Mis pocas lectoras están consternadas. Están reclamando a la Maya de antes. ¿Qué pasó? Ya mucha espiritualidad ¿no? Dónde quedó la Maya atrevida, provocadora, la que hablaba de temas candentes. Pues chicas, la gente evoluciona. Noooo, dicen ellas, te queremos de vuelta, gritan, ¡ya no tiene gracia tu blog! Y analizando el reclamo, intuyo que se debe a que yo les ofrezco algo que ellas no se atreven a ser en la vida real y prefieren vivirlo a través de la Maya boca suelta, la que no se calla nada. Así ellas se desfogan.
Pues bien, atendiendo a este reclamo, voy a tener que darle un giro a los post del último mes. Es verdad que yo también extrañaba el otro lado de la cama. Pero eso sí queridas amigas, por favor, permítanme escapar de vez en cuando en mis relatos edulcorados de espiritualidad ¿ok? Cuando uno da un paso adelante en este camino ya no puede retroceder.
Cómo no ser espiritual, por ejemplo, si me cae del cielo un regalo divino. Un viaje. Y no hablo metafóricamente, este es un viaje real. La última vez que me subí a un avión fue hace un año, más o menos. Fue un viaje largo y agotador, al otro lado del mundo. Muy hermoso, por cierto. Pero ahora, mi viaje es más modesto. Aquicito nomás. Me voy a un lugar en donde el tiempo no pasa y el sol estalla en las ventanas. Un lugar en donde el cielo azul es una hipérbole, (permítanme ser huachafa y mencionar a una de mis figuras retóricas favoritas, además del polisíndeton, pleonasmo e hipérbaton, ¿se acuerdan?). Allá el aire se respira más fácil y entra heladito, secando tus fosas nasales. Y, además, aunque los labios se me cuartean y me pasa corriente todo el tiempo, sobre todo cuando le tengo que pagar a los taxistas y las monedas salen disparadas del auto, existe el silencio total, la oscuridad total y la luz total. Adoro esa ciudad. Será que tengo tan lindos recuerdos de ella. En esa ciudad me enamoré por primera vez, de una forma tan pura e inocente, tan plena, de la única forma que uno se puede enamorar cuando tiene diecinueve. Cinco años después me casaría con aquel primer amor. Ahora entienden por qué me separé ¿no? Uno no se puede casar con el primer amor. ¡No way! Dónde quedan los otros especímenes de hombres que es necesario conocer. Dónde queda la otra cara de la moneda. Dónde quedan los otros penes, las otras formas de amar. La experiencia, queridas amigas, es importante. Pero bueno, no estoy viajando con un ánimo nostálgico, mi matrimonio está bien terminado (aunque todavía no sale el divorcio). Estoy yendo con el mejor ánimo de mover las energías. Moverse de un lugar a otro siempre viene bien, aunque sea a 45 minutos en avión.
Hoy llegué a mi casa y fui directo a hacer mi maleta. Mi hija era la más entusiasmada. Hace un mes está contando los días para este viaje. Ella quiere acomodar la ropa, y la dejo. Busca sus juguetes, me hace caso en todo. Me cuesta no llenar la maleta con ropa que no voy a usar, solo por si acaso. Pero he cambiado. ¡Ahora me sobra espacio! Y me sobran los motivos, como diría Sabina. Ups! De repente me acuerdo que tengo que llamar al abogado para ver lo del divorcio, me levanto y voy al cuarto a buscar el número. Entro con toda la viada, busco el interruptor de la luz sin detenerme y es demasiado tarde, la maleta me encuentra y mis piernas se detienen en seco y me lanzan al piso. Me caigo, me duele, me digo a mi misma lo tonta que fui. Cómo no me acordé que había dejado la maleta en la entrada del cuarto. Me remango el pantalón y solo tengo dos raspones y algunos puntitos rojos. No es nada comparado con otros golpes.
El otro día mi papá me dijo: ¿Y a dónde vas a salir en Arequipa, por las noches? ¿A dónde?, le dije yo entre risas, a ningún sitio papá, ¡si estoy viajando sola! Qué quieres, ¿que me juerguee con mi ex suegra? Máximo iré a un cine. Mi papá me miró con cara de pena. Y cómo quitarle esa cara, ¡por Dios! Cómo hacerle entender que estoy bien así, que lo último que quiero es tener una pareja ni conocer a alguien. Luego comprendo que su intención es que me divierta. Hay momento para todo papá. Por ahora, Arequipa no significa diversión sino paz, desconexión, relax. Es el pancito serrano de tres puntas tostado con azúcar y mantequilla, mi hija saltando de la gran piedra del jardín de la casa y el sol cayéndome en la cara, las pastillitas de leche de la Ibérica (bien fresquitos, no como los de acá) con frazada encima y leyendo a Sándor Márai. ¿Todo eso no es mejor que una noche de intoxicación por el cigarrillo, el alcohol y la música reventándote los oídos?
Pienso en lo que me espera con mi hija, cuántas decepciones tendré que soportar a su lado. Cuántas caídas con la maleta. ¿Y qué cara pondré? Tengo que ir practicando para que mi hija sienta que no tengo por qué sentir pena por ella. Por ahora, voy a saltar de la piedra tomada de su mano. Porque con ella a mi lado todo es más bonito, y puedo llegar más lejos.
