Maura se está recuperando, de la pérdida y de la cirugía. Y yo la acompaño, como fiel amiga (a ello se debe mi alejamiento del blog por tanto tiempo). El fin de semana fui a su depa para asistirla. Yo tenía que ayudarla a levantarse de la cama, llevarla al baño, subirle y bajarle el pantalón, alcanzarle las pastillas, el vaso con agua, llevarle la bandeja de la comida. Mientras tanto, mi hija se divertía con todo el set de plumones, colores y pinturas que Maura tiene en su estudio (es diseñadora gráfica).
Conversamos mucho, eso podía hacer sin dolor (físico) y también vimos una película. Ella eligió “París te amo”, que cuenta veinte historias distintas desarrolladas en diferentes distritos de París y dirigidas por los directores más reconocidos del último tiempo.
Maura se identificó con el primer corto, dirigido por Bruno Podalydes, en el que un hombre se pregunta qué es lo que no funciona en él y por qué no puede hallar el verdadero amor. Al inicio de la historia el protagonista está tratando de cuadrar su auto en las estrechas calles de Montmartre y, de repente, una mujer se desmaya en plena calle, al lado suyo. ¿Acaso este sería el amor que había estado esperando durante tanto tiempo?
Entre las historias que más me gustaron están la de "La Bastilla" (Isabel Coixet), en la que un hombre se reenamora de su esposa tras enterarse de que a ella le quedan pocos meses de vida; la de "Place des Victoires" (Nobuhiro Suwa), protagonizada por Juliette Binoche, quien interpreta a una madre que le da el último adiós a su hijo muerto; y la del "Tour Eiffel" (Sylvain Chomet), en la que un mimo, detenido por la policía por alterar el orden público, se encuentra con otra mimo en la comisaría, que resulta ser su alma gemela. Pero, sin duda, la mejor historia la dejaron para el final y es con la que me sentí más identificada. "14th Arrondissement", dirigida por Alexander Payne, presenta a una solitaria turista norteamericana que entiende el significado de la vida y se descubre a sí misma en un parque en París. Pero qué dices —exclamó Maura—, ¡qué imagen tienes de ti misma! ¡Cómo te puedes identificar con esa gordita poco instruida y que no tiene ni un perro que le ladre! Lo que me emocionó de ella fue que logró experimentar la tristeza y la dicha a la vez. Aceptó su soledad con alegría y vivió un instante de plenitud. Esta mujer simple, que narra su experiencia con mucha sencillez e inocencia (en su recorrido por el cementerio de Montparnasse confunde a Simone De Beauvoir con Simón Bolívar) tiene un momento de iluminación realmente conmovedor. París la hace redescubrirse y la entiendo perfectamente. Hace unos meses estuve ahí y no puedo más que ponerme cursi y darle la razón a todos aquellos poetas y narradores que no descansaron hasta irse a vivir a aquella ciudad inspiradora, aunque murieran de hambre y robaran libros en las librerías. Es que el encanto de París es irresistible, inclusive para Dietrich Von Choltitz, un general alemán que, según cuenta la leyenda, salvó la ciudad al desobedecer las órdenes de Hitler de lanzar una lluvia de bombas de alta potencia para destruir los puentes sobre el Sena, sus museos y palacios.
La energía de esta ciudad te hace vibrar con solo recorrer sus calles, te empuja y te alimenta aunque se te partan los lumbares. El arte rebalsa, hasta en el baguette de la mañana o el cafecito de la tarde frente al Sena. Y a la vuelta de la esquina puedes convertirte en modelo de Toulouse o estrella del Lido. Y qué mejor que hospedarte en el barrio latino, en el hotel "Esmeralda" (curiosamente administrado por peruanos), al lado de la "Shakespeare & Company". Cómo olvidar la habitación número 7, desde la cual podía admirar Notre Dame y escuchar las campanadas de Quasimodo. Recorrer todos los días la "Rue de la Huchette", cruzando la plaza Saint Michel, una callecita estrecha llena de cafecitos y restaurantes en donde me inicié con los crepes con Nutela y salté del susto con los típicos platos rotos griegos. Aventurarte en el metro para encontrar la línea que te lleva a Versalles y quedar sin aliento frente a los jardines de María Antonieta. Empalagarte con los museos y tatuar tu alma con los Van Gogh, Picassos y Matisse. Subir a Montparnasse y comprar chucherías en las esquinas. Y el paseo nocturno por el Sena, la luna sobre una Torre Eiffel azul…
París nos transforma. Nunca más seremos los mismos. Si visitas París habrá un antes y un después. Yo tuve mi corto personal en la ciudad luz, en donde caminaba de la mano por los Campos Elíseos con aquel amor que me acompañó a marearme con los aromas de Sephora y que me invitó un inolvidable macarrón de pistacho en la emblemática pastelería "Paul". Un amor al que le dedico este post y que ahora me dice, igual que Rick Blaine (Humphrey Bogart) a Ilsa Lund (Ingrid Bergman) en Casablanca, “siempre nos quedará París”.
