Así fue nuestro viaje por la ciudad de Sex and the City, que de sex no tuvo nada, ni siquiera de martinis o discotecas, aunque nuestro hotel tenía una de las discos más concurridas de la ciudad. Nosotras solo pensábamos en comprar y en echarnos en la cama de nube que nos abrazaba todas las noches. New york New York, este es el comienzo de nuestro gran romance, y aún quedan muchos más encuentros por relatar…
jueves, 18 de octubre de 2012
NEW YORK, NEW YORK
Así fue nuestro viaje por la ciudad de Sex and the City, que de sex no tuvo nada, ni siquiera de martinis o discotecas, aunque nuestro hotel tenía una de las discos más concurridas de la ciudad. Nosotras solo pensábamos en comprar y en echarnos en la cama de nube que nos abrazaba todas las noches. New york New York, este es el comienzo de nuestro gran romance, y aún quedan muchos más encuentros por relatar…
domingo, 17 de abril de 2011
LA FLOR DE LOS SIETE COLORES

martes, 15 de marzo de 2011
ES LO QUE HAY!

Esa frase puede interpretarse despectivamente, como una expresión de conformismo. Pero también puede adquirir un matiz tan cómico que me relaja. Es aceptación. Saber que tienes defectos pero que con todos ellos te amas y esperas que te amen completa, así como eres. Es una frase que se ha vuelto un clásico entre mi chico volador y yo. Y cuando él me la dice, refiriéndose a él mismo, lejos de provocarme rebeldía (como cuando lanza alguna de sus frasecitas machistas solo para fastidiarme) me desarma. Esas cuatro palabras me lo dicen todo: no esperes a un príncipe, a un súper héroe, soy yo y así te amo hasta los huesos.
Hoy noche, como dice mi hija, he querido homenajear esa gran frase que resume una relación que me tiene volando desde hace casi un año, que me ha hecho descubrir la importancia de la fila número 10 de un Airbus (no se equivoquen, no es salvar a nadie sino poder estirar los pies) o sentir orgullo cuando escucho la voz del capitán saludando a los pasajeros desde la cabina de mando.
Esta vez la Maya quiere seguir volando señores, aunque aparezcan tormentas o vientos huracanados, aunque se planten los motores y haya que realizar aterrizajes forzosos, aunque cambien los roles a último minuto, aunque hayan madrugadas en las que tenga que despertar de mi sueño sagrado. ES LO QUE HAY capitán!!!! Así que no me haga el avión y regrese pronto!!!!
domingo, 26 de diciembre de 2010
Una historia de Navidad

Había una vez una bella mujer que vivía en un gran palacio. Era muy buena y compartía sus riquezas con los más necesitados. Sin embargo, había algo que no podía compartir. Era lo más preciado para ella, lo más valorado, su gran debilidad: los libros.
En su palacio tenía una biblioteca de dimensiones inimaginables. Con escaleras y todo, como en las películas. Se podría decir que tenía todos los libros que se habían escrito en la historia, y por ellos, aquella bella y bondadosa mujer se convertía en el ser más egoísta del mundo.

