miércoles, 9 de diciembre de 2009

Amor en-cubierto

Locación: Restaurante Chicha - Arequipa, Perú


Distantes

Intento de reconciliación

Luchas de poder


Quiero el divorcio

No me entiendes

Segundo intento de reconciliación

Diálogo

Término medio, el mejor

martes, 8 de diciembre de 2009

Qué tal cherry!!!!

Locación: Restaurante Chicha - Arequipa, Perú

¿Por qué tan solito?

Ahí voy mi amor

Cada vez más cerca

A tomar vuelo!!!

Sí, yo sé que te deshaces de amor por mí

Cereza pasión

Me gusta estar arriba

No seas tímido!!!!

Vas a ver qué tan lejos puedo llegar

Prepárate para el mayor placer de tu vida

Nadie podrá separarnos
(Disculpen la resolución, la cereza no quería hacer mucho cherry y no me dejó prender el flash!)


sábado, 26 de septiembre de 2009

Una canita al aire

Me resisto. Me resisto a pintarme las canas. Según yo se ven como rayitos plateados, very nice, pero para Yayita soy de lo last. Cada vez que me hago cola me quiere matar. Ya pues mamita, para cuando la peluquería. Ay!!! Es que no quiero ser esclava de los tintes!!!! Además, ya estoy acostumbrada al perfil bajo de mi color natural. Hasta hace un año, o un poco más, siempre me había hecho iluminación porque mi mami me hizo creer que yo había nacido para ser rubia, pero mi tema jamás fueron las canas. Aunque creo que ya llegó el momento de aceptar de una buena vez mi condición de treintona canosa. Tarde o temprano llega todo ¿no? Lo esperado, como las patas de gallo cuando sonrío o las bolsas debajo de los ojos; y lo inesperado, como el sillón de cuero color maíz (exactamente el mismo tono de mis paredes) que me regalaron esta semana. Bonito bonito, como diría Jarabe de Palo. Una bonita excusa para celebrar y salir a descargar el peso de trabajo de la semana. Leo me invitó a la fiesta de aniversario de un casino en Miraflores, un evento tan inesperado como mi sillón maíz. Y, aunque detesto el ambiente estridente de los casinos y me deprime ver a un montón de zombis dominados por máquinas que tragan su dinero, acepté la invitación porque me pareció pintoresca y porque necesitaba un trago a gritos. Además, sabía que mi complejo de antropóloga me haría pasar un buen rato en aquel sub-mundo de la mafia chicha.

Era la primera vez que entraba al casino Fiesta, un lugar concurridísimo que tiene un escenario en donde se presentan bandas en vivo y bailarines profesionales que te sacan a bailar si te ven planchando. El lugar estaba repleto de anfitrionas, guardaespaldas y mozos. Eran tantos que podría jurar que había más empleados que clientes. Y las bandejas se paseaban a toda velocidad repletas de piernitas picantes de pollo, cada una con su platinita más, empanaditas de espinacas, pizzetas rancheras y rebosantes langostinos que no podía comer, no solo porque nunca fui buena en carreras sino porque un día los dioses del norte me castigaron con una alergia fulminante que me convirtió en pez globo. Pero Leo y yo nos habíamos ubicado, por casualidad, en un lugar estratégico, cerca de la puerta de la cocina, por lo que teníamos la primera opción y la más calientita. El problema fue cuando decidimos dar un paseo por el lugar, nos dimos cuenta de que ahí sí era imposible probar bocado. La gente capturaba a los mozos de rehenes y se abalanzaba sobre las fuentes para devorar con fruición y desesperación lo que encontraban a su paso. Sobre todo me impresionó un hombre que llevaba una camisa blanca estampada con pequeños leones. Su panza peluda se asomaba por el hueco de unos botones desabrochados, acariciando el borde de una bandeja de tequeños. Cuando finalmente terminó de aspirar los últimos residuos de queso derretido y trocitos de masa wantán, volteó presuroso para buscar un nuevo mozo-víctima y ahí fue cuando nuestros ojos se encontraron. El hombre se sintió observado y descubierto, y pude ver en él la misma cara de culpabilidad del Chavo cuando se comió todos los churros de doña Florinda.

Pero eso no fue lo mejor de la noche. El desfile de hombres con antifaces y señoritas vedettonas con shorts diminutos y medias hasta las rodillas, o las disfrazadas de naipes del país de las maravillas fueron los más inspiradores. Después de cuatro pisco sours le dije a Leo que tenía que irme del lugar con un antifaz, y me atreví a confesarle que una de mis fantasías sexuales era hacer el amor con una de esas máscaras y con zapatos de taco aguja. No me digas más, me dijo él, yo te consigo uno de todas maneras. Así que seguimos paseando pero con un nuevo objetivo en la mira. Lo malo, o lo bueno para disipar tensiones, es que el lugar tenía demasiados estímulos como para enfocarnos en uno solo y rápidamente olvidamos la gracia de las máscaras. De pronto, nos encontramos riéndonos a carcajadas de unos hombrecitos que, según nosotros y gracias al efecto hilarante del alcohol, estaban pescando con los cables de los equipos de sonido a unos personajes que aparecieron volando por el escenario.
Siento que todo el mundo me mira raro, dijo Leo (otra vez el efecto del alcohol y la proyección de nuestro propio sentimiento de no pertenencia). Entonces, me concentré en la gente de las mesas que nos miraba deambular de aquí para allá. Gran parte del casino estaba tomado por un geriátrico. Abuelitos, suegras, viudas que acababan de salir de misa, tías ricototas parientes de la Teresita o solteronas que acababan de estacionar sus escobas. Y nos paseábamos abrazados preguntándonos si era cierto que los años significan necesariamente sabiduría o si nos han engañado vilmente con esa idea para aceptar la vejez, irrevocable y sigilosa. De pronto, un día nos vemos al espejo y ya tenemos canas que hay que esconder, porque las mujeres somos expertas simuladoras, desde el rollo de la cintura hasta los orgasmos (aunque ese no es mi caso). Porque, sobre todo para la mujer, la vejez es indigna. Es un pecado que hay que ocultar a como de lugar. Y en ese afán por querer detener el tiempo, muchas de ellas se ridiculizan. No por favor, Leo, avísame cuando los vestidos cortos con botas ya no me queden, o los estampados de animal print. El hombre con canas es sexy. La mujer con canas es vieja y descuidada. Ya lo entendí Yayita.

Aunque no puedo sesgarme, no todo el target sobrepasaba la tercera edad. El lugar era variopinto, incluía desde los papis criollos con pinta de instructores de gimnasio, las lady ruquers que esperaban un levante, hasta la crema innata de Chollywood encabezada por la Angelina Jolie lorcha (dícese de una tal Karla Casos) y la amistad Rodríguez que había ido para rellenar su revista farandulera. Todo esto enmarcado en una ronda derrochadora de plasmas y una pantalla gigante que aún estaba en blanco esperando a Joselito. Pero nosotros no podíamos quedarnos para el show. A las doce en punto nos fuimos cuales cenicientos. Al día siguiente había laburo y, sobre todo, un colegio que me despierta antes del amanecer.

Si me faltaba un empujoncito para visitar al estilista, esa noche fue un aventón. Salí totalmente convencida de un cambio de look urgente. Aunque, según Leo, mis hilos de plata son de lo más sexy. ¿Le creo o me estaba trabajando para que le diera la bienvenida a la isla de la fantasía? En cualquier caso, él finalmente cumplió su palabra, salí del lugar con mi antifaz puesto, y no me quedó más remedio que gritar misma Tatoo: ¡El avión, el avión!

jueves, 10 de septiembre de 2009

Hable con ella


Mi mejor clase de Tae Bo fue la noche en la que volví a ver a mi ex. Sí, después de dos semanas de descoordinaciones garrafales y de querer matar al entrenador y a todos los pupilos aplicaditos que daban puñetazos y patadas al aire, pude hacer una clase completa sin renegar. Parece que fue el efecto ex el que me puso las pilas, así que debo agradecerle. Es más, nos debemos agradecer mutuamente porque gracias a esa clase en la que desfogué los últimos remanentes de una ruptura frustrante (porque nunca pudimos escarbar nuestras miserias mirándonos a los ojos), ya no me quedó más agresión y logramos sostener una conversación civilizada. Yo parecía una funcionaria de embajada: directa, distante y fría, cuestionando los documentos de un temeroso turista que solicitaba una visa de residente, o de reincidente. Pero todo con unos modos tan correctos que ni yo me reconocía. Nunca he sido tan proper y coherente. Ahora sí parecía la Hildebrandt, como me dicen en la chamba (las amorcinas creen que soy un diccionario andando y se quejan cuando no tengo una respuesta a sus preguntas gramaticales).

Todos vuelven mis queridos lectores. Esa es una ley de la naturaleza en cuanto a parejas se refiere. Alguna vez me ocurrió a mí, ahora le ocurre a mi ex. Terminar una relación es una responsabilidad y normalmente uno carga la mochila de la culpa y quiere liberarse de aquel peso que nos joroba la vida. Si solo se trata de eso, el deseo de retorno es una farsa. Está alimentado por el miedo, y si nuestro motor es el miedo, el combustible se consume rapidito dejándonos nuevamente a medio camino y con un copiloto doblemente herido. Pero, el peor escenario para un desertor es cuando descubre que su deseo de retorno es auténtico —dando fé a la frasecita de: uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde— e imposible como cruzar el Niágara en bicicleta (a propósito, grande Juan Luis!!!!!), porque el ser amado ya no nos ama más.