Conversamos mucho, eso podía hacer sin dolor (físico) y también vimos una película. Ella eligió “París te amo”, que cuenta veinte historias distintas desarrolladas en diferentes distritos de París y dirigidas por los directores más reconocidos del último tiempo.
Maura se identificó con el primer corto, dirigido por Bruno Podalydes, en el que un hombre se pregunta qué es lo que no funciona en él y por qué no puede hallar el verdadero amor. Al inicio de la historia el protagonista está tratando de cuadrar su auto en las estrechas calles de Montmartre y, de repente, una mujer se desmaya en plena calle, al lado suyo. ¿Acaso este sería el amor que había estado esperando durante tanto tiempo?
Entre las historias que más me gustaron están la de "La Bastilla" (Isabel Coixet), en la que un hombre se reenamora de su esposa tras enterarse de que a ella le quedan pocos meses de vida; la de "Place des Victoires" (Nobuhiro Suwa), protagonizada por Juliette Binoche, quien interpreta a una madre que le da el último adiós a su hijo muerto; y la del "Tour Eiffel" (Sylvain Chomet), en la que un mimo, detenido por la policía por alterar el orden público, se encuentra con otra mimo en la comisaría, que resulta ser su alma gemela. Pero, sin duda, la mejor historia la dejaron para el final y es con la que me sentí más identificada. "14th Arrondissement", dirigida por Alexander Payne, presenta a una solitaria turista norteamericana que entiende el significado de la vida y se descubre a sí misma en un parque en París. Pero qué dices —exclamó Maura—, ¡qué imagen tienes de ti misma! ¡Cómo te puedes identificar con esa gordita poco instruida y que no tiene ni un perro que le ladre! Lo que me emocionó de ella fue que logró experimentar la tristeza y la dicha a la vez. Aceptó su soledad con alegría y vivió un instante de plenitud. Esta mujer simple, que narra su experiencia con mucha sencillez e inocencia (en su recorrido por el cementerio de Montparnasse confunde a Simone De Beauvoir con Simón Bolívar) tiene un momento de iluminación realmente conmovedor. París la hace redescubrirse y la entiendo perfectamente. Hace unos meses estuve ahí y no puedo más que ponerme cursi y darle la razón a todos aquellos poetas y narradores que no descansaron hasta irse a vivir a aquella ciudad inspiradora, aunque murieran de hambre y robaran libros en las librerías. Es que el encanto de París es irresistible, inclusive para Dietrich Von Choltitz, un general alemán que, según cuenta la leyenda, salvó la ciudad al desobedecer las órdenes de Hitler de lanzar una lluvia de bombas de alta potencia para destruir los puentes sobre el Sena, sus museos y palacios.
La energía de esta ciudad te hace vibrar con solo recorrer sus calles, te empuja y te alimenta aunque se te partan los lumbares. El arte rebalsa, hasta en el baguette de la mañana o el cafecito de la tarde frente al Sena. Y a la vuelta de la esquina puedes convertirte en modelo de Toulouse o estrella del Lido. Y qué mejor que hospedarte en el barrio latino, en el hotel "Esmeralda" (curiosamente administrado por peruanos), al lado de la "Shakespeare & Company". Cómo olvidar la habitación número 7, desde la cual podía admirar Notre Dame y escuchar las campanadas de Quasimodo. Recorrer todos los días la "Rue de la Huchette", cruzando la plaza Saint Michel, una callecita estrecha llena de cafecitos y restaurantes en donde me inicié con los crepes con Nutela y salté del susto con los típicos platos rotos griegos. Aventurarte en el metro para encontrar la línea que te lleva a Versalles y quedar sin aliento frente a los jardines de María Antonieta. Empalagarte con los museos y tatuar tu alma con los Van Gogh, Picassos y Matisse. Subir a Montparnasse y comprar chucherías en las esquinas. Y el paseo nocturno por el Sena, la luna sobre una Torre Eiffel azul…
París nos transforma. Nunca más seremos los mismos. Si visitas París habrá un antes y un después. Yo tuve mi corto personal en la ciudad luz, en donde caminaba de la mano por los Campos Elíseos con aquel amor que me acompañó a marearme con los aromas de Sephora y que me invitó un inolvidable macarrón de pistacho en la emblemática pastelería "Paul". Un amor al que le dedico este post y que ahora me dice, igual que Rick Blaine (Humphrey Bogart) a Ilsa Lund (Ingrid Bergman) en Casablanca, “siempre nos quedará París”.
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