-¡Ay mamá! ¡Ya no me sigas contando! ¡Qué feo cuento!
-¿Pero no quieres saber qué le pasó a la gorda cuenta cuentos?
-¿Se volvió flaca alguna vez?
-¿No dices que ya no quieres que te siga contando el cuento?
-¿Te lo estás inventando ahorita?
-Si pues, si me pides un cuento nuevo cada noche, ¡de dónde voy a sacar tantos!
-¡De tu panza pues mami!
-¡Golpe bajo!
-¿Qué es golpe bajo?
-Que me diste donde más me duele.
-¡Pero yo no te he golpeado!
-No, es una forma de decir hija. Me has dicho gorda.
-¡No!
-Ay, ya vamos a dormirnos hijita.
-Pero no me has contado mi cuento de navidad.
-Es que ya no tengo más cuentos en la panza hija.
-Mamá, ya tengo sueño.
-Ya amor, duérmete rico.
-¿Pero se volvió flaca la gorda cuenta cuentos?
-No lo sé. Recuerda que recién lo estoy inventando.
-Entonces que ocurra un milagro de Navidad mami.
-Ya hijita, voy a buscar una buena dieta de libros para adelgazar a la gorda. Mañana te cuento.
viernes, 26 de noviembre de 2010
Buenos Aires para la Maya
Llegué a Buenos Aires para asistir al Ojo de Iberoamérica, un festival de publicidad. ¿Lugar? Hotel Hilton de Puerto Madero, el mismo de Nueve Reinas. ¿Se imaginan lo lindo que es salir a buscar un lugar para almorzar por esos lares? Además de alimentarme con jugosos bifes durante tres días, mis ojos se alimentaron con el río y sus embarcaciones, los árboles de Jacarandá, el puente de la Mujer y por supuesto, como no decirlo, con alguno que otro dios de carne y hueso que paseaba por ahí. Oh! Hay tanta belleza en ese lugar que hasta las grúas decidieron echar anclas y quedarse para siempre como parte del paisaje. Cómo lamenté no haber llevado mi cámara de fotos. La sacrifiqué por mi laptop, según yo era demasiado peso para el equipaje de mano. Gran error. Mientras Kat disparaba como loca yo la miraba mirar y quería ahogarme en las aguas turbias del río cada vez que se me ocurría algún encuadre, o sea, a cada paso. Y aunque mi querida amiga compartió su Nikon conmigo y se dedicó a tomarme fotos sorpresa, siempre con la melena de protagonista, nunca pude olvidar a mi humilde y maravillosa Olympus. Primera lección aprendida: la cámara de fotos es la extensión de tu brazo cuando sales de viaje.
Como comprenderán, nuestros paseos en Puerto Madero fueron un verdadero deleite, aunque solo podíamos mirar el menú, no solo porque una simple ensalada podía costar 50 soles aprox, sino porque nuestros corazones ya están cazados. Además, no toda la carne era premium, también estaban los comunes mortales que encima eran los más descarados. No tenían reparos en mirar de frente a su objetivo, las chichis. Pero eso no era lo peor, sino las caras triple X!!!! En un segundo me convertía en el asado de tira más deseado del puerto. Claro pues, me decía Kat, qué querés ché, si tus chichis están malcriadísimas, contrólalas!!!! Pero la Maya se había tomado muy a pecho el calor del lugar y necesitaba sacar a pasear a sus compañeras inseparables.
El primer día del festival llegué a las seis de la mañana y me eché unas horitas para descansar antes de la jornada. Kat llegó a las ocho y no contenta con despertarme, pegó el grito en el cielo porque nos habían dado una cama matrimonial!!! De pronto nos habíamos convertido en marida y mujer. ¿Pero no has pedido que nos cambien de cuarto? Me dijo. No, contesté somnolienta, asumí que la habitación con camas separadas era más cara y estaba dispuesta a compartir sábanas contigo mi querida, le dije. Estaba equivocada. Después de mi descanso pedí el cambio de cuarto y no hubo ningún problema. Nos dieron uno más espacioso y mi personalidad expansiva se aprovechó para apropiarse de casi toda la habitación. Mi ropa y mis efectos personales se desparramaron por todos lados: una silla, dos sofás, el elegante escritorio y la mitad de la única mesa de noche. Kat no protestó pero llegó tarde la primera noche, la segunda no llegó, mientras yo me despertaba a cada hora de la madrugada, con calor y escuchando ruidos extraños.
Salí a las diez de la noche del Hilton y mi mejor consuelo fue irme a escribir, pero como en el hotel era demasiado caro el acceso a internet, decidí ir al Starbucks de Puerto Madero (no sabía que había uno a cinco cuadras de mi hotel). Le pregunto al taxista si es peligroso caminar por ahí, me dice que no. Salgo y casi no veo gente en la calle. ¿No que las noches porteñas eran eternas? Camino a paso ligero, no me gusta nada estar tan sola, hasta que finalmente llego al café. Hola, ¿me podría decir a qué hora cierran por favor? En diez minutos, me dicen. No!!!! En Lima los Starbucks cierran a las dos de la mañana!!!! Qué pasa con esta ciudad ché!!!!
Al día siguiente me consolé con Galerías Pacífico y su maravillosa tienda PRUNE, y en vista de que ya no podía estar entre creativos despeinados, por la noche decidí unirme al clan literario de mi amiga Kat. Fuimos a un bar en donde recitaban poesía, a la tanguería de Roberto y al bar Río de la Avenida Honduras, de donde casi nos botan por escandalosas. Éramos un grupo de féminas eróticas que aullaba con la luz de la luna, producto de una botella de vino y de una bebida extraña de nombre impronunciable.
Mi historia de amor con Buenos Aires no acaba aquí. Y si me preguntan qué fue lo que más me gustó de este viaje no hablaría de sus bifes jugosos, ni de sus hombres-dioses o de su tango. No. Lo mejor de este viaje fue el humor gaucho. El último día de mi estancia, mientras volvía a mi hotel distraída con un cartel gigante de un guapo semi calato, la voz de un GPS liso me sacó del trance: pelotudo, para qué mierda tenés GPS si no me das bola. Y luego: Hacé 1.8 el culo te abrocho km y doblá a la derecha. Reí a carcajadas. Un motivo más para amar a esta ciudad suelta de lengua. Buenos Aires siempre nos traerá buenos aires señores. Un comercial y regreso!!!!
jueves, 11 de noviembre de 2010
Trinity en el país de las maravillas