¿Y por qué será que los hombres le huyen al talking? (mi ex lo hizo durante cinco meses). Creo que porque nosotras nunca perdemos. Todo lo que dice el hombre es usado en su contra. Los acorralamos, los echamos contra la lona, y no precisamente para una lucha hot en un ring de barro. Si nos dan la contra, entonces no nos comprenden, y si nos dan la razón nos están tratando como locas (para que nos callemos de una buena vez).
¿Se acuerdan de mi predicción con el Chamo? Anuncié que me mandaría a Bagua porque un hombre de Estado no iba a aguantar a una chica de letra floja. Y así fue. Debería escribir un post que diga, ¿cómo perder a un saliente en dos posts? Pues fue otro hombre que prefirió evitar el diálogo, ¡y se supone que trabaja en política! Pero no puedo culparlo, no es fácil lidiar con esta Maya malcriada (si supiera que me acabo de comprar un nuevo par de zapatitos de enfermera de sala de urgencias pero en color negro... y para ir a bailar!!!! PLOP).

Lo que ocurre es que la contradicción no es una característica meramente femenina. Muchos hombres se quejan porque dicen que somos absorbentes y posesivas, que no les damos suficiente espacio y que nuestro hobbie es exigir y prohibir. Pero cuando una mujer no acosa y puede ser feliz sin el afecto del compañero de turno, entonces algo anda mal. Los hombres se sienten terriblemente inseguros y abandonan el barco. Eso es parte de un mal aprendizaje respecto al amor. Estar enamorados no significa mimetizarse, y la felicidad no debería estar condicionada por una pareja amorosa, sino subrayada por el resaltador fosforescente del amor. La pareja debería sumarnos, acompañarnos, pintarnos con nuevos matices, pero no nos olvidemos que nuestra propia vida ya tiene color. Si vamos por el mundo buscando el color en el otro y basando nuestra felicidad en arco iris ajenos, cuando un día la pareja nos deja de alumbrar corremos el riesgo de quedarnos en blanco y negro.

Por eso me llevo tan bien con mi Leo incondicional, el que me ama a pesar de todo. Con novio, sin novio, independiente, engreída, sarcástica, dormilona. Ni yo le exijo nada, ni él me exige nada a mí. Nos queremos sin necesitarnos y endulzamos nuestras vidas con irrupciones imprevistas de cariño y buen humor. Mi Leo se suele comunicar conmigo con mensajes de texto, y a veces, me hace pasar del susto a la risa en un segundo:

- Oye estoy en un apuro, es URGENTE!!!!! se me ha metido una nube a mi cuarto, ahora qué hago?

Otras veces me escribe de puro aburrido, cuando normalmente estoy corriendo en la chamba o lidiando con mi hija:

- Toy insomne… qué hago, me leo la guía telefónica?

- Jaajajaja llegué hasta los Gutiérrez y me kede jato!!! Como amaneció la más bella de esta triste ciudad de pobres corazones? Extraño tu sonrisa!!!


O también me escribe desesperado, cuando le hace falta una dosis de Maya vivencial y no de Maya virtual.

- Houston llamando a Texas!!!! Cambio.

- Aki Houston con la loka idea geográficamente imposible de abrazar a texas!!! Extrañando la aridez del territorio. Urgente, Texas responda! No se haga la tercia!!! cambio.

- Houston sobrevolando Texas hasta tener cielo despejado, esperando no kedar sin combustible, mandar señales cuando esté en condiciones optimas para aterrizaje forzoso! Cambio.

- Copiado Texas, espero la señal no pase de las 8 que nos kedamos sin combustible, ya casi puedo visualizar pista de aterrizaje, besos tejanos, cambio.

- Oe Texas… ya pues, pa cuando!!!! Toy que sobrevuelo desde el martes!!! Jajajaja avisa peeee… on tas?

- Hasta cuando voy a soportar tanto maltrato de tu parte!!!! Esta bien que sea un animal noble, pero no abuses!!! Como haces pa aguantar sin verme? Yo no puedo!!!!

Como ven, ni las relaciones que parecen perfectas son perfectas. No existe el equilibrio, porque el verdadero equilibrio es la muerte (eso dice mi maestro de yoga). No son ideales ni los noviazgos intensos que lo prometen todo, ni los flirts aparentemente sin compromiso. Y es que nada es estático, nada permanece inmutable y, como diría Watanabe, hasta las piedras tienen movimiento. ¡Que pase el siguiente!

miércoles, 26 de agosto de 2009

El Código Da Femini

Amparo Grisales para la revista Soho - Foto: Carlos Tobón

Cada vez que voy a un bar barranquito al que mi amiga, la rubia, me tiene que llevar casi a rastras, me siento como una antropóloga. No puedo evitar observar a la gente y analizar sus actitudes, sus modos y poses. Las mujeres son unas verdaderas heroínas, para ellas no existe el frío cuando se trata de estar regias. Lucen sus mejores atuendos de verano en pleno invierno, aunque el frío les congele los huesos. Los hombres se pasean midiendo el territorio, siempre con un trago en la mano para mostrar seguridad y encontrar el valor necesario para acercarse a una flaca. Lo malo es que a los que normalmente les sobra el valor es a los viejos atrevidos. Los guapos ni se molestan en hacer el intento (los argentinos que vienen al Perú a buscar laburo se harían millonarios si se dedicaran a enseñarles a los hombres peruanos algunas tácticas para abordar a una chica).
Todo es un juego de miradas, de olfato. Una guerra femenina de escotes y pantalones ceñidos para ganarse las miradas del vecino de copa, pero aparentando indiferencia. Un juego de atracción y repulsión que tiene a los hombres pendientes. El gran plan de la noche es chupar parados y conversar banalidades mientras los ojos no dejan de moverse para ubicar un blanco, en el que casi nunca llega el dardo. Si al menos el lugar tuviera una pista de baile cambiaría un poco la cosa. Pero no, es un bar calentón, se comporta como discoteca —con buena música y gente apretada— pero te deja con las ganas de mover el esqueleto. Cuando estás empilado te tienes que ir a buscar acción a la discoteca miraflorina de moda.

El viernes quedé con la rubia para ir al bar en mención. Ella es una fan enamorada de ese lugar y como hace tiempo no salía en plan juerguero me animé a decirle que sí. Lo malo es que se me ocurrió ir justo cuando he comenzado una dieta con nutricionista y en la que, obviamente, me han prohibido el alcohol.
La rubia está curada conmigo, sabe que me achoro rápido en esos lugares y que no tengo mucho aguante para quedarme hasta tarde, así que esta vez llevó a Talía. Ellas llegaron con unos coquetos polos discotequeros y unas casacas ligeras que salieron disparadas al segundo vodka. Yo parecía una abuelita. Después de haber estado metida en mi cama con el edredón de plumas hasta el cuello, salí de mi casa con calentador de nylon, dos chompas y un saco. Y apenas encontré una silla la capturé. No entiendo cómo pueden estar paradas, con tacones altos, durante cuatro horas seguidas, apiñadas en un rinconcito o meciéndose de un lado a otro recibiendo empujones de la gente. Ese es el plan. Esa es la juerga en Lima.
A las dos horas llegaron unos amigos de Talía. Uno de ellos la estaba afanando hacía un par de semanas; el segundo era un tipo bonachón y despistado que no emitía sonidos (algo así como yo); y el tercero, un treintañero hiperactivo que se llevó todas las palabras de su amigo y que nos alegró la noche.

Cuando formas parte de un grupo (o pareciera que formas parte de) en donde todos se embriagan menos tú es como si estuvieras a miles de kilómetros de distancia, viéndolos con un largavistas. Ellos se ríen de cualquier cosa, y tú no entiendes nada. Sólo observas y eres consciente de que debes caer antipatiquísima con tu pose de que todo te apesta. Como a las dos de la mañana insistieron en ir a otro lado a bailar y como ya no quería caer más pesada acepté ir a una disco, porque oh milagro, no tenía sueño. Lo único malo es que como ahora está tan de moda esto de la liberación femenina, la rubia y yo tuvimos que pagar nuestras entradas. No podíamos pretender que dos chicos que acabábamos de conocer nos las pagaran. Claro, la única que se salvó fue Talía. Como todavía estaba en los preliminares, en el juego del cortejo, fue invitada por su galán. Y no podría ser de otra manera, el hombre tiene que saberse de memoria el código de caballería cuando pretende a una dama, y faltar a uno tan importante como pagar la cuenta en un restaurante o la entrada a una discoteca se consideraría un suicidio. Qué dolor!!!! 50 soles por la entrada a un antro!!!! Por un momento tuve la ilusa idea de que por la hora nos harían un descuento. Pero no. Y mi monedero rosa glam lloró, sobre todo porque acababa de pagar el cumpleaños de mi hija (no tuve la suerte de la rubia, su ex se hizo cargo de todos los gastos del santo de su hijo menor). En fin. Tuve que actuar dignamente. Ya cuando estuve adentro, no podía permitirme seguir con mi mood de madre superiora, así que me saqué el saco, me lo amarré a la cintura, guardé una de las chompas en la cartera y acepté un vodka. Tenía que ponerme alegrona a como diera lugar.

