a la que tuve que dar consejos para que seduzca a un hombre y se ahorre los 4,000 dólares de una inseminación artificial. Es que el gran problema de las mujeres de treinta y pico es llegar a los cuarenta sin haber sido madres. El instinto y las hormonas causan un revuelo porque el útero pide un inquilino a gritos. Y por eso, en nombre del útero de mi querida amiga, la aconsejaba para que le haga hueco al condón o para que le diga a su amigo de turno lo mismo que ellos nos dicen siempre: la puntita la puntita nomás. Y tal vez así, ella haría justicia a muchas mujeres engañadas con el típico cuento del tajador (o sea, del saca puntas, para quien no entienda).
Glenda fue la más humilde. No pedía auxilio pero era un caso grave. Necesitaba un sex emergency a como diera lugar. Llevaba como dos años sin sexo y ni siquiera tenía rabbit (por qué creen que le he puesto de nombre clave Glenda, decodifiquen). Debería existir un piso 14 all inclusive, súper privado (porque el sexo todavía está mal visto y hay que cuidar el honor de las féminas) para estos casos de emergencia.

Y como no hablar de mis queridas amorcinas. La vez pasada me sorprendieron gratamente, me di cuenta de que la influencia de la Maya había llegado lejos. Estaba trabajando concentradísima y, de pronto, las chicas me llamaron. ¡Maya! ¡Mira! Estaban las cuatro con el típico gesto de meditación, dedos juntos apuntando hacia arriba, y recitado el nuevo mantra del área: ommmmmmbresssssss. Y lo más gracioso es que mientras lo pronunciaban abrían y cerraban los dedos como el pollito asao, apimentao que me cantaban de niña. Necesitaba reirme a gritos y lo consiguieron. Ya tocaba un break, así que bajamos un rato al cafetín a escuchar nuestros pesares del día. Y qué creen, los problemas amorcinos continúan. Cae una, cae la otra. Las casadas, las novias, las divorciadas. Una promete que va a dejar aquella relación viciosa que la atormenta, pero todas sabemos que es mentira. Una vez más se engaña, de la misma manera que se engaña con la idea de dejar el cigarrillo. La Sifrina sufre por falta de atención, la Barbie Ruquer porque no sabe si darse una oportunidad con un hombre que la ama demasiado y yo porque sigo dándole la contra a la corriente. Así somos todas. Felizmente mañana toca una reunioncita para desfogar angustias con chilcanos o chichas sour. La Sifrina ya puso a macerar sus granos de maíz morado en un acholao iqueño que promete ser mejor que el de Panchita. Y como no, si nuestra Sifrina es la Acurio del área.

El mes termina pero las amigas están para rato. Y aunque no tengo un amor, las tengo a ellas y las quiero a todas. Por fin voy a inaugurar mi bar!!!!

domingo, 7 de marzo de 2010

Contracara


Dicen que el año del tigre es un año agresivo, de catástrofes y también un año en el que se deben tomar decisiones. Este es el momento para pedir un préstamo, si quieres comprarte una casa, iniciar un negocio o un proyecto. No es un año para pensar mucho las cosas porque todo está muy movido, es un año para actuar. Cuando estamos frente a una emergencia tenemos que tomar decisiones rápido, reaccionar con agilidad y para eso necesitamos más que nunca nuestros instintos. Confiar en nosotros mismos. No hay cabida para la duda, para las indecisiones.
¿Dicen que en las crisis se encuentran las oportunidades no? Este es un discurso manoseadísimo, pero cierto. Veamos el lado positivo entonces. La tierra está temblando en el sur, mi gurú dice que también temblará acá en Lima, en Marzo, o sea ahoritita nomás. Hay que estar preparados. Y si la tierra va a temblar, aprovecharemos para ponernos a tono pues. Nuestras placas también se están moviendo, reacomodándose. El proceso es un poco revoltoso y destructivo, pero luego de un remesón algo surge del centro de nosotros mismos, de muy adentro, y sale para brillar. Aunque algunas estructuras se rompen es la oportunidad para poner otros cimientos y erigir un edificio nuevo. Por supuesto, ya con la experiencia del terremoto, el nuevo edificio tiene que ser antisísmico, más fuerte, más macizo y tal vez ¿no tan alto no? (vivo en el piso 8 y trabajo en el piso 10, ¿que tal?). Para qué irnos tan arriba, eso hay que dejarlo para cuando nos vayamos de este mundo de tsunamis. Es momento de estar más conectados con la tierra.

Ok. Entonces, ahora el discurso es no pensar y yo me he vuelto más racional y cautelosa que nunca. Como que le estoy dando la contra a la corriente ¿no? Pero eso no es de ahora. Mi mamá siempre se reía de mí porque cuando hacía frío salía con polos de tiritas y me congelaba, y cuando hacía calor mi look era el de un esquimal. Mi primer enamorado fue 9 años mayor solo para darle la contra a mis papás, me casé con un anárquico para romper el molde de familia, y cuando me divorcié y quise ser libre, osada y despreocupada, me encontré con gente que quería una vida seria, con proyecciones claras y planes trazados. Finalmente ahora, que he sentado cabeza y quiero hacer las cosas “como deben ser”, me encuentro con gente que no quiere relaciones formales. Desincronía total. Pero todavía no ha llegado el fin del mundo, aunque parezca en los noticieros.

¿Ud. es María Rosaura?, me preguntó un instructor en el gimnasio, el otro día. No pude evitar reírme, ¿acaso tengo cara de María Rosaura? Luego me puse a pensar cómo se me vería, ¿cara de qué tendría? Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue preguntarle a mi hija y, como siempre, me sorprendió con su respuesta: ¡ay mamá, tienes cara de tu nombre favorito pues!
Lo que sí es seguro es que no tenemos la misma cara de hace diez años, ni siquiera de hace dos, porque constantemente estamos cambiando. Nos transformamos. Felizmente, eso significa que aprendemos. Además, qué aburrido sería ser siempre los mismos ¿no? Parece que ahora como estoy tan seriecita (cuánto me durará esto) tengo cara de María Rosaura, ¡por Dios! (sin ofender a las Rosauras, claro). Voy a tener que esperar que el péndulo llegue a su centro para aspirar a un nombre como Valentina (aunque sigue siendo un poco dramático), o mejor aún, para darle un nuevo significado a Maya, mi nombre favorito. Eso me gusta más.

Ayer me pasó algo curioso. Estuve con un amigo que no veía hace como dos años, y precisamente me hizo un comentario acerca de mi rostro. ¿Qué te has hecho? Estás diferente, me dijo. Nada, no soy fan del botox, el colágeno o el bisturí facial (aclaremos). Lo bueno es que en sus ojos pude ver un brillo de encanto y no de decepción. Eso me bastó para saber que estoy en el camino correcto. Gracias J.