Quiero ser el sombrerero, le dije a las amorcinas, pero ninguna me hizo caso. Parecía que a nadie le entusiasmaba el personaje, cuando a mí me fascina, sobre todo el que interpreta Johnny Deep. Me enamoré del loco enamorado de Alicia, el que sufre cuando ella debe regresar a su realidad (me fascinan los amores imposibles). Alicia se despide diciéndole que no se puede quedar porque hay preguntas que debe responder, cosas que debe hacer. Igual que yo. También tengo que hacer muchas cosas antes de entregarme a la locura y ser feliz en el país de las maravillas, por eso es que finalmente cedí y elegí a otro personaje para el concurso de halloween de la oficina: a Trinity de Matrix. Claro, no sin antes prometerle al sombrerero que no lo olvidaría al despertar. Imagínense, yo quería dormirme en el sueño de Alicia y terminé queriendo despertar y convirtiéndome en una guerrera que sale de la Matrix. Cuando me puse el disfraz me di cuenta de que no pude haber elegido mejor, porque mi momento ahora no es de escapar sino de enfrentar: mi pasado, mis miedos, mis insatisfacciones. Hace poco me dijeron que Saturno había estado pasando por mi luna. ¡Con razón! Saturno frustrándome, yo queriendo parar el mundo para bajarme en el sueño de Alicia y finalmente tomando las armas. Creo que ya me volví loca de verdad. Algunos dicen que para sobrevivir tienes que estar tan loco como un sombrerero. Sopórtenme, es la influencia del planeta de los anillos señores. Ya pasa.

¿Se acuerdan que en el post anterior me quejé con un tal señor romántico porque ya no mandaba flores? Pues dio resultado. A los dos días me llegaron doce rosas rojas. Y yo que estaba con la honda de los amores imposibles. Sufriendo al lado de Roxana cuando le dice a Cyrano en su lecho de muerte: solo he amado a un hombre en la vida y lo he perdido dos veces. Hermosa frase, hermoso el Cyrano incondicional (otro personaje fascinante) pero mucho dolor!!!! Uno puede elegir morir por alguien o ser feliz con alguien. Yo elijo lo segundo, porque tengo una hija que necesita una mamá viva y con armas para defenderla. Una mamá Trinity que encontró a su Neo, que lucha a su lado, codo a codo, casi no duerme y encima vuela! ¡No puedo creerlo!, dice alguien por ahí. Y yo le respondo como la reina de corazones: respira profundamente y cierra los ojos. Es inútil probar, continúa ese alguien incrédulo, uno no puede creer en cosas imposibles. Y yo le sigo respondiendo como la cabezona: me atrevería a afirmar que no has tenido mucha práctica. En ocasiones he llegado a creer hasta seis cosas imposibles antes del desayuno.
Todos deberíamos practicar lo que dice la reina de corazones, hasta lograr doblar cucharas con la mente. Con eso olvidaríamos dolores sin olvidarlos y seríamos felices a pesar de haber creído que lo hemos perdido todo.
Este halloween ha sido un buen momento para volverme un poco más loca, y para celebrar una victoria junto a mis amorcinas queridas. Ganamos el concurso!!!! Y hoy lo celebramos con un rico almuerzo.
El genial Lewis Carroll propuso una adivinanza que no develó en sus libros, la cual ha suscitado muchas interpretaciones: ¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?
Quiero terminar este disparatado post con la siguiente adivinanza ¿En qué se parece la Trinity de Matrix al Sombrerero de Alicia?
domingo, 17 de octubre de 2010
De flora y fauna