Antes de que llegaran los chicos, Talía nos dijo que existía un código tácito entre las mujeres. Si a una le gusta un pata, la amiga tiene que apuntar a otro objetivo. Totalmente de acuerdo. Para mí, los novios o esposos de mis amigas son mujeres, o mejor aún, hermanas. Por eso me pareció incesto cuando hace un tiempo un ex enamorado invitó a mi hermana a salir, aunque lo nuestro haya pasado hace mil años. El solo hecho de haber estado conmigo lo descalificaba automáticamente como posible candidato a cuñado. Así es el Código Da Femini, pero solo lo cumplen las verdaderas amigas, las leales, las que no anteponen sus necesidades, traumas o deseos reprimidos al hecho de hacerse pipí en los sentimientos de una amiga. Y lo peor de todo es que esas traiciones son en vano. Las relaciones que surgen del dolor ajeno normalmente no funcionan y perjudican a la mujer. Al final, la disque amiga pierde una amistad, al hombre del delito y su reputación. Mientras que el hombre se gana con dos amigas y con la fama de papi riqui.
Pero el código no sólo se refiere a las relaciones serias, también se hace extensivo a las relaciones triple “A” (affairs, afanes, agarres) o a las meramente sexuales. La única excepción es cuando hay un permiso explícito de por medio. Por eso, cuando la rubia me dijo: oye, creo que me gusta este patín (se refería al treintañero hiperactivo), pues automáticamente tuve que hacer uso del famoso código y giré el radar. A mi también me parecía simpático pero no iba a ponerme a competir con una amiga. Jamás. Sobre todo si estamos hablando de un hombre prospecto a backup (aquel con el que eventualmente puedes compartir el placer del sexo y divertirte, pero con el que no te puedes proyectar más allá de una noche loca). Y no digo que el chico no sea un hombre inteligente, pero su target para relaciones serias son veinteañeras con miras al matrimonio. Al igual que nos pasa a nosotras con ellos, los chicos jóvenes, solteros y sin hijos nos ven a las divorciadas como backups porque significamos mucha complicación para su vida libre y sin compromisos. Y a la vez nos consideran presas fáciles porque creen que nos han dejado y que necesitamos un espécimen masculino con urgencia. Esta es una creencia que nace de la primera etapa de la separación, cuando la mujer necesita reafirmar su autoestima dañada. Es una época de liberación en la que no pone freno a ninguna experiencia que la haga sentirse nuevamente deseada. El error es que esa etapa suele ser un arma de salvación de doble filo. Lo que suele ocurrir es que la mujer se engancha fácilmente con el primer post-marido que aparece y tiene sexo pensando que así va a recuperar el amor perdido. Felizmente luego las aguas se calman y todo vuelve a su normalidad, o casi todo. Con los años y la experiencia, nos convertimos en mujeres más directas y con menos prejuicios, pero eso no significa que nos vamos a la cama con cualquiera.

Después de dos vodkas salí a bailar con un nuevo amigo de Talía, que apareció de repente, y con el que recordé viejos tiempos de Guns & Roses y Bon Jovi en la pista de baile. Y apenas dieron las 4 de la mañana, me dije a mi misma que ya era suficiente. El chico no entendió por qué, de pronto, me tenía que ir, pero me acompañó a la puerta para llamar a mi taxi. Luego, entramos un rato para esperar sentados y me encontré con una escena que parecía sacada de mi viaje de prom: Talía y su afán al fin habían llegado al puerto del primer beso, y el paraíso en la otra esquina lo tenía capturado la rubia con su nueva conquista. Provecho señoras divorciadas, disfruten de un buen entremés sin cargos de conciencia, me dije a mí misma. No está mal si se les ocurre comer de más y subir unos quilitos. Luego vendrán algunas épocas de sequías y de vacas flacas, y más tarde otra vez disfrutarán de nuevos manjares. Así estarán, subiendo y bajando de peso hasta que se encuentren con su menú ideal, que por ser ideal se volverá monótono, querrán comerlo todos los días: el menú de la monogamia.
Todo eso pensé cuando los vi abrazados. Solo faltaba que yo me incluya en el festín del beso con mi nuevo amigo, pero estaba a dieta y no me provocaba romperla. Así que les dije adiós y me fui con todas las ganas de abrigarme con mi edredón de plumas y con el cuerpecito caliente de mi hija que me esperaba dormida, al otro lado de la cama.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Who´s the boss?

Hay hombres que no están acostumbrados a que las mujeres tomen decisiones. Cuando salgo con el Chamo siempre me pregunta a dónde quiero ir, aunque al final termina llevándome a dónde él prefiere (creo que hace la pregunta solo para hacerme creer que me está dando una opción de elegir). Pero eso no es un problema. Para una mujer que suele decidir sola todo respecto a su vida (desde el menú de la semana hasta cuál es el colegio indicado para su hija), a veces es rico que decidan por ella. Pero, cuando se trata del tiempo destinado para las actividades varias del día, es natural que una se deje llevar por la inercia de la independencia y decida, por ejemplo, pedir la cuenta en un restaurante. Error. Para un hombre que también está acostumbrado a tomar decisiones y al que le reportan treinta personas en una oficina, es impensable que una mujer quiera levantarse de la mesa sin consultarle. Aunque lo que más le molestó al Chamo aquella vez fue que llamé al mozo cuando él me estaba contando una anécdota personal. Ya habíamos terminado el plato de fondo, el postre, las aguas, el café, no había nada que seguir engullendo, y creí conveniente agilizar los trámites de pago, mientras lo escuchaba. Por supuesto que lo escuchaba!!! Es que nosotras, las mujeres, podemos hacer varias cosas a la vez, eso lo sabe todo el mundo y hasta se ha convertido en una frase aburrida y cliché. Pero es cierto. Le estaba prestando atención, solo que él creyó que me aburría con su plática y que por eso pedía la cuenta. Luego, después de pagar, me atreví a tomar otra decisión: anunciarle que ya era la hora de irnos. Segunda ofensa. Claro, todo parecía broma, pero detrás de las bromas siempre se esconden los verdaderos sentimientos. Que me quiere matar, que me odia porque me ha buscado muchas veces y ahora que estoy sola se me ocurre decir que no quiero tener una relación seria por el momento. Y me cree fría y despiadada. Seguro un día se va a hartar de mí y me va a mandar directo a Bagua. ¡Eres una fascita!, me dijo con el hígado remojado en cabernet sauvignon. Te viene de familia. Tu nona era fan de Mussolini y tu nono peleó en el ejército nazi. Me dejó sin palabras. ¡Claro! ¡Tenía razón! La servilleta se resbaló de mis piernas y me sentí descubierta. Lo radical lo llevaba en los genes y recién me daba cuenta de que mi carácter podía tener alguna conexión con ese lado de mi familia (siempre pensé que toda mi herencia venía de Las mil y una noche). ¿Te dejo en tu casa?, me dijo cuando subimos al auto. No, déjame en Wong please porque me faltan algunas cosas para la semana. Ok, respondió en su típico tono cantarín y evasivo, y para matizar los ánimos le dije que ponga la canción que compusimos cuando yo tenía diecisiete y él veintiséis. Recuerdo que estábamos en la sala de la casa de mi abuela, él con su guitarra, yo con mi cuerpo benditamente flacuchento. Y de pronto, se me ocurrió improvisar el coro:

Cuando pierdas la razón
y tus ojos miren mal
tu mirada se perderá
en el cielo azul.
Y tus manos tocarán
la sonrisa de mi piel
y por fin serás el rey
de la locura.

La canción sirvió de bajativo. Aunque, si nos poníamos muy analíticos, con la letra del coro lo estaba invitando a un encuentro íntimo que le voltearía los ojos. Felizmente ni se dio cuenta, él estaba más preocupado por mis zapatitos de enfermera de sala de urgencias que lo sacan de quicio. ¡Pero cómo se te ocurre salir con esas tabas! (seguía dando puñaladas, no le había bastado decirme fascista). ¡Son mis zapatitos de domingo! ¡Y me encantan!, le dije entre risas. Cuando llegamos a Wong ya me había convertido en una enfermera anti-erótica e insensible que solo da órdenes y que no le importa herir a sus pacientes (léase que lo que más me dolió fue lo de anti-erótica). Aún así, el Chamo se ofreció a acompañarme, tercer error de la tarde. Antes de entrar al súper, él comenzó a dirigirme hacia la izquierda. No, le dije, entremos por allá, y le señalé la puerta de la calle Los Alamos. ¡Pero chica! ¡Eres una mandona! (ya parecía mi hija, así me reclama ella, dice que soy una mandona y que las mamás mandan más que los papás). Definitivamente nuestros planetas no estaban en armonía ese día, así que no le dije nada porque sino la que lo iba a mandar a Bagua era yo. Entramos, yo agarré mi coche y me adelanté. Fui directo a la sección de quesos y embutidos y él se dedicó a pasear por los alrededores, sin alejarse demasiado, y adornó el carrito con compras impulsivas. Finalmente, la mandona decidió que era hora de irnos.

El Chamo es un hombre gatuno, yo soy perruna. El se pasea infielmente entre la pc y la mac, yo soy pc corazón, mujer de un solo sistema operativo. El lleva su Montblanc en el saco, yo pierdo todos los días mis Faber Castell de a luca. El compra libros de economía, yo, novelas de Murakami. Podría seguir citando infinitas diferencias pero también es justo que mencione algunos de los puntos que nos unen, como la risa, el gusto por la informalidad (a pesar de que él usa todos los días saco y corbata y yo tengo que ir a trabajar como una lady) y el Frangelico. Además, como olvidar la música. El tema Butterfly, de Crazy Town, nos hace saltar del asiento del carro cada vez que lo escuchamos a todo volumen y a toda velocidad.

Después del evento con el Chamo, y de algunos golpecillos con mi pasado amoroso, decidí enfocarme. Si de verdad era mandona pues tenía que aprovecharlo de verdad. Mandé callar a mi mente parlanchina y me atreví a hacer algo que quería hace tiempo, hablar con mi jefa para que me promoviera a un mejor puesto. Así conseguí mi ascenso.
Mañana salgo a celebrar con las amorcinas. Brindaremos no solo por mi nuevo puesto sino también porque todas seamos capaces de descubrirnos como las verdaderas jefas de nuestras vidas. ¡Salud!

Aquí los dejo con el pegajoso hip hop de Crazy Town, para que también celebren conmigo.
http://www.youtube.com/watch?v=WWstVT6M6zU

jueves, 30 de julio de 2009

Mis días patrios

Foto: Blancucha

Todos los lunes, a las 9:00 a.m., debemos subir al piso doce del edificio donde trabajo para cantar el himno nacional, además de cantar y BAILAR, el himno de la compañía. Así es, aunque Ud. no lo crea, y no trabajo en Ripley. Hace tres años, cuando entré a la corporación, quedé en shock cuando vi a los gerentes, con saco y corbata, moviendo los brazos de un lado a otro y haciendo el paso del remolino con hombro incluido.
Pero ahora me parece tan normal como el café de la mañana y lo grandioso de esta costumbre es que la gente se divierte. Se ríen, hacen chacota y el buen ánimo se contagia. A las 9:15 bajamos contentos, con una sonrisa en los labios y con una nueva energía para comenzar la semana (o eso queremos creer).