Mañana es un día intenso. Antes del viaje celebro el día de la madre en el colegio, mi hija dice que ha preparado una canción y la canta en su inglés masticado: woman I can hardly express. Casi me la como, seguro voy a derramar algunas lágrimas, ya les contaré cómo me fue. Ahora los dejo con una bella canción de Ana Laan. Si cantara, me gustaría ser como ella.
http://www.youtube.com/watch?v=gwsYeP15SIE
Pues bien, atendiendo a este reclamo, voy a tener que darle un giro a los post del último mes. Es verdad que yo también extrañaba el otro lado de la cama. Pero eso sí queridas amigas, por favor, permítanme escapar de vez en cuando en mis relatos edulcorados de espiritualidad ¿ok? Cuando uno da un paso adelante en este camino ya no puede retroceder.
Cómo no ser espiritual, por ejemplo, si me cae del cielo un regalo divino. Un viaje. Y no hablo metafóricamente, este es un viaje real. La última vez que me subí a un avión fue hace un año, más o menos. Fue un viaje largo y agotador, al otro lado del mundo. Muy hermoso, por cierto. Pero ahora, mi viaje es más modesto. Aquicito nomás. Me voy a un lugar en donde el tiempo no pasa y el sol estalla en las ventanas. Un lugar en donde el cielo azul es una hipérbole, (permítanme ser huachafa y mencionar a una de mis figuras retóricas favoritas, además del polisíndeton, pleonasmo e hipérbaton, ¿se acuerdan?). Allá el aire se respira más fácil y entra heladito, secando tus fosas nasales. Y, además, aunque los labios se me cuartean y me pasa corriente todo el tiempo, sobre todo cuando le tengo que pagar a los taxistas y las monedas salen disparadas del auto, existe el silencio total, la oscuridad total y la luz total. Adoro esa ciudad. Será que tengo tan lindos recuerdos de ella. En esa ciudad me enamoré por primera vez, de una forma tan pura e inocente, tan plena, de la única forma que uno se puede enamorar cuando tiene diecinueve. Cinco años después me casaría con aquel primer amor. Ahora entienden por qué me separé ¿no? Uno no se puede casar con el primer amor. ¡No way! Dónde quedan los otros especímenes de hombres que es necesario conocer. Dónde queda la otra cara de la moneda. Dónde quedan los otros penes, las otras formas de amar. La experiencia, queridas amigas, es importante. Pero bueno, no estoy viajando con un ánimo nostálgico, mi matrimonio está bien terminado (aunque todavía no sale el divorcio). Estoy yendo con el mejor ánimo de mover las energías. Moverse de un lugar a otro siempre viene bien, aunque sea a 45 minutos en avión.
Hoy llegué a mi casa y fui directo a hacer mi maleta. Mi hija era la más entusiasmada. Hace un mes está contando los días para este viaje. Ella quiere acomodar la ropa, y la dejo. Busca sus juguetes, me hace caso en todo. Me cuesta no llenar la maleta con ropa que no voy a usar, solo por si acaso. Pero he cambiado. ¡Ahora me sobra espacio! Y me sobran los motivos, como diría Sabina. Ups! De repente me acuerdo que tengo que llamar al abogado para ver lo del divorcio, me levanto y voy al cuarto a buscar el número. Entro con toda la viada, busco el interruptor de la luz sin detenerme y es demasiado tarde, la maleta me encuentra y mis piernas se detienen en seco y me lanzan al piso. Me caigo, me duele, me digo a mi misma lo tonta que fui. Cómo no me acordé que había dejado la maleta en la entrada del cuarto. Me remango el pantalón y solo tengo dos raspones y algunos puntitos rojos. No es nada comparado con otros golpes.
El otro día mi papá me dijo: ¿Y a dónde vas a salir en Arequipa, por las noches? ¿A dónde?, le dije yo entre risas, a ningún sitio papá, ¡si estoy viajando sola! Qué quieres, ¿que me juerguee con mi ex suegra? Máximo iré a un cine. Mi papá me miró con cara de pena. Y cómo quitarle esa cara, ¡por Dios! Cómo hacerle entender que estoy bien así, que lo último que quiero es tener una pareja ni conocer a alguien. Luego comprendo que su intención es que me divierta. Hay momento para todo papá. Por ahora, Arequipa no significa diversión sino paz, desconexión, relax. Es el pancito serrano de tres puntas tostado con azúcar y mantequilla, mi hija saltando de la gran piedra del jardín de la casa y el sol cayéndome en la cara, las pastillitas de leche de la Ibérica (bien fresquitos, no como los de acá) con frazada encima y leyendo a Sándor Márai. ¿Todo eso no es mejor que una noche de intoxicación por el cigarrillo, el alcohol y la música reventándote los oídos?
Pienso en lo que me espera con mi hija, cuántas decepciones tendré que soportar a su lado. Cuántas caídas con la maleta. ¿Y qué cara pondré? Tengo que ir practicando para que mi hija sienta que no tengo por qué sentir pena por ella. Por ahora, voy a saltar de la piedra tomada de su mano. Porque con ella a mi lado todo es más bonito, y puedo llegar más lejos.
Mañana es un día intenso. Antes del viaje celebro el día de la madre en el colegio, mi hija dice que ha preparado una canción y la canta en su inglés masticado: woman I can hardly express. Casi me la como, seguro voy a derramar algunas lágrimas, ya les contaré cómo me fue. Ahora los dejo con una bella canción de Ana Laan. Si cantara, me gustaría ser como ella.
http://www.youtube.com/watch?v=gwsYeP15SIE
3 comentarios:
Que tengas un lindo viaje!... espero no te olvides de traerme un chocolatito de allá...
Siempre es necesario salir de la rutina para simplemente saltar de un piedra. Hace tiempo que no lo hago. Y, creéme; lo he hecho (real y metafóricamente) y es reparador. :)
Yo como lector varón, te digo: a mí me gustas siempre.
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