Mi tercer centro ha colapsado. Para explicarme mejor, el tercer centro es el que está arriba del ombligo, es de color amarillo, y ahí es donde se concentra todo nuestro hacer. Es la fuerza que nos empuja a producir. Pero se me pasó la mano, bajaron mis defensas y dejé la puerta abierta para que entraran a mi organismo ciertos inquilinos malignos. Después de aquel fatal diagnóstico de gastritis severa visité a otro médico, menos pomposo y más cálido. El tipo de doctor que, con una sonrisa en los labios te dice que estás más cerca de la tumba que del trabajo (acuérdense que vivo al frente del lugar en donde laboro), tomándolo con calma y buen humor. Así, me sometí a pinchazos, insólitos soplos en unos globos metálicos para detectar si mi aliento estaba contaminado y, por supuesto, a aquella prueba que no podemos evadir los que sufrimos del estómago, la tan temida prueba de heces, o por decirlo de otra forma y ponernos a tono con Al Gore: la prueba de la verdad incómoda. Pero mi nuevo médico, más conocido como Benito Bodoque de Don Gato y su Pandilla, no se contentó con una de esas pruebas incómodas. No. Su afán por descubrir qué había más allá de mis entrañas lo hizo llevarme a tres nauseabundos días en los que tenía que recoger mis regalitos, ponerlos en un frasco esterilizado y, agárrense los asquientos, guardarlos en el refrigerador para que no se descompongan hasta llegar al laboratorio. Por supuesto que, para mí, eso era lo de menos. Ya había tenido suficiente con todos mis malestares, privaciones y sobre todo con tener que partir mis pastelitos con cucharita de plástico, al borde del vómito. Mientras lo hacía, me decía a mí misma, piensa en otra cosa, imagina que es un pedazo del delicioso tres leches de chocolate, el nuevo invento de mamá. Pero era imposible. ¿No dicen que la realidad siempre es más impresionante que la ficción? Aunque mejor me abstengo de dar más detalles del asunto porque la vez pasada una señorita expresó su gran desagrado respecto a mi anterior post con solo una frase: “Qué horror!!!!!”. Me dio mucha risa. Su etapa anal no la debe tener resuelta, y seguro yo tampoco, solo que la manifestamos de formas diferentes. En fin. Pero como soy boca floja y todo lo cuento (tranqui amigas, a ustedes siempre las disfrazo), le comenté mi hazaña del refrigerador a cierto hombre romántico que expresaba su amor por mí mandándome flores y chocolates (por cierto, parece que ha olvidado el número del delivery). Su respuesta fue tan conservadora como su personalidad: cómo había osado colocar un frasco de análisis en el lugar inmaculado de dónde salían sus fabulosos planchaditos o sus mayapizzitas. Lo invadió una mezcla de incredulidad, gracia y miedo. Y aquella impotencia por no poder detener ese hecho ofensivo y grotesco le dio un matiz cómico y relajante a todo este asunto. Así, la Maya fastidiosamente morbosa le seguía contando los detalles para espantarlo aún más y reír a carcajadas, que buena falta le hacía. Pero si aquello emana gases tóxicos!!!!!, me dijo. Nada iba a hacerlo entender que mis pastelitos no significaban ningún peligro. Estaban guardados como las muñequitas rusas, dentro de un frasco cerrado, dentro de una caja y dentro de una bolsa plástica. Por supuesto, eso no era suficiente para él ni para su hija casi adolescente que me miraba como un ser de caca-galaxia. A la mía, en cambio, le causaba gracia y desconcierto. Mi niña bonita les contaba en secreto, una y otra vez, el gran atrevimiento de su mami riendo a carcajadas como yo.
Pero la gracia llega hasta ahí. Cuando volví al consultorio del Dr. Benito para recoger mis resultados, el hombre no podía estar más sorprendido y risueño. Esta última característica fue la que más me preocupó. Ya sabía que algo malo se avecinaba. Dígalo rápido por favor, decía entre dientes. ¿Pero qué come Ud. Señora?!!!! Tiene una flora abundante pero de muy mala calidad, me dijo. Y después de explicarme exactamente qué tenía, con toda aquella paciencia que lo caracteriza, yo vi a mi querida flora de otro modo (es que siempre prefiero ver el lado positivo a las cosas). Era una flora extremadamente acogedora y confiada, que albergaba a una fauna variopinta: al capo de la banda microbio, el peligroso elicobacter, y a su angurrienta esposa ameba que amenazaba con seguir creciendo y finalmente convertirse en la gran dictadora de izquierda radical que me quitaría mis deliciosas riquezas, ganadas con el placer de mi boca, para repartirlas entre ella y los pobres organismos eucariotas que ya habían tomado mi estómago por asalto.
Como comprenderán, salí del consultorio deprimida, y para rematarla, llamé inmediatamente a mi querido amigo romántico (la Maya ha cambiado, ahora también acepta peluches… de El Grinch), quien no tuvo la mejor idea de decirme: ¿y es contagioso?
La lucha ya empezó. Lo malo es que el poderoso armamento de antibióticos y antiácidos me están matando a mí también. ¿Es que así son las batallas no? En los dos bandos siempre hay heridos, pero debo ser fuerte y luchar hasta quemar el último cartucho. Aunque teniendo en cuenta el historial de héroes poco respetados con los que cuenta nuestra patria, mejor me defiendo nomás sin pretender la gloria, sino solo la sobrevivencia.
Señores, apoyen la causa (cómanla por mí) y envíenme largo aliento.