Este viernes también subimos al piso 12, pero para celebrar Fiestas Patrias. Y la sorpresa de la mañana fue ver a nuestra querida Barbie Ruquer bailando marinera. Qué Cenicienta, Blanca Nieves, Bella o Aurora. Naaaa, nuestra Princesa Criolla era la mejor!!!!! Fue tan emocionante verla cepillando los pies, balanceando las caderas, entornando los ojos. Mi corazón vibraba al compás de las tarolas y mis ojitos llorones no pudieron dejar de participar en el show, matizando el encuentro con un baño de lágrimas patrias. Era una mezcla de amor de madre (no sé por qué veía a la Barbie R. como si fuera mi hijita), amor patrio, amor por la amistad y por mi querido grupo de amorcinas.
Ese día, cuando llegué en la mañana, me encontré a la B.R. vestida con el mismo traje negro que usó cuando ganó el Campeonato Nacional de Marinera, allá por los años noventas (todavía le quedaba, se darán cuenta por qué le decimos Barbie). La Sifrina le armaba el moño y lo decoraba con margaritas rosadas, Yayita le retocaba el maquillaje, la China le arreglaba el fustán. Toda una maquinaria para que nuestra querida amiga brillara en el escenario. Y yo llegando tarde, ni siquiera había aportado mi cuota para el desayuno criollo (pan con chicharrón, panetón y tamal). Es que todavía estaba en shock por la tarde del día anterior.

La Barbie Ruquer en plena faena danzística

Había ido al osteópata por un dolor de cuello y salí conque tenía escoliosis doble. Además me dijeron que mi respiración estaba entre cortada, que tenía una pena. ¿Una pena? Tengo varias penas!!!!, le dije al terapeuta chicho (chino-cholo). Salí después de dos horas de terapia (hello!!! esta chica tiene horario de oficina, quise decirle a todos los que entraban y salían del consultorio). Primero hicieron una medición de mis huesos: que si mis cervicales estaban muy inclinadas hacia delante, que si mi cadera derecha estaba desplazada dos centímetros y no coincidía con la línea imaginaria que debe haber entre los huesos ilíacos y la clavícula, que si mi esternón del lado izquierdo estaba más pronunciado que el derecho. Y yo que pensaba que el máximo error que cometieron conmigo fue diseñarme con una cara chueca (que ahora no se nota tanto porque estoy con unos kilos de más). Luego de aquel examen manual que incluía cosquillas, piel de gallina, temblores de escalofríos y la vergüenza de que aquel hombrecillo vea mis pechos asimétricos, me tendieron en una camilla para iniciar el tratamiento: masajes a cuatro manos, descargas de corriente y una curiosa terapia de calor proveniente de un cigarro gigante de finas hierbas curativas, que olía a marihuana.
Después de aquella sesión insólita llegué al piso diez de la oficina con el maquillaje corrido y sin darme cuenta de que mi ánimo se había quedado en el piso lluvioso del primero, al lado del kiosco de café (que me habían prohibido tomar). Necesitaba urgentemente el bailecito de los lunes para contagiarme el buen humor.

Sin duda, ver bailar a mi Barbie Ruquer fue un gran comienzo, y todo el fin de semana seguí con la inercia para levantar el ánimo, al menos hasta el piso ocho donde vivo. La noche del viernes comí un bife de chorizo, que también me habían prohibido, en un restaurante chorrillano frente al mar y junto a mis amigas del cole que no veía hace tiempo. El sábado comenzó magistralmente con la patadita de oro de la Keldibekova y terminó con un pisco sour, y el 28 fui de paseo con mi hermana y nuestras hijas a Cieneguilla. Ahí celebramos la fiesta del Perú. Ella, bien patriota con su novio chileno, y yo de dama de compañía de mi hija que me llevaba de aquí para allá entre el sube y baja, los columpios y el trompo. Finalmente, el objetivo de subirme el ánimo a mi misma se había cumplido, sobre todo cuando, al entrar a una especie de jaula giratoria, me pegué en la frente y vi estrellas a plena luz del día, y encima tuve que soportar varias vueltas mortales antes de que pidiera chepi. Bajo bajo, le grité a la niña que hacía mover el jueguito asesino. Salí aturdida y me senté en una banquita para ver a mi hija que seguía girando, bien agarrada y quietecita. Mami, me gritó entusiasta, es que tienes que mirar a un punto fijo y no te mareas!!!!!

Esa noche, cuando me tocaba mi sesión de Sex & The City, me encontré con la serie en blanco y negro. What? Al parecer, el golpe en la cabeza no solo me había dejado un chinchón en medio de la frente sino también estaba distorsionando mi visión del mundo technicolor. No era posible ver la ropa y los zapatos que luce Carrie en escala de grises!!!! Ya era hora de cambiar de DVD, y también de dejar de ver esa serie de mujeres al borde de un ataque de nervios, agregó el Chamo al día siguiente. Esa Carrie es muy mala influencia para ti (después entendí por qué lo decía). Como buen hombre de poder, me llevó a la Feria del Libro y me regaló La Palabra del Mudo de J.R. Ribeyro. Pero ¿qué me habría querido decir con ese regalo? ¿Que me calle? ¿Que no hable de él en mi blog? ¿Que no se me ocurra mencionar que es un hombre de estado? Hace poco vi un capítulo en donde Carrie salía con un político y él la termina dejando porque no era bien visto que su pareja escribiera de sexo en una columna. Creo que ahora sí me destituyen del cargo honorífico de saliente de un funcionario del gobierno, y me conducen directo a la salida de palacio. Mejor me hubiera regalado las fabulosas Prosas Apátridas. Ribeyro llamó así a un grupo de textos que no tienen “patria literaria”. Es decir, no pertenecen a ningún género, por eso los reunió en este libro, para “dotarlos de un espacio común donde pudieran sentirse acompañados y librarse de la tara de la soledad”. Sin duda, las Prosas Apátridas van más a tono con la coyuntura festiva, y sobre todo con mi condición de mujer sin patria amorosa. Pero claro pues!!!!! Si tengo la columna como una “S”, como podría tener una vida amorosa estable si el soporte de mi cuerpo está ondulado. No se asuste, me dijo el huesero, eso se corrige. Así es, por eso voy a la psicóloga, para dejar de ser una insurrecta, una terrorista del amor. ¿Acaso lograré dejar de derribar las torres del matrimonio? ¿O seguiré en mi afán de dejar a los hombres en apagones y a mi misma herida en un atentado? Véalo Ud. en el próximo capítulo de los amores apátridos de la Maya.

martes, 14 de julio de 2009

Sexo en mi ciudad

La otra noche encontré en mi estudio un dvd con la primera temporada de Sex & the City. J lo había dejado hace tiempo para que viera el capítulo “la liebre y la tortuga”, en donde Carrie y sus amigas descubren la mejor manera de consolar su soledad, a través de un coqueto consolador con orejitas de conejo. Lo curioso de ese episodio es que Charlotte, la más conservadora del grupo y la más reticente a probar las maravillas del juguete por excelencia, tiene que ser rescatada por sus amigas de la adicción orgásmica que le produce el rabbit.
En esa ocasión vi el capítulo sugerido, que no disfruté del todo porque J me lo había contado con puntos y comas y hasta me sabía de memoria los diálogos, y olvidé el dvd en la ruma de películas que me faltan por ver.

Hasta ahora había visto la serie esporádicamente, de casualidad, cada vez que hacía zapping y me encontraba con este grupo de treintonas (salvo Samantha) hablando desparpajadamente del sexo y las relaciones. Pero desde que compro la serie en Polvos (que gracioso, voy a Polvos a comprar Sexo en la Ciudad) y la veo como obsesa, he quedado totalmente enganchada. Ahora veo de dos a tres capítulos diarios y lo que más me sorprende de la serie (aunque no debería, dado su nombre) es la facilidad y rapidez con la que fornican estas mujeres. Y miren que no me las quiero dar de santa pero estas chicas neoyorquinas coleccionan amantes como pares de zapatos, y la mayoría en la primera cita!!!!! Y no solo eso, se atreven a decirlo todo y a cambiar de hombre apretando el botón de exit cuando no se sienten satisfechas. Comparadas con nosotras, el sexo en Lima está en su fase oral: a las mujeres les encanta hablar de él pero a la hora de la hora no saben exigir lo que les gusta en la cama.

