martes, 14 de julio de 2009

Sexo en mi ciudad

La otra noche encontré en mi estudio un dvd con la primera temporada de Sex & the City. J lo había dejado hace tiempo para que viera el capítulo “la liebre y la tortuga”, en donde Carrie y sus amigas descubren la mejor manera de consolar su soledad, a través de un coqueto consolador con orejitas de conejo. Lo curioso de ese episodio es que Charlotte, la más conservadora del grupo y la más reticente a probar las maravillas del juguete por excelencia, tiene que ser rescatada por sus amigas de la adicción orgásmica que le produce el rabbit.
En esa ocasión vi el capítulo sugerido, que no disfruté del todo porque J me lo había contado con puntos y comas y hasta me sabía de memoria los diálogos, y olvidé el dvd en la ruma de películas que me faltan por ver.

Hasta ahora había visto la serie esporádicamente, de casualidad, cada vez que hacía zapping y me encontraba con este grupo de treintonas (salvo Samantha) hablando desparpajadamente del sexo y las relaciones. Pero desde que compro la serie en Polvos (que gracioso, voy a Polvos a comprar Sexo en la Ciudad) y la veo como obsesa, he quedado totalmente enganchada. Ahora veo de dos a tres capítulos diarios y lo que más me sorprende de la serie (aunque no debería, dado su nombre) es la facilidad y rapidez con la que fornican estas mujeres. Y miren que no me las quiero dar de santa pero estas chicas neoyorquinas coleccionan amantes como pares de zapatos, y la mayoría en la primera cita!!!!! Y no solo eso, se atreven a decirlo todo y a cambiar de hombre apretando el botón de exit cuando no se sienten satisfechas. Comparadas con nosotras, el sexo en Lima está en su fase oral: a las mujeres les encanta hablar de él pero a la hora de la hora no saben exigir lo que les gusta en la cama.

Según la mirada de Carrie y compañía, Nueva York debe ser algo así como una gran tienda en donde se exhiben hombres que adquieres gratis pero que al llevártelos a casa te pueden salir caros, así que el sistema te permite devolverlos con la misma facilidad. Aparentemente es una ciudad de trueque sexual y el sexo equivale a un apretón de manos o a un beso en la mejilla de saludo. Primero fornican y luego descubren si el hombre de turno es maniático de las películas porno, sadomasoquista, voyerista o hasta gay. ¿Por qué no evitarse la molestia de tales sorpresas en la vida y conocer un poquitín más a los hombres antes de irse a la cama con ellos? Creo que la respuesta está en que para los gringos una forma inequívoca y necesaria de conocer a las personas es a través del sexo, y no están del todo errados. De hecho, si quieres conocer a un hombre en su dimensión real ándate a la cama con él. Entre las sábanas se comportará como verdaderamente es porque el sexo es puro instinto. El sexo no se razona, se siente, y sale de las entrañas, de lo más profundo y auténtico del ser. Es por ello que es tan revelador. El sexo real es una liberación. Es un intercambio de puro disfrute y solo se da el disfrute si uno se entrega sin parámetros y represiones. Si existe alguien que utiliza su mente matemática en pleno acto para calcular, hacer proyecciones o encontrar la fórmula científica del placer pues estará perdido. Ocurrirá lo inversamente proporcional al goce, el sexo se convertirá en algo completamente aburrido y decepcionante, y aquella frustración saltará de la cama como una luz fosforescente en plena oscuridad.
El sexo es un intercambio tan profundo que los campos energéticos de los amantes se mezclan y quedan conectados durante un tiempo prolongado, incluso cuando los cuerpos están a dos kilómetros de distancia. No se trata solo de entregar el cuerpo, uno se entrega completito y está expuesto a las neurosis del otro, absorbiéndolas de la misma manera que absorbemos los fluidos corporales.
Normalmente, la primera relación sexual no es la mejor porque cuesta trabajo acoplarse al otro, entender los ritmos, descubrir qué le gusta a la pareja. Es por ello que el termómetro del sexo para medir las relaciones tiene su margen de error. No es un medio infalible, pero con la primera vez te puedes dar cuenta, a grandes rasgos, cómo es y será el hombre. Lo que uno hace en la cama es corroborar o confirmar las sospechas acerca de la personalidad del amante. Si a un hombre le cuesta conectar contigo en el día a día, en la cama hará el amor con él mismo. No pretendas resolver aquella carencia en el sexo. Entre las sábanas no ocurren milagros. Los verdaderos milagros ocurren cuando uno se comunica.