Según la mirada de Carrie y compañía, Nueva York debe ser algo así como una gran tienda en donde se exhiben hombres que adquieres gratis pero que al llevártelos a casa te pueden salir caros, así que el sistema te permite devolverlos con la misma facilidad. Aparentemente es una ciudad de trueque sexual y el sexo equivale a un apretón de manos o a un beso en la mejilla de saludo. Primero fornican y luego descubren si el hombre de turno es maniático de las películas porno, sadomasoquista, voyerista o hasta gay. ¿Por qué no evitarse la molestia de tales sorpresas en la vida y conocer un poquitín más a los hombres antes de irse a la cama con ellos? Creo que la respuesta está en que para los gringos una forma inequívoca y necesaria de conocer a las personas es a través del sexo, y no están del todo errados. De hecho, si quieres conocer a un hombre en su dimensión real ándate a la cama con él. Entre las sábanas se comportará como verdaderamente es porque el sexo es puro instinto. El sexo no se razona, se siente, y sale de las entrañas, de lo más profundo y auténtico del ser. Es por ello que es tan revelador. El sexo real es una liberación. Es un intercambio de puro disfrute y solo se da el disfrute si uno se entrega sin parámetros y represiones. Si existe alguien que utiliza su mente matemática en pleno acto para calcular, hacer proyecciones o encontrar la fórmula científica del placer pues estará perdido. Ocurrirá lo inversamente proporcional al goce, el sexo se convertirá en algo completamente aburrido y decepcionante, y aquella frustración saltará de la cama como una luz fosforescente en plena oscuridad.
El sexo es un intercambio tan profundo que los campos energéticos de los amantes se mezclan y quedan conectados durante un tiempo prolongado, incluso cuando los cuerpos están a dos kilómetros de distancia. No se trata solo de entregar el cuerpo, uno se entrega completito y está expuesto a las neurosis del otro, absorbiéndolas de la misma manera que absorbemos los fluidos corporales.
Normalmente, la primera relación sexual no es la mejor porque cuesta trabajo acoplarse al otro, entender los ritmos, descubrir qué le gusta a la pareja. Es por ello que el termómetro del sexo para medir las relaciones tiene su margen de error. No es un medio infalible, pero con la primera vez te puedes dar cuenta, a grandes rasgos, cómo es y será el hombre. Lo que uno hace en la cama es corroborar o confirmar las sospechas acerca de la personalidad del amante. Si a un hombre le cuesta conectar contigo en el día a día, en la cama hará el amor con él mismo. No pretendas resolver aquella carencia en el sexo. Entre las sábanas no ocurren milagros. Los verdaderos milagros ocurren cuando uno se comunica.

Una vez, hice uno de esos test para perder el tiempo del facebook, azuzada por J, en donde te decían qué personaje de Sex & the City eras. Creo que porque no entendí bien el inglés (eso quiero creer) salió que yo era Samantha. Cuando J vio el resultado me dijo, con una gran sonrisa: pero cómo te has podido equivocar para salir como Samantha!!!! En esa época yo conocía muy vagamente la serie. Sabía que Samantha era la sexual del grupo pero no conocía el grado de fanatismo de la mujer. Cuando salió ese resultado, me sentí secretamente halagada. Dije, wau, soy una chica sexy, pero por otro lado, pensé que J se iba a espantar y me dio un poco de miedo. Pero no fue así. Era tan evidente que no me parecía a Samantha que J se rió, nada más. Y si no soy Samantha, a quién me parezco, le dije, pensando que me diría Carrie, la heroína de la serie (en ese momento tampoco sabía que la rubia era una mujer insegura que mendiga el amor de un hombre que no sabe amar y por eso lo atosiga con exigencias y reclamos). Te pareces a Miranda, me dijo.
En un capítulo de la segunda temporada, Steve le dice a Miranda, luego de su primera noche de sexo, que quería cenar con ella. La mujer lo mira con cara de horror y le dice que estaba loco. ¿Pero por qué?, le responde él, ¡si acabamos de estar en la cama! Y eso qué, le dice ella, solo hemos tenido sexo.
¿Acaso el sexo se ha llegado a desvalorizar de tal manera que está en un escalón más bajo que un bife de chorizo con papas fritas? (ya hasta estoy escribiendo como Carrie, el colmo). ¿Y acaso, yo soy aquella mujer amargada que odia a los hombres y que nunca tiene una opinión alentadora acerca de las relaciones? Por Dios!!!!! Pero como no serlo si mi psicólogo dice que, según estadísticas, el 12% de las relaciones son armónicas, es decir, pueden subsistir, y solo el 1% son sanas. O sea, no es que tenga mala suerte, es que todos estamos locos!!
En fin, es verdad que me parezco algo a Miranda, lo acepto, pero a diferencia de ella mi sonrisa y buen humor pesan más que cualquier amargura y, además, guardo celosamente el secreto rosa, el mejor regalo que pudo hacerme J antes de salir de mi vida: un modernísimo rabbit (que gira, vibra y tiene velocidades), copia fiel del juguetito predilecto de Charlotte, que compensa largamente cualquier decepción amorosa.

lunes, 6 de julio de 2009

Un final de campeonato

Cuando clasificaron para el Mundial de Tailandia - Foto: ANDA

Ayer terminó oficialmente el partido más importante de mi vida: mi matrimonio. Llegó la resolución del divorcio en el momento preciso, justo cuando estoy cerrando capítulos de mi vida pasada, y cuando ha caído a mis manos un libro inspirador que habla de la búsqueda interior después del fracaso de un matrimonio (“Come, reza, ama” de Elizabeth Gilbert).
Mi ex ahora sí es mi ex de verdad. Y lo mejor de todo es que los dos nos sentimos campeones. Durante mucho tiempo nos dedicamos a darnos verdaderos mates, algunos de zaguero, otros desde más cerquita, logrando derribar el bloqueo rival. Algunas veces ganaba él, otras yo, pero lo increíble es que desde hace un tiempo convertimos nuestro último set en un juego amistoso. El dejó de lanzarme cañonazos imparables y yo le devolví la bola con estilo: comencé a ir a sus clases de yoga y hasta una vez lo sorprendí con un rico almuerzo de domingo.

Mi mejor celebración para tan importante acontecimiento fue pasar el sábado por la noche sola. Bien dice Elizabeth Gilbert: “no vuelvas a usar el cuerpo o los sentimientos de otras personas para tratar de aliviar tus deseos insatisfechos”. Bueno, decir que estaba sola fue un error, mi hija me acompañaba y yo la ayudaba a pegar las figuritas de su álbum nuevo, mientras gritaba con cada punto del partido de voley Perú-Argentina. Ay mamá, me asustas!!!! Es solo un juego!!!!, me dijo. Sí, yo sé, perdón, es que me emociono mucho!!! Con dos sets ganados y dos perdidos, el quinto era demasiado emocionante. Grité tanto con los últimos puntos que terminé con dolor de garganta y mi hija estuvo a punto de apagarme el televisor. No me sentía así de eufórica desde Seúl 88. Además, con cada punto también celebraba mi nuevo estado civil (eso no podía decírselo a ella). Después de aquel triunfo peleado me relajé satisfecha y muerta de risa con las ocurrencias de mi hija. Había cerrado todos los cajones de mi cómoda, que yo dejo abiertos, y sacó de uno de ellos un deshumedecedor. Mami, me dijo, ¿me prestas el pañal de cajones? Reí a carcajadas. ¿Y para qué lo quieres? Para que sea la almohadita de Olga (su nueva hipopótama bebé). Mi hija siempre me sorprende con sus ideas. La vez pasada se inventó un color, el bioazul, que según ella es una mezcla de azul y morado. Y creó otro término: las fresadillas, que son las pesadillas de sus muñecas Fresita.

Pero ahí no terminó la noche. Mientras la gente celebrara el día del amigo en las discos y demás locales nocturnos de Lima, y después de que mi hija entrara en estado alfa, me metí a la cama para ver a la selección de menores jugando contra Turquía para el campeonato mundial. El partido se extendió hasta la una de la mañana porque las turcas no se dieron por vencidas. Después de perder dos sets, nos voltearon el partido, pero nuestras chicas sí que las hicieron sufrir. Cómo la lucharon!!!! La zurda Sosa; Vivian Baella, la niña de Rioja que siempre parece que está a punto de llorar; la dulce Rafaella Camet; Daniela Uribe; Claribeth Illescas, la pantera del equipo; Diana Gonzales… Imagino a los padres de aquellas chicas, no necesitarán más en la vida después de ver a sus hijas en la cancha. Con ese espíritu rebosante de orgullo le pregunté hoy a mi hija: ¿no te gustaría jugar voley cuando seas grande? (estoy segura de que va a tener un buen tamaño). ¡No mamá! Yo voy a ser nana, profesora de yoga y piloto de avión. ¿Vas a ser todo eso y nada que se parezca a lo que yo hago?, le pregunto con cara de ofendida, medio en juego, pero en el fondo preocupada porque se identifica hasta con el abuelo que es piloto pero no conmigo!!!! Ay mami, es que tú trabajas todo el día pues (siempre con sus ideas tan claras). Al menos me queda el consuelo de que adora las letras, el maquillaje y las joyas (lee y escribe todo el día, inventa cuentos y me persigue para hacerme cambios de look).

Ayer fue una noche de celebración, a mi manera, claro. En vez de un galán tuve a toda una selección de chicas sudando la camiseta con una pasión que no solemos ver en los jugadores de fútbol. Y en vez de champagne me emborraché con unos finísimos chocolates Godiva, mientras saltaba de la cama viendo a nuestras matadoras púberes. Ellas me acompañaron en mi primera noche de divorciada y son el mejor ejemplo de que todo es posible: así como le ganaron a China, el campeón mundial, en el primer partido del campeonato (nada más que 3 a 0), yo logré un divorcio amistoso en donde la ganadora indiscutible es mi hija, la nueva piloto de la familia.

domingo, 28 de junio de 2009

Mi recuerdo más Thriller

Cuando se amaban, y él no se había vuelto un monstruo
Cuando mis padres estaban en los treinta vivíamos en Piura, en un residencial enorme que era como una comunidad. O sea, mis papás y nosotras (mi hermana y yo) teníamos amigos como cancha. Los chicos nos divertíamos en la piscina y alrededores, que a mí en particular me servían para perderme en un mundo de fantasía único. Quizá en esa época fue en donde inventé mis mejores historias infantiles. Además, claro, teníamos nuestro mini grill, un “bar para niños” en donde vendían golosinas, helados y lo mejor de Piura, las cremoladas. Los grandes, por su lado, tenían su juerga nocturna en el grill oficial. Ese lugar era prácticamente prohibido para nosotros, quizá por eso nos encantaba ir. Hasta ahora recuerdo cuando entraba y sentía aquel aire distinto, tan frío, tan importante!!!! Cuando conocí el grill entendí que los sitios en donde se divertían los adultos olían como a congeladora y tenían un ambiente estático, que te atrapaba y te ponía la piel de gallina, además de aliviarte del calor de 40 grados que te abrazaba apenas salías de lugar. En realidad, a nosotros no nos importaba tanto el calor (los adultos eran unos remilgosos que se atrevían a decir que los engreídos éramos nosotros!!!!), nos daba lo mismo porque éramos niños-anfibios, andábamos sumergidos en el agua prácticamente todo el día.
Pero además del grill, ellos tenían su discoteca, que para nosotros era la chicoteca a las cuatro de la tarde, cuando había alguna fiesta infantil. La pasábamos bien, esos fueron épocas felices, sin duda. Y todos los papás parecían ser felices también y quererse mucho. Cuando había alguna celebración especial, organizaban actuaciones en donde todos participábamos, pero cuando lo hacían por las noches nos relegaban, por supuesto (al acordarme de estos eventos entiendo la frustración de mi hija cuando le digo: no, no puedes ir porque es una reunión para adultos, la noche es para los grandes hija). En una de aquellas celebraciones nocturnas, por el día de la madre, un grupo de maridos preparó una actuación que hasta el día de hoy la recuerdo como una de las mejores que he visto en mi vida. Yo estaba en el pasadizo del piso ocho, cuando de pronto vi salir de uno de los departamentos vecinos a un hombre con la ropa rota y la cara maquillada, era un monstruo. No, era uno de los muertos vivientes de Thriller!!!!!!, mi video favorito en esa época, cuando el atormentado Jackson aún no se había transformado en un verdadero monstruo blanco. Cómo me encantaba ver ese video genial, me moría de miedo, pero aún así lo seguía viendo fascinada. El hombre me miró como asustado, lo había sorprendido, nadie podía verlo vestido así porque era una sorpresa para las mamis, y me dijo: ¿qué tal me veo? ¿Asusto? Baila tío, baila, le dije (a todos los amigos de mis papás les decíamos tíos, o sea, teníamos una familia postiza inmensa), y él hizo aquel paso famoso de las manos encorvadas como garras apuntando hacia arriba, de un lado a otro. Luego, desapareció en la oscuridad de las escaleras rumbo al escenario, no podía arriesgarse a tomar el ascensor y que lo descubrieran.
Definitivamente, aquel show era imperdible, así que la pandilla de chicos y yo, que siempre era mantequilla, no las ingeniamos para evadir la seguridad y encontramos una salida para ver el baile con las caras pegadas a la luna, awaitando por un huequito que quedaba libre de cortina (teníamos que turnarnos el espacio y aguantar la risa de los nervios y el miedo a que nos descubran). Sin duda, lo que vimos nunca lo olvidaremos. La coreografía de Thriller era exacta!!!! O eso nos hicieron creer nuestros ojitos infantiles. Y ahora que lo recuerdo, me maravilla el entusiasmo de aquellos hombres de treinta, que en esa época eran unos verdaderos tíos para mí. Se habían matado ensayando para reproducir cada paso, encontrado tiempo entre su trabajo de oficina o luego de volar aquellos avioncitos que parecían de juguete cuando los veíamos en el aire. Se habían tomado la molestia de hacer una réplica exacta de los trajes y maquillarse con destreza. No le tenían miedo al ridículo, se reían de ellos mismos y se divertían haciéndolo. Ese espíritu es lo que valoro.
Ahora que lo pienso, hace poco, las amorcinas y yo estábamos dispuestas a hacer esa clase de ridículo por el aniversario de bodas de una de ellas. La Sifrina nos pidió que la acompañáramos en una coreografía para su fiesta de 10 años de casada... y aceptamos!!!!! Luego, el plan se vino abajo porque ella no iba a poder soportar el estrés, teniendo en cuenta que debía estar de anfitriona y que el show sería una sorpresa para su esposo (y para nuestras parejas también). En fin, fue un alivio que se echara para atrás, aunque un poco de locura no le viene mal a nadie. Tener que estar frente a un escenario implica una buena dosis de adrenalina, que luego se transforma en un merecido estado de relajación.
Eso les ocurrió a los thrillers y a sus mujeres que no podían más. Se deshacían de risa y admiración en sus asientos. Reían a carcajadas, era el momento perfecto para desfogar todas las angustias y frustraciones que significaba ser esposas de militares, y de pilotos en particular (en cualquier momento podían quedarse viudas, como la vecina). Además, era muy grande la emoción de ver a sus maridos disfrazados, descubriendo en ellos destrezas que no conocían, amándolos más por eso. Fue el mejor día de las madres de sus vidas, estoy segura. Y seguramente, la mejor noche de sexo de sus vidas. Luego subirían a sus departamentos, con los chicos bien dormidos, claro, para hacerles el amor a sus maridos monstruosos, quitándoles los harapos y ensuciándose la cara con el maquillaje. Qué importaría eso!!!!!!
Ay, aquellas épocas. La muerte de Michael Jackson me ha hecho retroceder a esos años maravillosos en donde la inocencia nos hacía inmune a los problemas, y en la que creíamos que sí existía el amor eterno.

Los dejo con el mejor video de la historia (aunque lo hayan visto mil veces), como un homenaje a mi abuela, que era una fan enamorada del rey del pop.

http://www.youtube.com/watch?v=9Xs9OQHpwDE

domingo, 21 de junio de 2009

Ojos que ven...



La semana pasada tuve mi cita mensual con el oculista. Debería ser con el ocultista, para ver si me hace desaparecer, un toque nomás. Ojo, no hablo de morir, hablo de ser invisible. A veces uno necesita invernar en su cueva sin interferencias. El ashram de Osho sería perfecto —qué poco pides Maya— aunque un ashram criollo no estaría mal. Habría que llamar al maestro yogui para preguntarle si tiene planeado alguno de esos retiros en donde escuchamos satsangas, respiramos colores y comemos gluten. Una vez le comenté a mis amigas de la chamba, las amorcinas, que mi sueño de niña era hacer labor social en algún país lejano del Africa. Se burlaron en mi cara. Tu????!!!!!! Pero si eres doña cómoda!!!!! Si ni siquiera aguantas un campamento!!!!! No me quedó más que reirme con ellas (a veces uno no tiene idea de los anhelos que las personas guardan en su corazón, aunque sean los más descabellados y absurdos).

Pero como siempre, me fui por las ramas. De lo que quería hablar era de mi cita con el oculista y de mis ojitos secos. Qué ironía. Cómo voy a sufrir del mal del ojo seco si soy una llorona!!!! Así como hay risas falsas en los programas cómicos, deberían contratarme como prestadora de lágrimas para las novelas mejicanas. Además, normalmente soy muy mala para consolar a mis amigas, porque el llanto se me contagia facilito y termino llorando más que las afectadas. Con las películas me pasa igual, lloro hasta con La Bella y la Bestia, que mi hija suele ver una y otra vez. Pero lo que ya es el colmo es cuando me conmuevo con los comerciales de televisión. El de Johnson es un buen ejemplo, aquel en donde aparece una mujer encogida como un feto, dentro de un vientre materno. Inclusive mi hija se emocionaba y cambiaba de canal cada vez que aparecía el spot porque le daba vergüenza que yo la viera con los ojitos rojos. Y cómo olvidar aquel comercial de Pepsi de hace veinte años (22 años para ser exactos) en donde salía Erika Stockholm. ¿Se acuerdan? Tiempo de amar, para vivir en paz, na-nanananana, para inventar la felicidad, na-nanananana… hoy es tiempo de amar…
Y bueno, si hablamos de temas personales… qué les puedo decir, somos las lágrimas y yo. A veces, cuando lloro antes de dormir, despierto con dolor de cabeza y con los ojos hinchados, como si me hubiera metido una juerga de locos el día anterior. Luego vengo al café, como hoy, con los ojos a medio abrir, previa visita a la farmacia para tomarme un Excedrín Extra Forte. Y el chico que me prepara el manjar blanco latte con doble shot de café me dice, ¿un café para cortar la resaca? Sí sí, demasiado alcohol, es que mis lágrimas me embriagan, digo bajito. Aunque en esos casos, me basta con llegar a mi casa y ver a mi hija para disolver la tristeza. Esta mañana se metió a mi cama y cuando sintió el abrigo excesivo (para ella) de mi edredón de plumas se quitó toda la ropa. Y yo aproveché para abrazarla calatita y acariciar su cuerpecito caliente. ¿Qué puede ser más sanador que eso?

Con todo este historial de lágrimas ya debería estar curada no?, pero aún así el oftalmólogo insiste con el diagnóstico, y me hace regresar todos los meses, creo que está enamorado de mí. Siempre me recibe con su mirada de castor triste (así me decían a mí cuando era chica, por los ojos y los dientes, claro). Me mira fijo, directo a los ojos, como hipnotizado. Encantado de verla, dice, y me da la mano muy ceremonioso, haciéndome sentir toda una señora… vieja. Cómo va a estar encantado de verme!!!! Debería decir, qué pena me da verla por aquí otra vez. Luego me invita a sentarme para el chequeo de rutina y me habla muy pausado, con un tono de voz tan suave y relajado como el de Tony Kamo (¿se acuerdan de aquel españolísimo que se hizo famoso por hacer barbaridad y media con el cuerpo de la gente mientras estaban en trance hipnótico?) Y yo imagino que, mientras enciende las luces en mis ojos y yo debo mirar hacia arriba, abajo, hacia su oreja y al frente, él aprovecha para hechizarme. Si al menos con eso pudiera curar mis ojitos estaría dispuesta, además de curar otras cosas más que debo sacar de mi cabeza. ¿Es mucho pedirle al ocultista no?