Una vez, hice uno de esos test para perder el tiempo del facebook, azuzada por J, en donde te decían qué personaje de Sex & the City eras. Creo que porque no entendí bien el inglés (eso quiero creer) salió que yo era Samantha. Cuando J vio el resultado me dijo, con una gran sonrisa: pero cómo te has podido equivocar para salir como Samantha!!!! En esa época yo conocía muy vagamente la serie. Sabía que Samantha era la sexual del grupo pero no conocía el grado de fanatismo de la mujer. Cuando salió ese resultado, me sentí secretamente halagada. Dije, wau, soy una chica sexy, pero por otro lado, pensé que J se iba a espantar y me dio un poco de miedo. Pero no fue así. Era tan evidente que no me parecía a Samantha que J se rió, nada más. Y si no soy Samantha, a quién me parezco, le dije, pensando que me diría Carrie, la heroína de la serie (en ese momento tampoco sabía que la rubia era una mujer insegura que mendiga el amor de un hombre que no sabe amar y por eso lo atosiga con exigencias y reclamos). Te pareces a Miranda, me dijo.
En un capítulo de la segunda temporada, Steve le dice a Miranda, luego de su primera noche de sexo, que quería cenar con ella. La mujer lo mira con cara de horror y le dice que estaba loco. ¿Pero por qué?, le responde él, ¡si acabamos de estar en la cama! Y eso qué, le dice ella, solo hemos tenido sexo.
¿Acaso el sexo se ha llegado a desvalorizar de tal manera que está en un escalón más bajo que un bife de chorizo con papas fritas? (ya hasta estoy escribiendo como Carrie, el colmo). ¿Y acaso, yo soy aquella mujer amargada que odia a los hombres y que nunca tiene una opinión alentadora acerca de las relaciones? Por Dios!!!!! Pero como no serlo si mi psicólogo dice que, según estadísticas, el 12% de las relaciones son armónicas, es decir, pueden subsistir, y solo el 1% son sanas. O sea, no es que tenga mala suerte, es que todos estamos locos!!
En fin, es verdad que me parezco algo a Miranda, lo acepto, pero a diferencia de ella mi sonrisa y buen humor pesan más que cualquier amargura y, además, guardo celosamente el secreto rosa, el mejor regalo que pudo hacerme J antes de salir de mi vida: un modernísimo rabbit (que gira, vibra y tiene velocidades), copia fiel del juguetito predilecto de Charlotte, que compensa largamente cualquier decepción amorosa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En épocas de frivolidad extrema, en donde el sexo pierde su valor, es esencial tener las cosas claras desde el principio, así nos evitamos complicaciones. La primera vez que estuve con una mujer fue con mi profesora de historia, me enamoré de ella con locura. Tiempo después me la encontré en un bar y conversamos, le pregunte por la vez que nos acostamos en el campamento y me respondió que solo fue sexo.
A partir de entonces diferencié las cosas, sexo y amor no siempre son compatibles. A pesar de que tengo el cuerpo y el alma corrupta, mantengo en pureza mi corazón y mi semen.
Besos, Maya

Dylan Forrester dijo...

Sexo en mi ciudad... mmm...?

Anónimo dijo...

Hmm, la espontaneidad del sexo no me parece ahh. Recuerda que la práctica hace al maestro! Solo los seres humanos hacen el amor (facit-fuck it); o sea, son eróticos por voluntad. Los espontáneos primera impresión son los antropoides y los monitos esos que se la corren todo el día porque no se elevan al nivel de técnicos ;)