En esos chequeos debo contarle cómo se han portado mis ojitos. Como siempre, el ojo derecho es el más afectado, aunque es todo un logro que ya no necesite usar mis dedos para abrirlo en las mañanas. Lo que sí debo hacer es ponerme chinita para enfocar y poder ver la hora en el VHS (sí, todavía tengo VHS y grabo mis programas —Friends, Sex & the City o El francotirador— cuando el sueño me gana, o sea siempre). Vamos a ver, dice el doc, lea usted a partir de la cuarta línea. Y yo leo todito porque ya me sé las letras de memoria. Finalmente, me cambia las gotas antialérgicas. Estas son unas nuevas que han salido al mercado, muy buenas, dice. Además, me sigue dando las mono dosis de lágrimas y un nuevo gel para antes de dormir. La veo en un mes, me dice. Y alarga la mano, mirándome nuevamente con sus ojitos de castor triste.

En fin, mis ojos están controlados por mi oftalmólogo, para mirarte mejor, como diría el lobo de caperucita. Sí si, a mirar mejor se ha dicho. Aunque hay cosas que uno no quiere mirar, como a Kina reventando a La Leoparda. El ser humano sigue siendo tan salvaje como en la época de los gladiadores. Es increíble cómo la gente ovaciona los golpes y la sangre. La efervescencia que se vivió ayer en el Dibós sólo puede ser justificada por la frustración. Estamos tan decepcionados del fútbol y ansiosos por ser los primeros en algún deporte, que es lógico que celebremos una victoria, aunque se trate de dejar al contrincante medio muerto.
Yo prefiero hacer yoga. He vuelto a mis clases, aunque ahora son al aire libre y debo ir abrigada como esquimal. Pero el frío se compensa cuando hago la cobra y veo el cielo casi blanco de las noches nubladas de Lima, y aquel arbolito triste con sus ramas desnudas.


La Cobra

Me he reencontrado con el dragón, con la vela y el arado, con la pinza, con el cocodrilo, el niño que juega, con el bastón y hasta con las langostas que me parten los lumbares. Y los guerreros, oh guerreros, cuando los hago me siento toda una ninja (ataca y defiende, lo máximo!). Finalmente, el saludo a la tierra me reconecta con la fuente, y con las respiraciones elimino lo indeseable. Inhalo e inflo la panza, exhalo con fuerza entre dientes e imagino aquellos nombres que quiero eliminar de mi mente. Imagino las letras disolviéndose…

El saludo a la tierra

El Guerrero

Mis ojos quieren ver, ¿y los tuyos? Los dejo con unos párrafos del libro SER de Sri Nisargadatta Maharaj. El libro me lo prestó M, mi querido practicante. De él aprendo todos los días, y por eso le dedico estas líneas:

El karma es solo un almacén de energías no gastadas, de deseos no cumplidos y de temores no comprendidos. El almacén se está rellenando constantemente con deseos y temores nuevos. Pero no hay necesidad de que sea así para siempre. Comprenda la causa raíz de sus temores —distánciese de usted mismo y de sus deseos— el anhelo por el sí mismo y su karma se disolverán como un sueño.
El esfuerzo de comprenderse a usted mismo es yoga. Sea un yogui, de su vida a eso, empolle, indague, busque, hasta que usted llegue a la raíz del error y a la verdad más allá del error.
Todo lo que usted necesita está ya dentro de usted, solo que usted debe acercarse a su sí mismo con reverencia y amor. La autocondena y la autodesconfianza son errores calamitosos. Su constante huida del dolor y búsqueda del placer es un signo del amor que usted se tiene a usted mismo; todo lo que le aconsejo a usted es esto: haga que el amor a usted mismo sea perfecto. No se niegue a usted mismo nada, de a su sí mismo infinitud y eternidad y descubrirá que usted no las necesita; usted es más allá.

domingo, 14 de junio de 2009

Sala de Emergencias


De izquierda a derecha: Barbie Ruquer, Sifrina, Yayita, China, La Mami, Rampolla

No interfieras, dijo mi madre. ¡Eres terrible! Sí, sí, eso dijo mi madre. Y tiene razón. No bastan las buenas intenciones. Detrás de aquellas aparentes buenas intenciones pueden esconderse otras no tan buenas. Están ahí, solapadas, bien camufladas detrás de las palabras bonitas, de los buenos deseos. Y desde ahí ejercen su poder, a un nivel más profundo, para que el mensaje entre en forma subliminal. Y eso es más poderoso. ¿A quién queremos engañar? Mi madre me desarmó en una. ¡Ya basta! ¡Olvídate de ese asunto de una buena vez! Y me detuvo a tiempo. Ese fue el consejo del día. “No interfieras”. Sabia mi madre. Es que estoy reloca mamá, por eso he decidido ir a terapia.

Después de una crisis el fin de semana pasado y de enterarme, hace poco, de una noticia que me apachurró el corazón (ante la cual, no puedo interferir, ni siquiera con buenos deseos), decidí que era hora de pedir otra clase de ayuda. Les dije a mis amigas de la chamba que me dieran el número de la psicóloga que las atiende a todas. Porque todas las mujeres de esa oficina, o de esa área específicamente, sufrimos de la gripe Amorcina. Y nos contagiamos unas a otras, todo el tiempo. Primero cae una, luego de unas semanas cae la otra, y así, todas exponemos nuestras congestiones y derramamos el virus por doquier. Ya estamos tan acostumbradas que actuamos de inmediato apenas sentimos los primeros síntomas. Cuando nos toca ser doctoras aguzamos los oídos y escuchamos atentas todos los detalles de la enfermedad. Ese es el primer paso, escuchar. También vale abrazar, hacer cariños en la espalda, poner la taza de café vacía en el lugar correcto para que caigan las lágrimas. Y hablar, importantísimo!!! Dar tu punto de vista, aunque el problema es que a veces no coinciden los diagnósticos de todas y el riesgo es que la paciente puede adquirir un nuevo mal y generar una reacción alérgica. En esos casos, es inminente acudir a una instancia más alta, la psicóloga.
El segundo paso son los encuentros fuera de la oficina, normalmente nocturnos. Yayita aporta su receta 3-2-1 de Pisco Sour. La cuota porcina la lleva la Sifrina, ella es la encargada de engordarnos con el mejor chanchito asado de Lima. Esos son los must. En otras ocasiones más especiales aparece la Barbie Ruquer con su pastel de choclo chiclayano o su puré gratinado con mozzarella, y la que escribe lleva la ensalada Thai, para hacernos creer que todavía somos chicas light. Por su parte, la china alimenta la adicción de la concurrencia con cigarros. Y ahí sí que no me salvo. El humo lo invade todo. Si al menos sirviera para esfumarnos de vez en cuando!!!! Pero nada, solo sirve para contaminar más nuestras almas adoloridas. Pero hay que ser tolerantes pues, en esos casos de crisis, el enfisema pulmonar es lo de menos, antes hay que atender al corazón.

Aquellos encuentros nocturnos sirven para explayarnos con todo. Por eso, el lugar elegido es clave, no puede haber maridos ni novios rondando por ahí, pueden cohibir a la concurrencia. Además, no podríamos lucir a nuestro invitado de honor que nos acompaña en todas las reuniones, como símbolo de la liberación absoluta de nuestra feminidad: el compañero, el amigo de todas, el Sr. Rabbit. Sí, llegó al área después de un viaje a la zona roja de Ámsterdam. Y no digo quién lo trajo porque puedo dañar la reputación de algunas. El asunto es que el Sr. Rabbit fue sorteado y la ganadora lo guarda secretamente en uno de los cajones de su cómoda y confiesa que no lo ha usado porque no lo necesita. Suertuda ella. Lo que sí hace es llevarlo a nuestra sala de emergencias como fiel testigo de aquellas conversaciones inolvidables. Y es tan generosa que permite que lo usemos de micrófono cuando tenemos que hacer alguna confesión, que puede ser desde una enfermedad terminal (cuando se trata de un mal de amor serio) hasta un simple resfrío adquirido por andar desabrigadas por ahí, y exponiéndonos a cambios bruscos de temperatura (un encuentro hot que nos tome por sorpresa, por ejemplo).

Pero déjenme presentarles mejor a las cinco doctoras del área, aprovechando la coyuntura de la temporada final de ER (a propósito, no se pueden perder el regreso del doctor Ross que interpreta el guapísimo George Clooney. Más de 11 millones de espectadores han visto el capítulo en donde él reaparece!!!). A mí ya me conocen, o sea que no me cuento en la lista, sólo les puedo decir que mi chapa es Rampolla, imaginen por qué. Y aquí van:

Barbie Ruquer
De ruquer no tiene nada, y en vez de contagiarse de mis locuras (de tanto trabajar codo a codo con este pechito) comenzó a transformarme sin que me diera cuenta!!! Pero solo fue por una época, luego la Rampolla volvió a ser la de siempre. Uff!!!!
Ella es San Francisca de Asis, Juana de Arco, Teresa de Calcuta. Esta chica generosa siempre tiene que estar ayudando a alguien y si no hay a quién ayudar se lo inventa! Más conocida como Totalist Multiactiva, su pasatiempo favorito es ir dos veces al día al aereopuerto. Dicen que se está rebelando y ahora se levanta una hora más tarde (o sea, a las cinco de la mañana) para servir a los más necesitados.

Yayita
Le dicen beata dulcinea porque es un milagro que no haya muerto de sobredosis de glucosa. Su benchmark de comunicación es Tremebunda. Es la bomba sexy del área pero todavía no está enterada de que ha dejado el cole, sigue dibujando corazoncitos y su programa favorito es Candy. Hijita de mamá, papá, esposo y de toda la oficina, acaba de cumplir su sueño de conocer la casa de Minnie. Dicen que preparó su boda desde que estaba en la barriga de su mamá.

Sifrina
Es la Gastón Acurio del área, de chiquita no se perdía Teresa y su cocina. Más conocida como Women in Black porque adora al negro, es la Agua Bella de la compañía. Cuando se queda sola en la oficina practica pasos de baile para sus streaptease nocturnos y su sueño secreto es ser Hilda Huracán (¿se acuerdan de esa novela brasilera? Sino, búsquenla en google). Un viaje más y es oficialmente coronada como la Sifrina de productos nuevos.

China
Le hace honor a su raza fumando como china en quiebra. Le dicen la ponja falsa, es china de ojos grandes, tiene derriere chinchano y en su casa no hacen makis!!!! Además, practica el “más te quiero más te pego ” con su novio oficial, con Yayita y con su amor imposible, el Boti (por favor, no le digan a él que puse esto en mi blog), siendo la inocencia su mejor coartada. Tiene el corazón de mantequilla y se esconde en su cuarto para llorar viendo el Pecado de Oyuki.

La Mami
La matriarca del área. De niña soñó con ser psicóloga, ahora tiene que lidiar con 7 locos creativos. Ella es la consejera mayor, la jefa del hospital psiquiátrico. Con más de diez años de experiencia en la chamba y en brindar asesoramiento en asuntos del corazón, le basta una mirada para saber si nuestras lágrimas son por infidelidad, desamor, engaños varios, decepción, metidas de pata o por simple cojudez. De tanto ir a Mónaco, y de tener nombre de princesa, se jura la Fabrice Legros de Huacho. Conocida por dejar sus carteras gigantes tiradas por todo el piso 5, también deja el celular y por poco la nariz en su mampara. Dicen que en otra vida ha sido compañera de esquina en la Av. Arequipa de la Rampolla.

Así son ellas, mis queridas amigas de la office, las chicas que me hacen reir todos los días. Con ellas comparto todas mis aventuras, mis trastornos mentales y ahora a la psicóloga (que nos debería hacer una tarifa corporativa, por cierto). Y ya me alargué demasiado con este post. Otro día les cuento cómo me fue con ella. Por ahora, los dejo con una bella canción de París combo, Fibre de Verre.

http://www.youtube.com/watch?v=HWtroU4pUII

Aquí, la mejor traducción que encontré:

Fibra de vidrio, no sé afinarme
sino como el pararrayo, estoy condenada
al chispazo,
el rayo efímero
porque si me aman,
deben consumirme

Pero mañana, si, mañana,
haré un juramento
abriré los ojos
mis dos ojitos, bien grande
ante un hermoso hombre,
un buen amante
que dejará mi vida a salvo
mientras me ama.

Fibra de vidrio, estoy rota
los dientes, la nariz, en muchos asuntos
por un corazón demasiado lastimado
por morales muy picantes
porque para complacerme
deben consumirme.

Pero mañana, sí, mañana
haré un juramento
abriré los ojos
mis dos ojitos, bien grande
para verte, en totalidad
mi buen amante
tú, que sentado, me esperas
mientras me amas.

Fibra de vidrio, me encendí
sin un chispazo,
sin siquiera un brasero
apenas una claridad
en mi interior
Tu calor
supo encontrar mi corazón.

Pero mañana, sí, mañana...

miércoles, 3 de junio de 2009

Los tiempos de la Moro


Hace años, cuando trabajaba en una agencia de publicidad, el director de cuentas se llevó a mi amiga Moroca a una reunión. Ahí estaban los dos, muy elegantes en plena tarde lluviosa de invierno, cada uno con un sobretodo hasta las rodillas. El, ocultando la panza prominente; ella, resaltando sus cachetes con la bufanda amarrada al cuello. Imposible olvidar esa escena memorable y lo que salió de ella. Al verlos, mi jefa soltó la frase que los marcaría de por vida: ¡pero si son el inspector ardilla y moroco topo! Desde ese momento, mi querida amiga Moroca se quedó con su chapa.

En esa época yo todavía no era la Maya, pero ella sí que era una Maya total: desatada, lengua larga y atrevida. Su tema favorito eran sus aventuras amatorias con su querido y larguísimo enamorado de toda la vida. Que si se compró un calzoncito nuevo para sorprenderlo, que si ponían la cámara para filmarse en pleno acto, que si se echaban crema chantilly o aceite (un día a mí se me ocurrió copiar la idea del aceitito y terminé con una alergia al cuello que casi me muero). En fin, ella era la atracción de la office, todas la adorábamos porque nos alegraba con su carácter fresco e irreverente. Además, cada palabra que salía de su boca sonaba inofensiva y graciosa. Claro, con su metro y medio de estatura y sus cachetes que apretaba para hacer la imitación más tierna del bebé… (ay Moro, ¿cómo se llamaba?) no era para menos.

Pero resulta que mi historia con la Moroca viene de antes, de la época de Carmín y el profesor. Estudiamos juntas y la primera que se fijó en el profe fue ella. Pero la Moro, que en esa época no era la Moro, tenía novio pues, así que era plancha quemada. En realidad, todas las chicas morían por el profesor, porque era divertido, coqueto, inteligente, tenía su propio grupo de rock y lo mejor de todo, manejaba al peti rojo. Sí, un Triumph descapotable que causaba sensación. Era tamaño pocket, tan chiquito que una vez un grupo de profesores del instituto lo cargaron y lo escondieron una cuadra más arriba para gastarle una broma. Una broma que no era nada comparada con lo que este grupo de graciosos profes hacían con las alumnas a puerta cerrada: jugaban dardos con las fotos de las más feas del instituto. Y no se imaginan la foto de quién estaba en primera fila: la mía!!!!! Lo que todavía no logro entender es por qué permití que esa foto cayera en manos de la secretaría de admisión. La que salía ahí era “Maya la Fea”, con las cejas de Betty, igualita, y la nariz de Susan León, que no sé cómo llegó hasta ahí. Pero ni siquiera los maleficios de aquel fotógrafo despiadado de un estudio pichiruchi de Jesús María lograron alejarme del Chamo.

De hecho, en esa época la Maya ya se estaba gestando, aunque no tenía idea. La noche del estreno del disco del Chamo, en el Donatello, me atreví a entrar al camerino para saludarlo. Ese fue el momento Kodak. Lo demás llegó solo. Claro, junto con los gruñidos de un papá que dejaba al novio de su hija con la mano extendida, negándole el saludo, o le prendía las luces de la gran Dodge, cuando iba detrás del peti rojo, para dejarlo ciego. Pero lo que no sabía mi papá es que el Chamo ya estaba ciego y empecinado con la chibola de diecisiete.
Otro evento que marcó mi futuro mayístico fue la vez que encontré una carta en el pantalón de mi novio. Era la carta de una fulana que lo estaba giliando. Cuando la encontré no tuve dudas de lo que haría: devolvérsela a su dueña delante de todos. La escena fue la siguiente: el Chamo en la puerta del instituto, la fulana a unos 100 metros, yo en el medio. Miré al Chamo e hice una “v” apuntando a mis ojos para que tomara atención de lo que venía a continuación. Fui con la carta en la mano y le dije: toma, esto es tuyo. Me di media vuelta y me alejé con la cabeza en alto y moviendo de un lado a otro mi melena de leona furiosa. Claro, con mi trío de amigas que me aplaudían desde una esquina.

Más tarde, después terminar mi relación con el Chamo y de bajar todos los kilos que a mi papá le sobraban (imaginen la furia del progenitor), ocurrió lo que tenía que ocurrir, me volví a enamorar. La Moro fue testigo de aquel amor imposible. El también era un chico mayor y me traía loca porque coqueteó conmigo todo lo que me restó de carrera pero nunca llegó a concretar nada. Ahora se lo agradezco. Era evidente que no era el hombre indicado para mí y él lo sabía, pero yo no lo veía así en ese momento. Le decíamos “el diablo” por su chivita, su mirada verde maléfica y su cuerpo espigado. Y lo gracioso es que después de algunos años, cuando la Moro y yo trabajábamos en la agencia, ella me confesó que le robó un beso a mi diablo querido.

Así fue mi época de Carmín en el instituto. Acordarme de Moroca es revivir las reuniones en “La Casita”, el local donde todos iban a chupar después de clases, las chelas en la Costa Verde, los karaokes en el Country. Ella forma parte de la época inocente de los primeros amores y del primer reto laboral en una agencia en donde éramos artesanas: todo lo hacíamos a mano porque no teníamos computadora propia. Cómo olvidar que me puse uñas acrílicas imitando a la Moro y que ella fue la que me regaló mi lonchera salvadora de Crepier para no pasar vergüenza con el bolso desteñido de mi abuelita.

Hay personas que pasan por nuestras vidas como una ligera brisa, apenas nos despeinan. Otras, son una ráfaga de viento que marcan un antes y un después. Y algunas te regalan unos lentes supersónicos gigantes con los que puedes ver otras dimensiones y aprender a través de experiencias de vidas ajenas. La Moro está ubicada en esta última categoría. Siempre la recordaré porque ella era un ícono de lo que es ser valiente y avezada. Proyectaba tal seguridad que siempre conseguía lo que quería, o eso parecía, y su mezcla de dulzura y fuerza arrolladora movilizaba hasta al ser más apático e inmutable de la tierra. Con su entusiasmo y su chispa siempre encendida nos hacía creer que no tenía problemas. Pero vaya que los tenía.
A la Moro la recuerdo porque siempre nos hacía atragantar de risa, por su picardía, por su estilo Morocofashion, por su gran apetito y personalidad insaciable, por su sensibilidad con asuntos del más allá (y del más acá también), pero sobre todo, por el amor incondicional que sentía hacia su hermano. Eso nunca lo olvidaré. Eran almas gemelas y él un angelito que tuvo que partir muy pronto, pero que, estoy segura, la cuida siempre.

Este post está dedicado a ti Moro, porque desde tierras lejanas me enviaste mi canción.
Aquí, la famosa canción de Joe Cocker, en memoria de tus épocas de nueve semanas y media, y para no olvidarnos de que Rourke alguna vez fue joven y sexy.

http://www.youtube.com/watch?v=i99J0YSpud4